— ¿Qué significa el poema?— ¿No es obvio? Nueve personas han de morir por el libro — respondiste —. Una sobre la nieve, dos ahogadas, tres locas, otras dos en sueños y finalmente, la elegida. He hecho una lista, Wills, he estado recopilando información de los últimos años, en busca de muertes extrañas.
— ¿Qué has encontrado?
Sacaste otra hoja de papel, esta vez de tu otro bolsillo. Era un recorte de un periódico de hacía unos años.
— ¿Recuerdas a las gemelas Lauren?
— ¿Sarah y Dinnah Lauren? Si — te respondí, cogiendo el papel —. Iban conmigo al colegio, hace años. Hasta que un día, no volví a verlas.
— Murieron, Wills. Hace cuatro años — explicaste —. La policía no reveló las causas de la muerte, pero surgieron un montón de rumores: el más convincente, dicen que difundido por fuentes cercanas a la familia Lauren, afirmaba que fueron ahogadas.
— ¡Cómo dice en el poema! — comprendí.
— Exacto. Pero cómo no podemos fiarnos de cuentos de viejas, vamos a ir a visitar a la señora Lauren.
— ¿Sabes dónde vive?
— Oh, mi querida Wills, yo lo sé todo.
Ambos estallamos en carcajadas.
— No tendremos que ir corriendo de nuevo, ¿verdad? — te pregunté, de pronto insegura.
— Podemos coger nuestras viejas bicicletas.
— ¡Hace años que nadie ha usado esas bicicletas!
— Razón de más para cogerlas, entonces.
Media hora después, ambos montados en bicicletas, salimos hacía la casa de los Lauren.
Yo iba con la bicicleta rosa que mamá me regaló por mi sexto cumpleaños. Claro que me la regaló sin tener en cuenta que yo odio el color rosa.
Sospecho que se la iba a regalar a Odette, pero cuando se la dio, era demasiado pequeña para ella, así que me la pasó a mí.
La bici tenía un pompón de serpentinas (también de color rosa) a cada lado del manillar, cómo si la bicicleta en sí no diera la suficiente vergüenza.
Tu ibas con tu bicicleta azul oscuro. En la cesta habías guardado tu mochila, dónde habías metido el libro.
Pedaleabas con fuerza, y yo tenía que hacer mucho esfuerzo para seguir tu incansable ritmo.
Cuando llegamos hasta su portal, había estado a punto de caerme más de treinta veces, y casi había atropellado a una anciana por el camino.
Tú dejaste tu bicicleta a la entrada de la casa, llamaste al timbre y esperaste.
Tras unos pocos minutos en los que permanecimos en absoluto silencio, volviste a llamar.
— Quizá no haya nadie en casa — comenté.
Pero justo en ese momento, una mujer que debía tener menos años de los que aparentaba nos abrió la puerta.
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El secreto tras la niebla (1) | Ganador #Wattys2017
Paranormal¿Pueden cambiar unas palabras a una persona? ¿Acaso puede volver loco un simple libro? Paul nunca ha sido el mismo desde que leyó "Los secretos tras la niebla". Willow tampoco lo ha sido desde que aquel libro volvió loco a su hermano, haciéndolo d...