felicidad de la gente está en cuestiones chiquititas, cuestiones que están al
alcance de la mano. Por ser, cuando me pego un pencacito helado y después me
voy a tirar al pasto, me llegan a dar ganas de gritar de puro gusto, pero si
quisiera tener un auto me tendría que poner a llorar, ¿entendís?
Eva : Es que como voh soy loco, te conformai con todo, no tenís nada, no querís a
nadie.
Huinca : ¿Cómo que no? Quiero mucho más que tú, yo los quiero a todos, ¿no vis
que no le tengo bronca a nadie? Ese es el amor po, no odiar.
Eva : Pero entiende, cabeza de piedra, el hombre necesita a la mujer y la mujer
necesita al hombre.
Huinca : Justo. Y como yo necesito mucho, los quiero a todos.
Eva : (Desorientada) Contigo no se puede hablar, estai muy loco. (Toma la
cartera) ¿Cómo lo vamos a hacer?
Huinca : ¿Cómo vamos a hacer qué?
Eva : (Insegura) Es que me tengo que ir...
Huinca : Marcha po.
Eva : Pero es que nadie me quiere dejar trabajar en la plaza, si no estoy contigo
un par de días... O sea, hasta que te murai. (Pausa. Esperanzada) ¿Y si voy a
trabajar a la estación? Total, ahí tengo hartos clientes también.
Huinca : Claro, hácelo así.
Eva : ¿Y tú?
Huinca : No po, para qué le voy a ir a hacer empeño yo.
Eva : Te digo que vai a hacer, aturdido.
Huinca : No sé; voy a ir a la plaza, a ver si agarro algún trote.
Eva : Pero ya no te la podís para acarrear maletas.
Huinca : Pero puedo pescar una lavá de autos.
Eva : Menos todavía, ahí tenís que agacharte. (Se encoge de hombres) Bueno, tu
sabrís. Pero no les digai a nadie en la plaza que te deje solo, no seai maricón.
(Abre la cartera) Aquí tengo algo. Yo te paso unas monedas pa’que te vai
Huinca : (Recibiéndolas) Pulento, con esto tengo para pasarlo flor el resto de mi