Capítulo 23.

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Pov Lena.

Estaba hecha un burrito debajo del chorro del agua, hace rato que ha dejado de salir caliente y ahora sale congelada pero no me importa. Hace como una media hora o quizá una hora entera que no puedo sentir nada, ni si quiera puedo ponerme en otra posición que no sea la fetal. Me siento sucia, me siento traicionada, dolida, y siento que me falta algo, algo por lo que he luchado tanto desde casa y que al final ha acabado con migo. Hoy ha sido uno de esos días en los que era mejor no levantarse de la cama, si ya acabé mal ayer ¿por qué cojones me he tenido que despertar hoy? Habría sido mejor haberme quedado en coma, así por lo menos no sentiría que he defraudado a todo el mundo... Normalmente me suele relajar el cambio de agua caliente a agua fría, me encanta esa sensación de ardor y de repente como si te cayeran un millón de cubitos de hielo y enfriara todos tus músculos. El agua fría suele des agarrotar mis músculos pero hoy no, hoy nada sale bien. Los músculos de mis brazos arden de estar tanto tiempo en la misma posición y los de mi cuello pegan pinchazos seguidamente. Pero a pesar de todo eso no puedo descruzar las piernas ni estirarlas para cambiar de posición, lo único que he podido ha sido quitar los brazos de las piernas y ponerlos alrededor de mis pechos desnudos. Unos suaves golpes suenan en la puerta, intento decir que pasen pero mis labios no se mueven, ni si quiera puedo abrir la boca. Oigo como se abre la puerta y unas pisadas acercándose. Abren la mampara de la bañera y unos brazos tatuados aparecen, la gente se podría confundir con esa descripción porque Kian también tiene tatuajes en los brazos o incluso podría ser otra persona con brazos tatuados que se haya colado en mi cuarto para intentar robarme, pero no, esos brazos son demasiado conocidos como para ser de un desconocido y con tatuajes para nada parecidos a los de Kian. Skate se sienta en el suelo y queda a la altura de mi hombro, me mira por unos segundos y después alarga su brazo, cuando creo que me va a tocar su mano cambia de rumbo y apaga el agua. Los escalofríos no tardan en llegar y me estremezco haciendo que mi cuerpo en contra de mi voluntad se haga todavía más volita. Skate se apresura a coger una toalla e intenta ponérmela pero parece que le es complicado porque al final acaba mojando la toalla y la tira de mala forma al lavabo y coge otra seca.

- Lena, mi amor, tienes que ayudarme ¿Vale? Te voy a sacar de la bañera y no puedo hacerlo si cada vez que intento ponerte la toalla te alejas, cielo. - no sabía que me había movido, no quiero alejarme de él, quiero que me abrace y que me diga cosas bonitas en un tono dulce como está haciendo ahora, pero ni si quiera puedo mirarle de frente, mis ojos están perdidos en algún punto de la pared y todo los movimientos que le veo hacer es por el rabillo del ojo.- Vale, cielo, voy a intentarlo otra vez ¿de acuerdo? - y seguido de eso la toalla cae por mis hombros envolviéndome entera.

Acto seguido sus brazos me atrapan y me levantan de ahí. No sé cómo lo ha conseguido, a mi madre le ha costado mucho meterme en la bañera, ni si quiera sé si ha sido ella o Kian pero el caso es que cuando me he dado cuenta he pasado de estar en los brazos de mi hermano a estar sentada bajo el agua caliente. Skate me deja suavemente en la cama apoyada en las almohadas y en los cojines de decoración y después se aleja, camina hacia mi maleta y saca algo de ropa, creo que ha sacado mi pijama de enferma, es un pijama muy calentito que tengo que solo me pongo cuando estoy de bajón o cuando estoy enferma, puede que sea una tontería pero me hace sentir mejor enseguida. Noto cómo se hunde el colchón a mi lado derecho y después unas manos frotando mis brazos por encima de la toalla.

- Vale, cielo, voy a quitarte la toalla. No te enfades ¿vale? No quiero que pienses que me aprovecho para ver otra vez ese precioso cuerpo. - dice con una suave risa al final de la frase.

Sé que intenta hacer que me sienta mejor, ayudar, pero no puedo ni si quiera girar la cabeza para mirarle. Me gustaría decirle que no me importa que lo haga, que no tenga miedo de tocarme como lo está haciendo ahora con manos temblorosas y que prometo no volver a meterme con él por ser un pervertido que intenta cada dos por tres tocar mi abdomen por debajo de la camiseta. Es una de sus manías, siempre lo ha hecho y me encantan sus caricias así que nunca me ha importado, nunca salvo cuando lo intenta hacer cuando estamos en público que fue cuando le llame pervertido y que es a lo que se refiere ahora. Noto una lágrima caer por mi mejilla y mis ojos se llenan de ellas como si mi vida dependiera de ello.

Tú, mi peor pesadillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora