4. Como Un Vidrio Roto

378 31 0
                                    

-¿Cómo figues estar bien?- preguntó mientras seguía escribiendo como loco en su libreta.

-De la misma forma que figue que le importo.- respondí seriamente.

23 de Marzo.

-¡Oh, cariño! ¿Cómo te fue con el Dr. Dasher?

Escuché la voz chillona de mamá desde la cocina, poco después la vi llegar a la sala con un delantal de cocina y una cuchara de madera en una mano. Realmente fingía que se preocupaba por mí, pero todo de mí sabía que no era verdad.

Terminé de quitarme el abrigo y lo puse en un perchero junto a la puerta. -Bien.- contesté serio. Si a mí no me importaba, a ella mucho menos.

-¡Eso es bueno, cariño! Te dije que él era buena persona, me alegra que ya sean amigos...

-¿Amigos? ¿Él y yo? ¡Oh, mamá! Creo que la que necesita un psicología, además de Dasher, eres tú. Él es un loco, él necesita un psicólogo, no yo.

Mamá se cruzó de brazos. -Ya tuvimos muchas veces esta conversación, Tim. Es por tu bien, mi vida.

Negué con la cabeza. -Repiteme de nuevo, ¡¿por qué diablos debo ir al psicólogo?!

-¡No me levantes la voz ni uses ese vocabulario!- Me quité los zapatos, los dejé abajo de donde estaba el abrigo, y caminé en dirección a las escaleras. No quería saber más, no quería nada. Ni siquiera pasé cinco minutos en la casa y ya empezaron los gritos y problemas.

-¡Tim! ¡No me dejes hablando sola! ¡Tim!- subí ignorándola todo el camino, llegué a mi cuarto, entré y cerré con llave.

Sé que está mal que la deje hablando sola, pero siempre es lo mismo, ella me presiona y luego no aguantaré... le diré todas las cosas que se merece y ella solo gritará más y se va a poner a llorar. No necesito que la policía venga otra vez.

La verdad, no quiero nada ahora. Solo dormir. Tengo muchas cosas en mente y solo quiero relajarme.

Miré por la ventana y vi que estaba anocheciendo, Dasher de nuevo se emocionó con su charla de "cómo superar el enojo".

Vi la casa de mi perro cubierta de nieve, mañana la limpiaré. Lo adopté hace un mes cuando caminaba de regreso del entrenamiento de hochey, estaba solo, sucio, hambriento y triste. Mamá me dejó adoptarlo, pero solo con la condición de que sea obligación mía cuidarlo y mantenerlo bien. Siempre quise un perro, así que aceptaría cualquier cosa, incluso una hora extra con ese maniático, todo eso para conservar a mi amigo. Mi único amigo ahora. Lo llamé Fox porque realmente parecía uno.

Escuché un ladrido, de inmediato miré la ventana para ver si estaba abajo, pero no había nada. Volteé para acostarme en la cama y lo vi salir de ahí abajo, con una pantufla de Paul en el hocico. Me acerqué a él poniéndome en cuclillas, sonriendo, le quité la pantufla y la lancé a un lado del cuatro, él corrió, la agarró y volvió donde mí dejando la pantufla babeada sobre mi zapato.

-Eres un gran chico.- me senté y él se sentó junto a mí, lamió mi mejilla y sonreí.

Me sentía realmente feliz con él.

Como lo era cuando estaba papá.

-Tú eres el único que me entiende, Fox.- le acaricié la cabeza y las orejas. -Hey, amigo, apestas, ¿sabes? Hoy te tocaba tu baño, pero gracias a ese idiota no pude hacerlo.

Woff!

-Sabía que me ibas a perdonar, amigo.- Sonreí y me levanté animado. -¡Hey! ¡Vamos a jugar afuera! ¿Quieres?

SEÑOR PSICOLOGÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora