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Entré en tu habitación sin llamar a la puerta, una noche más.

Me senté a los pies de tu cama, cómo ya era costumbre, mientras tú cogías el libro y te sentabas en silencio para leerlo.

Intercambiamos una mirada; pero seguimos sin hablar entre nosotros.

Cerré los ojos, para imaginar en mi cabeza la historia de Güntter.

>> A la mañana siguiente, mientras la familia desayunaba, el señor Hertzorg entró en el salón, y con su llegada finalizaron todas las tristes conversaciones. Su padre se acababa de marchar de viaje un fin de semana, para contactar con algunos de sus familiares y darles la noticia de la defunción de su esposa. Así que solo estaban los seis niños cuando el hombre llegó.
   «Es raro.» le susurró Karoline a Güntter. «Él nunca viene a desayunar con nosotros.»
El chico se encogió de hombros.
   «He venido para anunciaros que esta noche realizaré un gran banquete. Entre los invitados se encuentran gente muy importante del país, y por lo tanto debemos darles una buena impresión.» les dijo el señor Hertzorg. «Me he tomado la libertad de buscarles a todos un traje adecuado para la ocasión. Espero mucho de vosotros, niños. No debéis defraudarme.»
Y volvió a marcharse.
   «¿Qué habrá querido decir?» le preguntó su prima, mientras ambos iban a su habitación.
   «¿Cómo quieres que yo lo sepa?» replicó Güntter, irritado. «¡Estoy harto de él, harto de este sitio y harto de que nos ocurran desgracias una detrás de otra!»
Karoline se encogió de hombros, y ambos entraron en sus respectivas habitaciones.
Güntter reparó entonces en que un elegante traje se encontraba sobre su cama. En una nota, al lado, citaba: Para esta noche.

>> Horas más tarde, los cinco hermanos junto a su prima, esperaban a que llegaran los invitados, todos con sus trajes y vestidos nuevos, junto al señor Hertzorg, quién se paraba a hablar con cada invitado.
   « Estos son los hermanos de Alyssa, mi difunta esposa.» decía Henri, con un tono de falsa pena en su voz. «Los mayores son los gemelos, Deiman y Aric.»
    «¡Somos mellizos!» le corrigieron ambos hermanos, al mismo tiempo.
   « Luego está Güntter, de quién espero grandes cosas.» siguió diciendo el señor Hertzorg.
Güntter sentía su mano apoyada en su hombro cómo las garras de un águila agarrando a una presa.
    «La prima de la familia, la señorita Karoline, a quién los Dalhen adoptaron tras la muerte de sus padres.» el hombre pasó por detrás de ella, y Karoline sintió su frío aliento en la nuca, y no pudo evitar suspirar de alivio cuando pasó de largo.
    «Emma, la encantadora Emma Dalhen, es sin duda, la más dulce de la familia. Y por último, el pequeño Klaus, y el más indefenso de todos...»

>> Hertzorg les hizo quedarse allí plantados durante toda la noche, repitiendo la presentación ante cada invitado.
   «Tengo sueño.» murmuró Emma, bostezando. «¿Cuándo podremos irnos de aquí?»
   «¡Eso!» le secundó Klaus. «¡Me aburro de estar aquí de pie!»
Güntter se encogió de hombros, sin saber que responder, pero en ese momento volvió el señor Hertzorg, quitándole ese peso de encima.
   «Ya no hace falta que sigáis aquí.» les dijo. «Podéis disfrutar de la fiesta, si queréis.»
   «¿En serio?» preguntó Karoline.
   «Por supuesto, querida.»
Karoline se encaminó hacía la fiesta, mezclándose entre la gente. A Güntter le costó seguirla, pero cuando la encontró, estaba bebiendo un líquido burbujeante que uno de los sirvientes le había servido en una copa.
    «¿Qué estás haciendo» le preguntó su primo.
    «Disfrutar de la fiesta.» respondió ella.
    «Pero ahora podríamos colarnos en el despacho de Hertzorg, ¡es el momento idóneo!»
    «Güntter.» comenzó la chica, acabándose el contenido de su copa y cogiendo otra. «Relájate un poco, disfruta de la vida, de la fiesta.»
   «No puedo disfrutar de algo que ha hecho la persona que mató a mi hermana y a mi madre.» contestó Güntter, enfadado. «Por qué a ti no te importen sus muertes no significa que para mí tenga que ser igual.»
   «¿Eso es lo qué crees?» le preguntó Karoline, que empezaba a tambalearse, bebiendo de su tercera copa. «Güntter, mis padres murieron enfrente de mis ojos, de la misma forma qué tú madre y Alyssa. Me quedé completamente sola y sin nada, tuve que pediros ayuda a vosotros. Yo también quería a Alyssa, cómo la hermana que nunca tuve. Y a tú madre. Yo también he sufrido mucho, Güntter, ni se te ocurra pasarlo por alto. Así que ni se te ocurra acusarme.»
Había comenzado a alzar la voz, por lo que todas las personas a su alrededor les habían comenzado a mirar, escuchando toda la conversación.
   «Vámonos de aquí, Karol.» dijo su primo, realmente dolido por lo que había dicho. «Estamos llamando mucho la atención.»
La chica, ahora profundamente arrepentida, dejó que Güntter le cogiera del brazo y le arrastrara hasta su habitación.
   
>>   «Escapémonos.» dijo Karoline, una vez los dos se encontraban en el cuarto.
   «¿Qué?» el chico parpadeó, muy confuso y confundido.
    «¡Vamos a escaparnos de este lugar, Güntter!» exclamó la chica, cada vez más convencida.
    «No bromees con ese tipo de cosas, Karol. No puedo dejar a mi familia.»
   «Siempre hablas de tu familia, Güntter. ¡Qué mas da! Acabaremos muertos todos muertos de todas formas...»
«No digas eso, ¡no es cierto!» exclamó el chico. «¡Me niego a morir a manos de alguien como Hertzorg!»      
   «Entonces, escápate conmigo.» repitió de nuevo. «Vamos, todos están en la fiesta, nadie se dará cuenta de que nos hemos ido hasta mañana...»
    «Mi respuesta sigue siendo no.»
    «Está bien.» murmuró Karoline, un tanto molesta. «Nos veremos en el infierno, querido Güntter»
Y dicho esto, se dirigió hacía la ventana de la habitación del chico. La abrió y se colocó en el alféizar, dispuesta a saltar.
    «¿¡Qué estás haciendo!?» exclamó Güntter.
    «¡Escaparme!» respondió Karoline, resuelta.
    «¿Vas a saltar por la ventana?» inquirió el chico.
   «Sólo si no vienes conmigo.» respondió, sonriendo.
    «Karol, baja de ahí, sólo conseguirás hacerte daño a ti misma.» le pidió su primo. «Estás borracha, no eres consciente de tus acciones.»
    «Ya te he dicho mis condiciones.»
    «Está bien.» respondió. «Iré contigo, pero ahora baja de ahí.»
    «¡Bien!» exclamó Karoline, y justo cuando iba a entrar, tropezó, quedándose suspendida, sólo con las dos manos cogidas al alféizar.
    «¡Karol!» exclamó Güntter, corriendo hacía ella. «¡Dame la mano! ¡Te ayudaré a subir!»
    «¡Si suelto una mano me caeré!» gritó ella. «¡No puedo, Güntter!»
    «¡Si que puedes!» respondió él. «¡Yo te ayudaré!»
La chica, lentamente, soltó la mano del alféizar, y Güntter la cogió.
    «¡Dame tu otra mano!» le ordenó a su prima.
    «¡Me caeré!» exclamó ella.
    «No te dejaré caer.» le aseguró. «Nunca lo haré.»
    «¿Me lo prometes?»
    «Te lo prometo.» respondió Güntter, al tiempo en que cogía su otra mano y conseguía que subiera hasta el alféizar.
Cuando estuvo a salvo, Karoline abrazó a Güntter y le dio las gracias.
    «Lo siento mucho.» le dijo. «Por todo. Me he portado muy mal contigo esta noche. ¿Volvemos a ser amigos?»
    «Nunca dejamos de serlo, Karol.» respondió él, sonriendo.

El secreto tras la niebla (1) | Ganador #Wattys2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora