1. Infancia

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Todo empezó ese día, fue un 28 de diciembre. Mi mamá y yo estamos organizando la fiesta de año nuevo. Yo estaba más que emocionado. ¡Amaba las fiestas de año nuevo! Me encantaba ver a mi familia reunida y más me encantaba jugar con mis amigos y primos. Sin embargo, también esas fechas eran algo melancólicas, se cumplía otro año de que había muerto mi papá.

Mi papá era una persona simplemente increíble. Me enseñó a jugar hockey, su deporte favorito, siempre jugábamos cuando yo volvía de la escuela, jugaba mis videojuegos favoritos conmigo también... Y lo más importante: siempre hacía que mamá sonriera. Era un papá maravilloso. Él murió en un accidente de tránsito cuando yo era pequeño.

Recuerdo haber estado muy triste ese día. Era muy difícil para un niño de 6 ó 7 años aceptar que su papá había pasado al otro mundo. Ese mismo día mamá se acercó a mí y me dijo:

-Papá se ha ido a jugar a las ligas mayores de hockey en el cielo.

Tenía razón. Al menos yo sí me creí eso por bastante tiempo, hasta que crecí y fue realmente doloroso. Yo pasaba todo el día aburrido en mi cuarto. Nos habíamos mudado y no conocía a nadie, pasaba solo y triste. Extrañaba a mi papá. Era mi mejor amigo. Quería jugar hockey con él y que me contara cuentos junto a mamá antes de dormir.

Pero tenía que aceptarlo, y yo lo sabía, pero no podía, no quería. Los niños son muy tercos, no soy un niño ahora, pero yo sigo bastante incomprensible. Yo quería a mi papá, lo exigía. Era lindo cuando éramos niños... veíamos la vida tan fácil y aburrida si no salíamos a jugar o no teníamos a alguien para estar. La época donde éramos felices y no lo sabíamos...

Extraño eso.

Recuerdo bien estar en mi cuarto buscando mis zapatos después de ayudar a mamá a terminar de organizar las cosas para la fiesta, faltaban solo un par de horas para que mis primos y tíos vinieran a quedarse a dormir. Yo estaba emocionado. Mientras esperaba a mis primos para jugar, escuché que la puerta se abría, era mi mamá.

-Baja. Tengo una sorpresa para ti.- dijo sonriendo y yo solo me imagina lo mejor.

Se supone que era una sorpresa para que ya no me sintiera solo. Sonreí al pensar que tal vez me había comprado una mascota, ¡siempre había querido tener un perro! Cuando llegué abajo mi sonrisa cayó y mi rostro eufórico se transformó en uno triste y confundido.

Que equivocado que estaba...

De pie en medio de la sala estaba un hombre alto, de piel un poco más morena que la mía, ojos verde, cabello castaño y un poco de espesa barba en su barbilla y mejillas. Se veía que era atlético a pesar de que tenía un gran abrigo verde.

Mi expresión ahora era una confundida y asustada. ¿Quién era ese hombre? ¿Qué hacía ahí? Y sobre todo, ¿por qué no apartaba la mirada de mi cuerpo?

Si tan sólo hubiera tenido en ese preciso momento todas las respuestas a mis dudas... Tal vez las cosas hubieran cambiado. Todo hubiera sido diferente. No me estaría pasando esto que atormenta mi mente todas las noches...

Pero en esa época yo era tan sólo un niño, un inocente que no sabía que era la maldad, no tenía idea de lo malvados que ponían llegar a ser algunas personas. La maldad que podríamos tener algunos al crecer con odio y desprecio.

El hombre dejó de verme tan profundamente, se acercó al sofá y agarró una caja envuelta en papel de regalo con dibujos de Superman. Yo odiaba a Superman. Me sonrió al tiempo que mamá caminó donde él y lo abrazó.

-Tim, hijo. - Mamá llamó mi atención. -Él es Paul, tu nuevo papá. Jugará y compartirá contigo. Espero se lleven bien.

Él se acercó a mí sonriendo, se agachó y me dio el regalo. -Hola, campeón. Toma, es para ti. Nos divertiremos mucho.- dijo haciendo una pícara sonrisa, se levantó y desarregló mi cabello.

Mi vida cambió totalmente desde ese momento.

Fue justamente ahí cuando mi vida se fue a la mierda.

SEÑOR PSICOLOGÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora