Tattoo Craft.

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Ese chico de ojos avellanas, tan tímido y tan callado. Siempre parecía no prestar atención al exterior pero la verdad era que simplemente no podía estar presente en algo más allá que no fueran sus propios enigmas trazados en trozos de piel.

Gerard sonreía cada que la campanilla del local sonaba. Era un gran artista que amaba hacer diseños para la gente que quisiera adentrarse al mundo de la tinta. Con ellos, logró comprar un gran local y contratar a tres grandiosos tatuadores que eran verdaderos maestros con la máquina.

Bert, Robert y de último pero no menos importante y más codiciado, el pequeño Frank.

Aquel chico era un verdadero rompe cabezas. Nadie nunca lograba hacerlo decir una palabra, y no es que no quisiera, solo no podía. Nadie nunca podía hacerle escuchar sus plegarias, y no es que no quisiera, solo no podía.

Frank había llegado a su negocio un día cualquiera junto a Linda Iero, su madre, quien aseguraba que su pequeño retoño era un verdadero tatuador. Al principio no le creyó pero después de obsérvalo a detalle, se dio cuenta que los ojos del castaño brillaban con tan solo ver las diferentes máquinas y tintas. Los trazos que el ponía en disposición de los clientes y su manera de admirarlos como obras maestras.

Decidió darle una oportunidad.

Un cliente fue suficiente para quedar enamorado de esas manos llenas de historias que pronto supo, fueron partícipes de las mayorías de obras en su piel misma.

Y aunque aún no estuviera del todo convencido sobre la independencia de alguien que resultaba ser sordo mudo, Gerard creyó en la autoridad que tenía el castaño hacia su mente misma en torno a su creatividad para hacer grandes obras.





La campanilla sonó indicando una visita. Gerard alzó la vista viendo a Linda entrar y saludarlo.

- Buenos días, Gee.

- Buen día Linda.

- ¿Dónde está?

- Terminando una cita de hace dos horas. Sale en diez.- Le indicó. Ella asintió sonriente haciendo una mueca de sorpresa al recordar algo y sacar de su bolso un sobre.

- Los gastos del mes.- Gerard tomó este sin mucho interés.

- Claro. Sabes que no hay problema alguno.

- Lo sé. Solo que quiero que Frank no parezca una carga para ti.

- No lo es.- Aseguró.- Oh no... Frank es el mejor tatuador que tenemos y lo digo entre tú y yo que si no me causa una bronca.  Pero, lo digo enserio. Hacer la despensa para él no me causa conflicto. Al contrario, vivimos en el mismo edificio, y por lo tanto, es muy fácil para mí pasarme por ahí.- Aseguró. Linda suspiró más tranquila ambos oyendo como la puerta de uno de los salones se abría, dejando ver a un joven con el brazo envuelto en plástico, satisfecho y sonriente.- ¿Listo, Robbie?- Le sonrió el pelirrojo.

- Como siempre, trabajo impecable.- Admitió, yendo hacia él y entregándole el dinero restante. - Nos vemos en la siguiente.- Gerard asintió guiñándole el ojo.

- Así será.- Los tres vieron al joven retirarse y esperar a que la puerta se cerrara. Luego linda se volteó enseguida hacia dónde el castaño estaba quien tenía la mirada baja. Corrió hacia él y le abrazó enseguida. Frank hizo una mueca y soltó un pequeño chillido parecido al de un ganso. Se tapo la boca enseguida mirando a Gerard quien solo le sonrió.

- Tranquilo, Frank. Está bien, es algo que no se puede evitar.- El tatuado hizo señas enseguida haciendo al pelirrojo soltar una pequeña carcajada.- Calma corre caminos. Soy nuevo en eso de las señas y no entiendo tan rápido.- Frank alzó las mando apenado e hizo un "lo siento".

Smut.., FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora