acompañaba al Cacaraco cuando iba al hospital, después de dos días volvía
sanito.
Huinca : No, si sé que no duele mucho, pero uno está viendo el balde y todas
esas cuestiones. Chis, y encima lo agarran a chuchas a uno. No, yo no voy.
Eva : Entonces, te vai a morir mucho más rápido.
Huinca : Claro, si sé.
Eva : ¿Y no se te da nada?
Huinca : Qué me va dar. Y aunque se me diera, qué iba a sacar con amargarme.
Morirse duele harto, pero quedarse solo duele mucho más, así es que yo sigo
tomando.
Eva : Así vai a durar tres días, la media gracia.
Huinca : Tres días, pero contento, si así es la cosa. (Pausa) Pucha, si yo tengo
mucha suerte, siempre me quise cambiar para el otro lado en verano, porque
todo estaba alegre y tibiecito y uno se puede ir en mangas de camisa. Si la
muerte me empieza a dar en la mañana, estaría flor, porque me aguantaría como
pudiera hasta la tarde y me iría a esperar a ese lugar que te dije... Qusiera estar
allá a esa hora en que el sol se ha escondido recién y parece que todo quedara
inmóvil de repente... ¿No ta habís dado cuenta que a esa hora parece que
alguien los estuviera llamando?
Eva : (Queda mirándolo sin comprender. Luego se encoge de hombros) Cada día
estai más huevón. (Se para, tira las ropas de la cama hacia atrás).
Huinca : ¿Qué vai a saber?
Eva : La cama po, en las casa hay que hacer las camas.
Huinca : Pero esa porquería no es una cama, déjala así no más.
Eva : No, a mí me enseñaron desde niña a ser limpia y ordenada. (Pausa) Y
también que me gusta hacer las cosas.
Huinca : ¿Tuviste casa alguna vez?
Eva : Siempre.
Huinca : Pero yo no te estoy hablando de puterío, te estoy hablando de las otras
casas.
Eva : De esas po... Era una casa que tenía árboles y planta. También había un