Capítulo 12. La curiosidad mato al Gato

596 63 25
                                    


 El efecto de la adrenalina sobre mi cuerpo comenzó a desaparecer y fue entonces que comencé a sentir nuevamente dolor. Apreté el volante y el acelerador al escuchar otro quejido en la parte trasera del auto.

-Este trozo de tela vieja no es suficiente. – la voz de Roy estaba teñida de preocupación. Tome una respiración profunda para no perder los estribos.

-¿Cómo que no es suficiente? –A lo lejos,  vi por fin la casa de Gris y a su camioneta Volkswagen. Un cosquilleo apareció en la punta de los dedos.

Ya estamos cerca, solo resiste un poco más.

-¡Esta chica lo que necesita es un tampón o algo así! –pude verlo por el retrovisor mirar a todos lados buscando con que más hacer presión en la herida – ¡Por los clavos de cristo, no deja de sangrar! ¡Deja de sangrar, después necesitaras esa sangre! –le grito nerviosamente a una muy inconsciente Gris.

Abrí la guantera y a ciegas busque lo que fuese que nos sirviera para detener el sangrado pero Roy al parecer solo guardaba basura en ella.

-¡Maldición! –golpetee el volante con mis dedos. Piensa, piensa, piensa –Roy sostén el volante.

-¿Pero...?

-¡Sostén el volante! –para mi sorpresa obedeció y se escabulló entre los asientos con dificultan debido al yeso y con su mano libre, tomo el volante.

Rápidamente comencé a desabrochar los botones de mi camisa y con torpeza me despoje de ella. Roy me miro entre asombrado y confundido por unos segundos hasta que volví a tener el control del auto.

-Toma, esto servirá –le tendí la camisa sin verlo a la cara pues mi atención nuevamente estaba en la carretera. Lo vi de reojo asentir de manera frenética entendiendo el mensaje y la tomó regresando a la parte de atrás.

No pasaron ni tres segundos cuando la mitad de su cuerpo volvió a parecer entre los asientos.

-¿Acaso has estado ejercitándote? –llevó su mano sana a mi pecho y con su dedo toqueteo mi torso desnudo ¿Qué diablos? –¿¡Y sin mí!? –terminó por decir con indignación pura. Parpadee ante su actitud, no tenía idea a que se refería.

-¿De que estas...?

-Espera...–dijo cortándome y cambiado de manera abrupta el tema – ¿Y si despierta siendo lo que sea que ella es y nos ataca? Deberíamos conseguir un bozal.

-¡Solo has presión en la herida Roy! –grite por primera vez perdiendo la calma.

Las llantas rechinaron sobre el asfalto gracias a la manera tan brusca en la que frene el auto. Abrí la puerta y salí para ayudar a Roy a hacer lo mismo y sacar a Gris. Al bajar lo primero que note fue su camioneta Volkswagen estacionada frente a su casa, la cual tenía la puerta semi abierta.

-Bien, ahora como vamos a bajarla –dijo Roy abriendo ambas puertas traseras –solo somos un par de chicos con un par de brazos y medio y una chica semi muerta que le salen cosas muy raras de la cara ¿Cómo se llaman? –Chasqueo la lengua y se tocó el mentón –ah sí, ¡COLMILLOS!

Suspire por milésima vez en el día. Miré en dirección a la casa de Gris, por lo menos alguien debió haber salido con el ruido que hice al frenar el auto, lo que me indicaba que no había nadie en casa. Tenía un plan, y agradecía infinitamente que Gris no tuviera vecinos a medio kilómetro a la redonda.

-Necesito que me ayudes a sacarla del auto y a llevarla adentro.

-¿Cómo dices, no podemos dejarla solo en su puerta? –frunció el ceño y miro por todos lados –¡Mira, tienen buzón! Podemos dejarla ahí, es decir no cabe en esa pequeña cajita, pero podemos dejarla al pie de este y que alguien más ...

Entre BestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora