Calzonazos.

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Paula´s P.O.V.:

-Lista –dice Lou haciéndome abrir los ojos después de ser maquillados. Me miro al espejo y me cuesta reconocerme.

Nunca he sido ese tipo de chica que se levanta por la mañana y se arregla toda, yo soy más de levantarme, vestirme, desayunar y salir por la puerta. Las duchas, a poder ser, mejor de noche, y si la ocasión no lo requiere, y nunca lo había hecho hasta ahora, no me maquillo.

-Gracias Lou –replico con una sonrisa amable. No me la devuelve. Su hija. Su hija está ahora mismo encerrada en el Eneágono y mientras ella tiene que maquillarme como si no pasase nada. Otra persona más a la lista de gente que me odia por lo que estoy haciendo. La cual, por cierto, está encabezada por mí.

Todos los días me prometo que compensaré todo esto con la destrucción del Eneágono, pero, aunque ahora se ve un poco la luz al final del túnel dado que ya no estoy sola en esto, sigo estancada en la mitad del mismo sin saber qué dirección tomar.

-Paula, para el escenario ya. –me comunica alguien.

A medida que me acerco al escenario escucho más y más gritos. Y, de repente. Nervios.

La gente nunca me ha gustado demasiado, soy del tipo de persona tímido y raro. Rara nivel de no gustarme el chocolate, así que… Pero ese no es el tema. Me odian joder, me odian y voy a salir allí, a hacer el maldito ridículo. Seguro que me aterrorizo y me quedo sin voz o algo así.

Cuando me doy cuenta estoy sola en una sala, hay una cuenta atrás de 3 minutos y miro desesperadamente a los lados buscando y una salida, algún lugar por el que escaparme. De repente veo como una puerta se abre y voy corriendo hacia ella.

Me ponen las manos en los hombros para pararme y me obligan a mirar hacia arriba.

Louis.

-Tranquila, relájate. No te van a comer.

-Me odian.

-¿Y? Todo el mundo lo hace.

-Gracias. –replico sarcásticamente.

-No, es decir. La gente que no sabe qué eres en realidad te odia y a ver. Por lo menos ya sabes cual va a ser su reacción. No tengas miedo. Es –se lo piensa- como cuando vas a un examen sin estudiar y sabes que vas a suspender, no estás nervioso porque ya sabes el resultado.

-No puedo. –digo con el único hilo de voz que me sale.

-Sí que puedes.

-Lo dices porque sales todos los días ahí y ya estás superacostumbrado, a mí me ponía nerviosa leer en medio de clase.

-Porque no sabías lo que tenías que leer, no lo habías preparado antes, sin embargo, esto sí. Y ¿qué te crees? ¿Qué nosotros no nos aterramos antes de salir al escenario? Claro que sí, pero esa es la energía que usas después en él. Así después eres capaz de darlo todo.

-Un minuto. –interrumpe la máquina y los dos miramos hacia el reloj digital.

-Bueno, a lo que venía –prosigue Louis.- ¿Cuál es el número de tu habitación de hotel?

-¿Qué? –digo total y absolutamente anonadada.

- Iremos de noche hasta allí, y tranquila. Tendremos cuidado.

-Treinta segundos.

-La 113

-Bonito número.  Nos vemos. Y Paula. –dice mientras se gira antes de salir.- Vas a arrasar. –sonrío.

Salgo al escenario y mi tiempo se pasa en un abrir y cerrar de ojos.

El público no es el más receptivo del mundo, y los comprendo. Pero en Never Bad Again todo el estadio se calló y no dijeron nada. Nada.

EneágonoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora