Capítulo setenta y dos «ángel...»

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«♪»

Era el séptimo día en la casa de su tía, todas las noches YoonGi marcaba y se quedaban mucho tiempo platicando sobre todo lo que hacían, el mayor, a veces, salía de la sala de su departamento para evitar el ruido, pues últimamente NamJoon y SeokJin se reunían allí buscando pruebas y maneras de hacer efectiva la denuncia, el padre de JiMin había ido sólo dos veces ya que —debido a la distancia— no podía estar con frecuencia, sin embargo, la segunda vez que fue se quedó todo el día, admirando a su hijo trabajar, notando con mirada sospechosa —y con un toque de picardía— como NamJoon le pasaba las galletas o el café, admirando a este último y a YoonGi dividirse entre la tesis y ordenar los papeles para el procedimiento legal, por lo que salió un instante escabulléndose para comprar un pollo completo y otros tantos ingredientes, mismos con los que preparó la cena en frente de un avergonzado YoonGi quien le pedía parar.

Si estuviera aquí él... —mencionó el hombre colocando el pollo en el horno pequeño que YoonGi poseía a un lado del refrigerador— seguramente estaría ayudando... aunque no le gusta la carne...

Sí. —Replicó YoonGi recargándose en el marco de la puerta

Yah... JiMin no está muerto o algo así. —Frunció el ceño SeokJin adentrándose a la cocina para servir dos vasos con jugo.

Oye... —llamó su padre— él... —señaló con un movimiento de cabeza a la sala, haciendo alusión a NamJoon— es... lo que pienso.

N-no sé a qué te refieres. —SeokJin giró el rostro evitando así encontrarse con su padre.

Si es lo que piensa, señor. —Afirmó YoonGi.

¡YoonGi! —Reprochó.

Por su parte, el menor había estado contento —aunque eso no evitaba que extrañara con toda su alma su anterior vida— pues podía ayudar en la cocina, la lavandería y podía leer junto a su tía, además de ser parte de esas tardes de filmes familiares en los que se mostraban dramas que él jamás habría podido ver con su madre. Así JiMin había aprendido sobre la segunda guerra mundial —sólo un poco, estaba pensando en pedir un libro para poder entender mejor el contexto. Aprendió, ese mismo día, que había personas que encarcelaban a otras por creencias, por formas de ser o por simplemente su sangre, había quedado tan conmocionado por "la lista de Schindler" que TaeHyung le prometió comprar "el diario de Ana Frank" para retroalimentar lo aprendido. Sin embargo, en la tercer película que vio aprendió lo mágico que podría ser vivir en otras épocas pero lo triste que sería al mismo tiempo, pues perdería su encanto, ello lo analizó en silencio, pues en ningún momento hizo comentario alguno, la película "medianoche en París" había corrido con normalidad hasta los créditos, momento en el que él se giró para ver a su primo y a su tía preguntando si acaso lo bello extraordinario era aquello que no podíamos obtener con facilidad, como el tiempo. Susurrando que, muchas veces, el pasado se nos hace bello porque ya no está entre nuestras manos, sin embargo el presente —que será pasado en un futuro— lo desperdiciamos pensando en el mismo futuro y añorando el pasado. Dicho comentario fue merecedor de una sonrisa y un suspiro de parte de TaeHyung diciendo "no puedo creer que jamás en mi vida he hecho un comentario así" a lo que la mujer respondió "tú también eres listo, Tae."

Así, en el octavo día la mujer le había prestado una bermuda a JiMin y una camisa sin mangas porque pasarían todo el día arreglando el jardín, la vez pasada no pudieron hacerlo con tranquilidad debido a una lluvia que cayó y sólo alcanzaron a arreglar un par de arbustos. El menor contaba con calma todo lo que le diría a YoonGi —la mujer ya estaba acostumbrada a escuchar ese nombre y a ver su emoción cuando el teléfono sonaba, ese chico, YoonGi, le caía bien, parecía tener dedicación y mucho aprecio por su sobrino— también contaba todo sobre las flores que veía, los diferentes colores y lo mucho que quería tomarles fotografías. Y estaban allí, JiMin con un cuaderno —regalo de TaeHyung—, cinta adhesiva, una pluma y algunos colores, con los que pegaría las flores que más le gustasen, su tía le había dicho que le regalaría las que él quisiera. Así JiMin sólo recortaba las que veía más cansadas, esas que estaban próximas a culminar secándose, las demás, las coloridas y brillantes, sólo las acariciaba.

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