Spicy Strawberry.

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Dedicado a sxfway_, ganadora del mini concurso de adivinanza en la historia de "Embarazado"; espero que lo disfrutes(n):

La maleza salvaje de sus ojos, volcó cada uno de sus sentidos. Era como un terremoto, removiendo cada parte de su ser, hundiendo su cordura, quedando solamente su irracionalidad. Le dominaba el deseo, el delirio, la pasión. Ya no era quién había salido de su casa con una pequeña corona de flores púrpuras, suéter de lana y pantaloncillos de algodón. La sangre que escurría por sus muslos, muestra del arrebato de su inocencia, demostraban que jamás volvería a serlo. 

La grandes ramas, las hojas caídas. La inmensa altura liada de los árboles de medio bosque, con el frio envolvente de los salvajes cambios de ambiente invernal. Era la época, todos lo sabían. La época en donde aquellas bestias, de fuerza sobre humana, cuyo éxtasis hacía a sus afilados colmillos brotar de entre sus encías, listos para sostener el cuello del cervatillo entre sus garras, salían en su búsqueda, ejerciendo su autoridad, de cazar a sus omegas. Esos pequeños seres, delicados, suaves, casi esponjosos, con ligero aroma sublime que enloquecía a las bestias del señor. 

Nadie sabía realmente como es que aquellos seres casi mitológicos habían empezado a existir. Antes de ellos, la tierra solo era poblada por simples humanos sin capacidad especial, sin característica inusual. Comunes. Así fueron llamados a medida que las bestias fueron apareciendo y los cervatillos evolucionando. En la actualidad, recibían el simple nombre de "betas", apodando a las bestias alfas y a los cervatillos omegas. 

Debido al desastre que se volvía el controlar el temperamento anormal de los alfas, como una comunidad, las tres extrañas jerarquías decidieron, que debían separar sus mundos. Ya no podían seguir conviviendo unos con otros ante la falta de humanidad de las bestias a la hora de cazar, y el contradictorio  juicio de los omegas a la hora de llegar a ser cazados, como cada invierno, en donde, como un acuerdo, los omegas maduros y listos para ser cortejados, se exponían en el centro del bosque endulzante, conocido así por ser parte del hogar de los cervatillos frutales, los preciosos omegas. 

Acorde a la solución de mantener la paz de la tierra, los alfas acordaron ocultar sus instintos animales en las montañas del norte, donde eran los únicos con tal capacidad sobre natural de soportar dicho ambiente hostíl. Solo bajarían cuando sus instintos lo requirieran, para buscar a un omega cuyo dulzón aroma les llamase, decidiendo así hacerlo suyo con la marca de unión y llevarselo con orgullo para volverse una familia, o así mismo, darse un buen pulvo, rompiendo su pureza y posibilidad de volver a ser un cervatillo con olor, obligados al destierro por culpa de los deseos impulsivos de los alfas que solo se dejaban guiar por el deseo carnal del dulce aroma, que al final no resultaba ser el correcto. 

Pobre desdicha de aquellos omegas. Malditos aquellos alfas despiadados que osaban romper su ilusión. 

Él lo sabía. 

La temporada había llegado cuando más lo necesitaba. Ya podía sentir el calor emanar su cuerpo, estremecer sus entrañas, empalmando su polla ante el deseo de entrar en un nuevo cervatillo. 

Era una bestia. Un monstruo real. 

El poder de los alfas era monumental, tanto que entre sus propios miembros ejercian la autoridad por medio de la fuerza, destresa y agilidad. Supervivencia del más apto. 

Frank, era hijo de uno de los alfas más viejos y temidos de la comunidad de las bestias. Un monstruo de pelo castaño, ojos avellanas, facciones perfiladas y duras con sonrisa gatuna. Podría parecer, que era mentira. Que no existia la falacia de que aquel hombre, de una estatura baja, podría ser tal bestia de la que los rumores hablaban. Aquel que amaba ir a las caserías de invierno con el afán de buscar algún mango dulzón, alguna cereza madura, algún limón ácido, con el vil y único propósito de robarles la dignidad, la inocencia y pureza que arrebataba sin culpa para después con gesto despreocupado y pose relajada, agitara la mano en negación. 

Smut.., FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora