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vida. ¿Soy rajá voh, ah?
Eva : No tengo más, acuérdate que anoche te tuve que baldear las tripas con
vino.
Huinca : No, si está bien. Cada uno da lo que puede, y eso es igual que darlo
todo. (Trata de estirarse) Pucha que ando tieso, parece que me hubiera
penqueado con cemento... ¿Tu no vai a volver, no es cierto?
Eva : No, a qué. ¿Y tú?
Huinca : Si no gano unas monedas para la hospedería, voy a tener que venir a
dormir aquí.
Eva : Claro. Vámonos. (Salen).
El mismo escenario, la tarde del mismo día. El único cambio es que sobre el
remedo de cómoda hay una bolsa de malla llena de paquetes, y encima del cajón
que hace de velador, se ve una botella de vino, que ha sido abierta. El Huinca
está sentado sobre el camastro, tratando de dibujar un mapa en el suelo con un
palo. Eva se pasea por el cuartucho, mirándolo todo con gran atención. Viste de
distinta ropa. Su cartera –una alevosa agresión al buen gusto- sobre una de las
camas.
Huinca : ... Tendriai que empezar a andar por aquí (Señala con el palo), porque
por ahí la calle se empieza a ensanchar, fíjate y va dar justo ahí... (Mirándola)
¡Pero póneme atención po!
Eva : (De buen talante) Si te estoy oyendo, habla nomás.
Huinca : No, no me estai oyendo. Desde que llegaste que te veo pensando en otra
cosa. ¿Qué te pasó?
Eva : Nada. Falta poco para las fiestas.
Huinca : ¿Y eso qué tiene que ver?
Eva : Nada. Siempre que se acerca alguna fiesta, me duele más fuerte lo que no
he tenido nunca. (Pausa) Pero a lo mejor nos es porque se acerquen las fiestas, a
lo mejor es por alguna de las cosas que me dijiste en la mañana; a veces pasa
así, hay palabras que se meten por donde una tiene cosas escondidas y las hacen
salir... Pero tú soy muy poca cosa, soy muy ignorante, qué saco con explicarte.
Huinca : Bueno, ¿viniste a ofender o viniste a acompañarme?

El loco y la triste Donde viven las historias. Descúbrelo ahora