8. Azul y Blanco

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-¿Tienes problemas en casa, Tim?

Me recosté en la silla y solté un suspiro. -Todo el mundo tiene problemas en casa. Por suerte mi vida es bastante aburrida y nunca pasa algo realmente dramático. Sólo cuando llega la abuela y entonces mamá y ella discuten.

-¿Cómo te sientes cuando lo hacen?

-¿Cómo crees que me siento? Igual que todo los chicos con problemas en casa. Sólo quiero que se callen y dejen el drama, pero...- suspiré -supongo que las mamás y abuelas son así. Les gusta pelear y odian cuando la otra tiene razón. Tú sabes.

-Claro.- Sacó una caja y quitó la tapa. -¿Eres feliz, Tim?

Me encogí de hombros.

-Supongo que tengo todo lo que necesito y soy afortunado por eso. Una casa, comida, educación... ¿qué más podría pedir?

-En estos últimos meses las cosas cambiaron, me dijo tu mamá que había conseguido trabajo. ¿Qué tal le va?

-Pasa estresada. No sé por qué estudió esa mierda de docente, esos niños sólo son molestar. No tiene tiempo para casi nada y siempre está en el trabajo atareada.

-¿No está en casa?

-Sí, obvio. Pero llega noche y se encierra en su oficina a revisar esas cosas y el fin de semana pasa durmiendo.

-¿Entonces pasas todo el día con Paul?

-No.- rodé los ojos y me apoyé en el codo. -Es obvio que él tiene eso de estrés sexual o como se diga, sale con sus amigos a clubes y lugares para tener sexo con mujeres, una vez llegó con una rubia con grandes senos, y en verdad fue asqueroso, él casi se ahoga metiendo su cara entre ellos, fue una mierda.

-Oh, entonces él ya dejó de...

-Sólo lo intentó una vez.- tuve que detenerlo. Se veía tan feliz, y ahora estaba triste y hasta enojado, pero yo no podía decirle todo. -Yo estaba en la ducha, él entró ahí sin camiseta y entonces yo entré en pánico y agarré el shampoo y le di en los ojos, me dio un puñetazo y a como pudo salió.

-Y por eso los labios rotos...- se recostó en su sillón y suspiró.

-Ajá.- él se levantó y caminó hacia su nueva máquina de café. -Pero sólo fue una vez, creo que "descubrió" que las prostitutas le dan más ¿facilidad? Como sea, se entiende.

-Sí entiendo.- dijo sirviéndose una taza de café. -No debería, pero... ¿quieres algo?

No quería aceptarlo, pero en verdad hacía semanas desde que lo instalaron que quería probar esa máquina. -Un chocolate caliente estaría bien.

-Genial.- preparó otra taza.

Habían pasado dos meses y sentía que las cosas iban mejor. Al fin me había quitado a Paul de encima, habían dejado el asunto de Amber en el pasado, normalmente estaba solo en casa y era la cosa más jodidamente hermosa de todas. Me sentía en el paraíso, en un palacio. Libre de maldad.

Así que solo estaba esperando el golpe. Porque cuando las cosas están más preciosas, siempre tiene que pasar algo y arruinarlo todo. Y me temía que fuera algo como lo que recién dejé. Me ha costado creer que ahora era libre, al menos por un tiempo.

Hace unas semanas encontré un lugar para huir, un lugar perfecto para estar sólo yo. Una vieja cabaña en una montaña, a dos kilómetros en autobús de mi casa. La encontré por accidente un día que no tenía clases y ni quería estar con Paul. Así que me fui como un día normal de escuela, tenía curiosidad por donde iban los buses que veía pasar cada hora. Me monté en uno y descubrí el lugar. La mejor maravilla.

SEÑOR PSICOLOGÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora