CHAPTER SIXTEEN.

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La expresión desorientada era tan palpable que hasta la misma afasia prestaba toda la atención al ser que—con las yemas de sus dedos—, apretaba con gracia las blancas sábanas, producto del repelús que amenazaba con tragárselo. Estaba pensando, pensando, y pensando.

¿Qué estaba haciendo? ¿Qué era aquello que llenaba a su mente de arrepentimiento intempestivo? Su otro yo taladreaba sin escrúpulos.

No lo sabía. O tal vez si. Incertidumbre titubeante. Reiterativa.

Luego de ese toque, ese sentir sideral, ese que hacia a su anatomía vibrar sin dominio, las palabras pesaban como la polvareda. Los actos como metal. El raciocinio como plomo. Fin.

Y fue eso, fue la balanza sensiblera que llevó al chico de cabellos marrones a tomar una rápida decisión. Una que lo llevaría a la pesadumbre insomnica.

"Ahora no es el momento" le susurró débilmente a aquél pálido rojizo, alejándose del fanático asimiento, dejando al otro con un deseo duplicado. Y antes de que el rojizo pudiese tomar otra peligrosa acción, el castaño le propuso volverse a ver. En algún remoto lugar, lejos del ojo indagador. Como una cita.

El rostro del rojizo exteriorizaba la ofuscación y emoción hacia tal propuesta. Su dentadura apareció atrevidamente. "tú mandas, bello" concluyó antes de irse exultante cual gladiador.

Y es así como el enfrentamiento había finalizado. Con una cita en la que ninguno de los dos sabrían qué pasaría. Vehemente. Insidioso.

Tyler se encontraba arreglándose. Dando las últimas rectificaciones a su look. Aplicándose una sutil pero agradable colonia o algún producto que atribuyera a su congénita fragancia. Todo un combo ansioso.

Y es que debía prepararse para él, para poder confiar. Para poder sentir que tenía el control absoluto de la situación.

Pero, ¿en realidad lo tenía? ¿Tendría él una simple idea de lo que haría una vez frente a ese ser que destilaba la más osada intensidad? ¿Ante el causante de lunáticos pensamientos, capaces de enterrarlo en una vigilia viciosa?

Se estaba hundiendo cada vez más. Y no había suplicio que lo salvara de su incalculable curiosidad.

¿Qué esperaba obtener de esto? ¿A qué quería llegar?

Sus parámetros tendrían que irse al diablo si tan solo se dejaba llevar por esa mirada, esa que inspiraba a ceder. Cuánta subordinación en un pensamiento.

Mierda, no puedo creer que vaya a hacer esto—se regañó a sí mismo, viéndose a través del espejo, toqueteando sus pardas mejillas—. Lo que hago por ese maldito egocéntrico—se golpeteaba, tratando de convencerse de que todo era un sueño infantil.

Se detuvo, petrificado ante el momento, ante la vesania de sus espejismos inmateriales—no lo olvides, Tyler—se apuntaba a sí mismo—. Él es un idiota, tú eres más listo—sus labios entraban en un temblequeo al nada más considerar repetirlo—. No te dejes llevar por esa estúpida, pedante y torcida sonrisa—su gesto feroz sólo aseveraba que aunque el ser de cabellos rojos era una molestia a su existir, él estaba más que excitado de verlo.

Y no estaba listo para admitirlo.

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El sol anunciaba su despedida. Las nubes cada vez se enmascaraban con la elegancia de la noche. Las estrellas empezaban a componer su poesía. Primor. Nebulosidad. Excelsitud en un sólo panorama.

Y entre toda esa órbita complaciente se encontraba una persona admirando esta. Sentado, en un bello restaurant al aire libre, aguardando por su cita.

PANDØRA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora