Había acabado.
Aquella interminable pesadilla finalmente había encontrado su final.
Sin embargo, no era alivio lo que sentías. Sentías mucho más.
Habías vuelto a sentir.
Mientras las celebraciones continuaban, te refugiaste en tu cabaña lejos de la mirada pública.
Jimin estaba de vuelta. A salvo. La guerra había acabado, sí.
Y como si hubieses despertado de un sueño en el que todo se sentía irreal, los recuerdos comenzaron a volver a tu cabeza, y tu estómago se contrajo como si fuese la primera vez que aquellas imágenes cruzaban tu cabeza.
Minji.
La manada de Gwangju.
Choi.
Chen.
Tu cuerpo se deslizó hasta el suelo y tus brazos rodearon tus rodillas, presionándolas contra tu pecho.
Todo aquel tiempo, habías estado convencida de que podrías hacer cualquier cosa, pero no era cierto.
No podías deshacer aquello.
Tu respiración comenzó a hacerse más complicada a medida que aquella angustia se adueñaba de tu pecho y la ansiedad te carcomía.
Tu consciencia, como si hubiese estado sumida en un trance todo aquel tiempo, había regresado con Park Jimin.
¿Qué habías hecho?
De la nada, unos brazos te rodearon, asustándote, pero estabas tan sumergida en aquel episodio de estrés que no encontraste las fuerzas para intentar huir.
Tus lágrimas bajaban por tu mejilla, recordando el pasado como una película que jamás habías visto, incrédula espectadora de ti misma en aquellas últimas semanas.
—Tranquila...—La voz de Seokjin fue un extraño consuelo que tranquilizó tu locura. Sus brazos se apretaron más firmemente a tu alrededor mientras te mecía como su fueses un bebé— Lo has hecho bien. Has hecho lo que debías hacer. —Sollozaste ante sus palabras y él apartó algunos de los mechones de pelo que se habían pegado a tu húmeda mejilla, despejando tu rostro— Estás bien. —Murmuró, presionando sus labios en tu frente— Estarás bien, te lo prometo. —Balbuceaste algo sin sentido, sin fuerzas para hablar y él sostuvo tu rostro entre sus manos con cuidado—Te quiero.
Sus labios se presionaron contra los tuyos en un beso y tú cerraste los ojos sin intentar apartarte. Eras consciente de aquella conexión que te unía a Seokjin. Eras consciente de que sólo había una persona en la faz de la tierra capaz de entender la oscuridad que tu alma albergaba. Y necesitabas aquella conexión para no sentirte miserablemente sola.
No era algo romántico. No tenía nada que ver con la forma en la que Jin amaba a Yoona y a Namjoon o en la que tú amabas a Jimin.
Era algo que no podías describir y tampoco importaba mucho ponerle nombre.
Jin se apartó y conseguiste la fuerza suficiente como para abrazarle, apoyando tu mejilla en su hombro, dejando que aquella herida sangrase todo el veneno que llevabas dentro.
Te limpiaste las lágrimas frente al espejo y te lavaste la cara. Estabas sentada frente al tocador, aplicando algo de maquillaje en tu pálido rostro, mientras Seokjin trenzaba tu cabello con delicadeza.
Afuera, la vida te esperaba.
Tu rey te esperaba.