Capítulo 4: "Curiosidad"

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Annete

El conde ríe, fuertemente.
Lo veo enseñar su amplia sonrisa compuesta por dos filas de dientes blancos.

Su mansión me había impresionado, aunque suponía que no difería mucho con las demás, y después de todo yo era una pueblerina y no tenía la más mínima idea de la vida victoriana, sin admitir que era la primera vez que entraba a una Mansión. Su casa era monumentalmente grande, vestíbulos, Sala Principal, biblioteca, comedor...no conocía todos estos lugares pero apostaría a que sí los tenía.
El techo era elevado, tenía una forma redondeada como de cúpula, de color blanco y dorado, lo cual la hacía muy elegante, estaba adosado a la más fina arquitectura y a las más exquisitas molduras de yeso, diseñado con una forma admirable y elegante.
Lo mampostería era de madera maciza lustrada, el gran candelabro tipo "araña" echo de cristal brillaba de una manera esplendorosa, divisé varios pasillos que a la vez daban a otros pasillos, unas enormes escaleras de mármol, varios cuadros de marco de oro... todo era una belleza y verdaderamente no imaginaba lo que sería vivir la vida completa en una Mansión así.

Toda la casa gritaba riqueza, gritaba ostentación y gritaba lujo.

El conde Fontaine (conste de que jamás lo había visto en persona hasta ahora) era un joven atractivo, debía tener alrededor de treinta años, poseía un cabello era dorado y sus facciones eran realmente sobresalientes, era un hombre medianamente alto y fornido,  ancho de hombros y de mandíbula levemente cuadrada. Aunque debía admitir que de su vida, poco sabía. Tenía unos ojos claros muy expresivos, que en ese momento me observaban expectantes.

-No, claro que no, no es nadie para conocer nada de mí o de mi familia.

Elevo una ceja, notaba el énfasis que ponía en la superioridad de su figura y de su título, en su empoderamiento de hombre -Comprendo sus incomodidades, no me conoce y yo estaría en su misma posición si estuviera en su lugar, pero no crea que si no me dice ciertas cosas no las averigüare con el tiempo. No olvide que su figura de "Conde" lo mantiene bajo el foco sólido y expectante de los más altos periódicos franceses; por esto conocer esos asuntos ahora o después no marcarían mucha diferencia pues podría averigüarlos.

Lo veo fruncir el seño, coloca su mano sobre su barbilla y observa mi rostro fijamente; noto que intenta recurrir a todas sus tácticas  defensivas de su hombría.

-Como usted misma lo dijo, es una empleada, además, usted se está adelantando señorita Bailey, ¿o cree que ya tienes el puesto?- Me pregunta con superioridad, aunque yo no me dejaría faltar el respeto tan fácilmente, fuera quien fuese a quien tuviera delante, sea un vagabundo un Conde o un Emperador.
Sí, el amor propio y el orgullo es lo primero.

-No lo creo, estoy segura.

Mi seguridad lo descoloca. Sé que no comprende y al no obtener respuesta continúo hablando.

-Soy positiva al menos; un caballero tan ostentoso y enriquecido como lo es usted debería saberlo. Quisiera saber sobre sus hijos, sé que son dos varones aunque mis conocimientos sobre ellos son casi nulos, aunque confieso que nunca me interesé siquiera, en conocer un ápice de la vida que usted y ellos llevaban hasta el día de hoy.

Noté un suspiro largo de su parte, sus ojos fueron directamente al suelo, alfombrado, para luego volver a mirar los míos.

-Bien... sí, estás en lo correcto. Son dos varones- Vuelve a suspirar con pesadez.

Yo aguardo para que continúe.

-Abraham tiene ocho años y Andrew cuenta tan solo con seis. En estos momentos están en el jardín, con unas sirvientas, son traviesos y muy hermosos- Al parecer no pudo evitar sonreír al hablar de sus hijos- Ambos son de cabello castaño,muy tiernos y además, tienen ojos muy bonitos como su...- Hizo una pausa, pero no volvió a hablar sobre su... lo que yo creía, esposa. Sus ojos fueron directamente al suelo, de nuevo.

Lord Antoine #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora