Alpha.

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El corazón le palpitaba con fuerza cada vez que sentía aquella pesada y fuerte sensación cerca suyo. Se llenaba de miedo pero también de una seguridad tremenda. Quería creer que solo eran imaginaciones suyas, sin saber, que aquello solo sería el inicio de algo único y maravilloso.





La luna llena, un lobo que aúlla con la fuerza entera proporcional a la capacidad de sus pulmones, el dolor que se extiende como el fuego y una desgarradora pasión que le destroza la vida.

Sus ojos se abren viendo la luz del día que se cuela por su ventana. De nuevo está empapado en sudor, de nuevo ha soñado con ello.

No recuerda cuando dio inicio a esos extraños sucesos proyectados en sus sueños. Solo sabe que cada vez que eso pasa, despierta alterado con un pesado y abrumador sentimiento en el pecho, empapando su cama con su sudor e hiperventilando.

Sus ojos estaban rojos cuando se vio al espejo una vez más en calma, lavando su cara en el baño mientras veía como las ojeras bajo sus ojos iban creciendo.

Pensó alguna vez que aquello se había detenido, aunque más bien la respuesta correcta es que esos sueños redujeron cuando Bob estaba con él.

Oh Bob, si tan solo no hubiera huido. Si tan solo hubiera mostrado un poco más de interés. Aunque por dentro estaba agradecido, su compañía le hacía dormir en calma aunque era solo eso, dormir. Las noches de entrega eran escasas y las pláticas muy contadas. Las palabras que intercambiaban eran apenas significativas. Solo era cuestión de tiempo para que el rubio se hartara.

Bueno, fue bueno mientras duró, piensa.

Una foto, la única de hecho, reposaba aún en su cómoda. Bob se las había tomado una noche en su primer y único aniversario. La mantenía aún como un recuerdo y aveces le ayudaba a conciliar el sueño, acordándose de las veces que el chico, un buen chico, se levantaba en las noches arrullándolo para que pudiera conciliar el sueño.

Su pesadilla, su sueño. Esas imágenes que siempre pasaban como película en su mente. Y no es que fueran malas, pero los sentimientos que llegaban a él con ello, le hundían quitándole el aire.

Esa mañana no era mejor. Se dio cuenta de que el reloj marcaban sólo quince minutos de tiempo libre para poder llegar a su clase. Estudiaba música y tres días a la semana por las tardes, trabajaba en una veterinaria bañando perros. No le dio tiempo de nada más que cepillar sus dientes y colocarse su sudadera junto a sus tenis para salir de su pequeño apartamento que apenas podía pagar al mes.

Enseguida estuvo fuera, una sensación algo extraña y abrumadora le siguió.

Sintió una presión en el pecho, decidiendo que lo mejor sería ignorarla y continuar su camino. Entonces paró en una calle donde el semáforo estaba aún en verde. Las personas se acumulaban en dos direcciones distintas, esperando su turno para cruzar la calle apenas pudieran hacerlo, levantando la mirada por alguna razón que lo impulsó hacia el frente, viendo a las personas del otro lado. No había nadie en especial, pero sintió de repente un miedo enorme llenarle, llenándose de igual modo de desesperación. Para cuando se les fue permitido cruzar, sus pies se movieron torpemente, empezando a apresurar el paso, sintiendo cada vez más aquella sensación.

Tenia un mal presentimiento. No solo por el hecho de que faltaba un día para su cumpleaños.- que en cada año, era un mar de histeria-. Enserio sentía que estaba cada vez más cerca de su pesadilla sin saber aún así, su significado. Su respiración se cortó cuando ladeó el rostro viendo de reojo como alguien con capucha negra le iba siguiendo.

Vivía solo en aquel sitio, y por todo su problema emocional interfiriendo en su vida social, no tenía amigos. Era normal entonces, enloquecer cuando descubrías algo como eso.

Smut.., FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora