siete

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Los primeros rayos de Sol asomaron entre los árboles. En aquel paraíso de silencio que era el bosque, una figura corría a pasos frenéticos y torpes, su respiración alcanzando el límite de lo que sus heridos pulmones podían dar.

Su forma era de un humano, aunque en su fondo albergaba a otra criatura mucho más imponente que el homo sapiens. Sin embargo, sólo su forma humana se manifestaba en aquellos momentos.

Los lobos de Daegu ya se habían percatado de su presencia, pensó. En el bosque, los árboles , los pájaros y hasta las hojas secas del otoño hablaban.

Sus piernas fallaron y el hombre cayó de rodillas. Pocos segundos después, unas sombas lo rodearon de todas las direcciones posibles. Eran ellos, los dueños de las tierras.

Los lobos de Daegu.

Namjoon observó al forastero  y dio orden para que sus compañeros frenaran. Hoseok gritó la orden y los lobos se detuvieron ante sus palabras.

—Está herido —Observó el líder mientras su manada rodeaba al arrodillado, acorralándolo. El líder intentó distinguir el rostro del desconocido, más allá de sus ropas desgarradas, la sangre y la suciedad que lo cubría— ¿Quién eres?

—Mi nombre es irrelevante, príncipe. —Respondió, con voz ronca y con un deje enfermizo— Soy el pueblo de Busan. —Alzó la cabeza y Namjoon vio la muerte en sus rasgos. Sus ojos estaban enrojecidos, sus labios pálidos y su sonrisa rota— Por favor...—Alzó sus manos, que habían estado sujetando algo celosamente todo su camino y lo dejó escapar cuando supo que su cuerpo y su vida habían llegado a su fin. Sus dedos perdieron la energía y se abrieron. La criatura atrapada entre ellos voló aleteando con fuerza al hallar la libertad y se alzó, ante los ojos de la manada de Busan. Era una paloma blanca.

Namjoon observó el cadáver del licántropo, en silencio y su manada siguió su ejemplo.

La paloma sobrevoló unos kilómetros hasta llegar a la reserva y descendió buscando la dirección que la llevaría de nuevo adonde pertenecía.

Seokjin observó a la pequeña ave blanca y una lenta sonrisa se dibujó en su rostro.

Todo seguía su curso, pensó.



Con los días, comenzaba a gustarte aquel lugar.

De una forma extraña y perturbadora, te hiciste a la rutina de levantarte con los primeros rayos del sol para ir a entrenar con Hoseok y luego pasar las tardes encerrada en el almacén, aprendiéndote de forma obsesiva las mezclas necesarias para la curación de diferentes tipos de dolencias. Seokjin vigilaba de cerca tus rutinas, anotaba mentalmente tus avances y a veces te preguntabas qué pretendía el lobo colocándote bajo ese tipo de entrenamiento.

En el fondo lo agradecías. La idea de ser una simple protegida, escondida todo el día ahogándote en tu miedo, no te reconfortaba. Estabas más feliz con la idea de fortalecerte, mental y físicamente.

Y porqué negarlo, tu exhaustiva rutina mantenía tus pensamientos apartados de Yoongi.

Hasta donde sabías, él había pasado la fiebre con éxito, se había dejado ayudar por Deliah y ahora estaba bien.

Ese pensamiento hizo ambas, te alivió y te quemó como ácido bajando por tu esófago.

"Las elecciones correctas y fáciles pocas veces suelen coincidir" Te había dicho Seokjin.

Pero a veces se tornaban demasiado difíciles. Como aquella mañana.

Estabas limpiando el cesto de hojas de verbena, apartando las inservibles de las frescas cuando una conversación entre dos mujeres llegó a tus oídos. Las chicas eran primas de Deliah y hablaban de su eroica actuación con Yoongi.

the big bad wolf ;; wolf!btsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora