12. Frío

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Quedarse un día en la casa de la abuela era... molesto. Odioso. Irritante.

Ella era muy quisquillosa con sus cosas. Tenía el sillón forraditico de plástico, no te podías sentar en él, ella te daba comida a caba rato y no te dejaba hacer nada para ayudarle, yo sólo le ayudaba para que luego no estuviera diciendo que no lo hacía. Pero ella siempre decía que no. Y cuando llegaba mamá, ella decía que yo era un mantenido.

-No quiero ir donde la abuela.- dije cuando tenía ocho años.

Recordaba ese día porque fue de los peores. Mamá tenía que trabajar, papá estaba muerto y yo no podía quedarme solo en la casa. No había de otra que quedarme en la casa de los abuelos. Yo no tenía clases y no tenía otro lugar donde ir. Mis tíos vivían lejos como para decir que mamá pudiera dejarme ahí. Sólo estaba la abuela y no quería estar ahí.

La única razón por la que me gustaba ir, era por mi abuelo. Era un tipo grandioso, divertido y con quien podías hablar sobre casi cualquier cosa. Desde pequeño me contaba sus historia de cuando vivió en el campo e historias antiguas de miedo y fantasía que pasaban allí. Aunque sabía que la mayoría de ella no eran verdad.

Era divertido.

Era un tipo de comediante, a veces me mataba de risa y otras daba demasiado miedo.

Él se sentaba en el corredor a escuchar el radio y cuando lo llamaba para decirle que la cena o el desayuno estaba listo, él estaba muriendo de la risa. Yo sólo retrocedía y le decía a mi abuela que él estaba en el baño y que después le iba a decir.

Mi abuela se casó con él por dinero. Ella era una madre soltera con cuatro niños que venía de Australia, sin un centavo y necesitaba ayuda. Así que tomó la oportunidad de que mi abuelo estaba enamorado de ella. Así que mi abuelo no es realmente mi abuelo. Me llevo mejor con él que con cualquiera.

Muchos dicen que las abuelas son las mejores, son divertidas, lindas...

La mía es la excepción.

Vi como la abuela caminaba rápidamente hasta la señora Sparks y la saludaba con besos en las mejillas. Veía como fingía su sonrisa y trataba de parecer encantaba de haberse visto. Yo hace un tiempo dejé de fungir todo y sé cómo luce un rostro verdaderamente alegre-sin yo haber tenido unos hace años-y sabía que ella estaba mintiendo.

Hasta Paul sabía que la relación de la señora Sparks y la abuela era horrible. Podían verse como la mejor relación de madre e hija, pero solo lo demostraban ante la sociedad, adentro de la casa, más específico, frente al horno en la cocina, era la peor relación de todas.

Gritos, insultos, golpes y vajilla rota en el suelo hacían que Paul prácticamente saltara por la ventana de su habitación para que no lo vieran salir por la puerta principal. Si yo pudiera, haría lo mismo. Pero no tengo donde ir, ni mucho menos con quién. Y sólo yo podía separarlas. Era la segunda cosa más jodidamente difícil de hacer, lo primero era ser feliz en esa casa.

-¡Timothy!

Ella caminó donde mí y me sobresalté cuando la vi agarrando mis cachetes y apretándolas tan fuerte que sentía que en cualquier momento explotarían, manchando de sangre hasta la chica de la comida. Me soltó y me sentí tan feliz, pero de inmediato me abrazó y no sabía si quería matarme o matarla.

-No me llames así.- dije sin aliento cuando me soltó.

-Que ridiculeces, cariño.- me enojaban muchas cosas que decía la gente, en especial lo que ella decía. -¡Deberíamos ir de compras!

-Tim y yo ya fuimos. Estamos camino a casa.

-Oh... ¡pero acompañame! ¡Encontré unos zapatos preciosos!

SEÑOR PSICOLOGÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora