Capítulo 10. La Bestia de Ashland

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Inusualmente el sol olvido el aparente odio que tenía por este pueblo, y se había dignado a salir. Varios chicos se encontraban sentados en grupos en las bancas o el césped para aprovechar el calor del ingrato sol, incluyendo a Roy y a mí. Cerré los ojos y levante mi cabeza hacia el cielo, al instante un par de ojos grises y profundos aparecieron en medio de mi tranquilidad haciendo que abriera los ojos tan rápido, que la luz me dio de lleno y me segó unos segundos.

Un suspiro involuntario salió de mis labios. Desde nuestra pequeña charla no la había vuelto a ver en ninguna de las clases que compartíamos, y de eso ya habían pasado dos días. Al parecer estaba evitándome, a mí, y al resto de la escuela. Realmente me sentía mal, y se me hacía imposible olvidar aquellos ojos tristes. Busque con la mirada una cabellera castaña y alborotada, pero había demasiada gente, lo que me hacía complicado dar con ella. Otro suspiro abandono mi pecho. Que patético.

-¿Sabías que los tulipanes crecen mejor en zonas con veranos secos e inviernos fríos? –parpadee un par de veces y encontré los suspicaces ojos de Roy mirándome.

-¿Qué?–estaba tan perdido en pis pensamientos que apenas había reparado en lo que él estaba diciendo.

-¿Qué? –dijo imitándome – Que Ashland es frío sí, pero demasiado húmedo. No hay sol casi nunca, además, ¿Tulipán negro? El chico definitivamente no sabe nada de mujeres.

-¿Y tú sí? –sonrió con suficiencia y se enderezo en su lugar.

-Si, como por ejemplo, sé que la chica con nombre de color no va a parecer por aquí en un buen rato. O por lo menos, no hasta que se sienta menos asustada –abrí los ojos y Roy sonrió con sorna –.He visto como la buscas.

Mordí el interior de mi mejilla mientras jugueteaba con mis dedos con nerviosismo, como si fuese un niño de cinco años que ha sido descubierto. Por Dios, alguien debía darme un maldito trofeo por ser tan patético.

-Supongo que estoy preocupado. –me encogí de hombros restándole importancia. Tragué saliva y desvié la mirada –Tú no viste el miedo en sus ojos. –me recosté sobre el césped mientras veía como el castaño trataba de meter unos papeles con dificultad de su mochila.

-¿Necesitas ayuda?

-Definitivamente sí, pero mi orgullo de macho dice que te conteste que no. Soy un hombre con el brazo fracturado, pero independiente. –en un torpe movimiento tomo su mochila la cerro y se la coloco en su hombro con dificultad y se levantó de un salto – ¿Ya ves? te dije que podía sol... –no termino de hablar cuando su mochila se abrió y cayeron varios libros y hojas sueltas.

-Déjame ayudarte macho. –me levante y tome varias hojas regadas mientras escuchaba a Roy maldecir. Una hoja llamo mi atención, en realidad, lo que me dejo frío fue el dibujo en ella. Era un lobo –No sabía que dibujabas tan bien –carraspeé, esperaba que él no hubiese notado el temblor en mi voz.

-Oh eso –frunció el entrecejo y tomo la hoja con cada una de sus facciones tensas –, no es nada. –mire al castaño y luego al resto de las hojas en el suelo. Me sorprendí al notar que había más hojas sueltas con el mismo lobo dibujado.

-No parece nada. –dije tendiéndole varias hojas con el lobo plasmado a lápiz. Un suspiro abandono sus labios, y después me dirigió una mirada llena de confusión y nerviosismo.

-Tal vez esto te suene loco, pero desde el día del accidente no he podido parar de dibujar al mismo lobo –tomo uno de sus dibujos y lo miro unos segundos. Parpadeó y me miro de nuevo – Es extraño, porque siempre que lo dibujo hay algo mas ¿sabes? Siempre lo acompaña una sensación.

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