Capítulo 5. El cáliz de fuego

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  Era increíble que uno de los mejores jugadores de Quidditch del mundo estuviese allí, en Hogwarts. Y al parecer no era yo el único que lo pensaba, la comadreja estaba todo alterado proclamando su admiración a Krum. También había unas chicas de sexto buscando un pintalabios para obtener un autógrafo. Qué penoso.
  Al entrar al Gran Comedor nos sentamos cada uno en la mesa de nuestra casa y los de Beauxbatons decidieron por su propia iniciativa sentarse con los de Ravenclaw y miraban a su alrededor con aire despectivo. Como si su colegio fuese mejor...
  Los de Dumstrang estaban en la puerta esperando. No sabían muy bien dónde sentarse. Vi como Weasley estaba nerviosísimo porque quería que Krum se sentase en su mesa pero ellos decidieron sentarse en la nuestra.
  Crabbe y Goyle me miraron y sonríeron como bobos al ver a Krum acercarse. Yo miré hacia la mesa de Gryffindor y la cara de fastidio de la comadreja provocó en mí una gran sonrisa.
  Entraron los profesores y Dumbledore  dio uno de sus discursos, inauguró la cena y el hambre se apoderó de mí.

  Una vez limpios todos los platos, Dumbledore volvió a levantarse y todo se quedó en silencio.
  —Ha llegado el momento, El Torneo de los tres magos va a dar comienzo. Me gustaría pronunciar unas palabras antes...
  —¿Crees que Potter intentará participar en el torneo? —comentó con desagrado Blaise.
  —Seguro, le gusta la fama demasiado —contesté con rabia.
  —... Todo el que quiera proponerse para campeón tiene que escribir su nombre y el de su colegio en un trozo de pergamino con letra bien clara, y echarlo al cáliz. Los aspirantes a campeones disponen de veinticuatro horas para hacerlo. Mañana, festividad de Halloween, por la noche, el cáliz nos devolverá los nombres de los tres campeones a los que haya considerado más dignos de representar a sus colegios. Esta misma noche el cáliz quedará expuesto en el vestíbulo, accesible a todos aquellos que quieran competir.

  Una vez soltado todo el discurso y desvelado el cáliz, no teníamos nada más que hacer allí así que nos levantamos y salimos.
  Pasé la noche soñando, otra vez, con Hermione, me desperté muy tarde, otra vez, y cuando me levanté la almohada estaba empapada, otra vez. Necesitaba ayuda, necesitaba a Hermione.

  El Gran Comedor había cambiado, ahora estaba decorado con su habitual decoración de murciélagos y calabazas luminosas.
  Estábamos todos muy expectantes por la selección y para pasar la tarde tranquilo fui a la biblioteca a acabar mis deberes de pociones y así ver a Hermione.
  La biblioteca estaba vacía, no estaba ni la señora Prince así que me senté en la primera mesa que pillé y me puse con pociones.
  —Hola, Malfoy, ¿como tú por aquí? —era Hermione, que tal y como yo imaginaba venía a la biblioteca. Me puse tan nervioso que se me cayó la pluma al suelo.
  —Hola, Granger, estoy haciendo pociones. Tú te pasas aquí mil horas al día, ¿por qué te parece raro que yo esté aquí un rato?
  —Porque en unas horas es la selección. Además, tú últimamente también pasas aquí mucho tiempo. —Hermione dejó sus cosas en la mesa y se sentó a mi lado. A mi lado. Recogí la pluma y la miré.
  —No sabía qué hacer hasta esta tarde, Snape es muy estricto y la poción que vimos el viernes no acabo de aprendérmela.
  —¿La solución reductora? Es fácil.
  —Claro, es fácil para ti que eres una genio. Pero para el resto de seres humanos es complicado.
  —No soy una genio, solo sé hacer todo esto porque, como bien dices, paso aquí mucho tiempo. ¿Necesitas que te ayude?
  —Gracias —asentí complacido.

  Hacía un rato que se había ido Hermione. Creo que nunca había sido tan feliz. Mientras me explicaba había podido captar su aroma, olía como los dioses. Me había venido tan arriba que le había revelado el por qué de mis insultos, y ¡me había perdonado!
  —Granger, yo... Tengo que decirte una cosa —estaba muy nervioso.
  —¿Qué sucede Malfoy? —preguntó con interés.
  —Yo... Quería pedirte perdón. Nunca te he odiado y no quiero que pienses eso. Disculpa todos mis insultos.
Hermione se quedó sorprendida.
  —Malfoy no entiendo nada, ¿es que acaso el hecho de llamarme "Sangre Sucia" lo decías porque sí?
  —Yo nunca te he querido molestar.
  —Pues no parece eso cuando te metes con Ron, Harry y conmigo todo el tiempo —ella estaba molesta, creo que no me creía. Tenía que ser totalmente sincero con ella, la miré fijamente a los ojos y me quedé absorto con ellos, eran lo más bonito que había visto nunca.
  —A ver, Granger, Weasley no me cae bien, es un patán y el odio es mutuo. Potter no me gusta porque se pasa la vida buscando llamar la atención. Y en cuanto a ti, no te odio, nunca lo hice. La única razón por la que te tengo que insultar, es que mi familia da mucha importancia al estatus de sangre. Si mi padre se enterase de que simplemente me llevó medianamente bien contigo, me mataría. Lo entiendes, ¿verdad?
  —Lo entiendo, me da pena por ti, pero lo entiendo. Y es verdad que Ron a veces es pesado pero Harry no quiere llamar la atención, es solo que tiene mala suerte y todo le pasa a él.
  —Entonces, ¿me perdonas? —pregunté esperanzado.
  —Sí, claro que sí —me contestó sonriendo—. ¿Crees que podríamos ser amigos? —me preguntó tímidamente.
  Sentí que me mareaba, "amigos" . Hubiese pagado por ser amigo de Hermione y ella misma me lo había sugerido.
  —Claro, sí, por supuesto.

  Bajé a cenar aún pensando en mi encuentro con Hermione. Quedamos en vernos en algún otro momento a escondidas del resto ya que no queríamos que nadie se enterase de nuestra amistad. "Nuestra amistad" sonaba tan bonito.
  Llegué al Gran Comedor en el momento justo para empezar a cenar.
  —¿Dónde has estado toda la tarde Draco? —me preguntó Theo al verme llegar.
  —Por ahí —contesté secamente mientras me sienta a su lado.
  —Has estado con Granger ¿verdad? —me susurró Theo en el oído—. Y no te molestes en buscar excusas, te veo como la miras, como te quedas absorto como si ella fuese lo más preciado del mundo. Draco, ella te gusta. Admítelo y deja de esconderte de mí —Theo se puso serio, había llegado el momento de decirlo todo.
  —Yo ya lo he admitido, hace mucho tiempo. Que no quisiese compartirlo es otra cosa. Y sí, he pasado la tarde en la biblioteca con ella, le he pedido perdón por todos estos años, ella me ha perdonado y hemos quedado como amigos—. La cara de Theo era un cuadro. Pero sonrió.
  —Enhorabuena colega, es un primer paso. Pero tu padre...
  —Ya le he contado eso a Hermione y lo mantendremos en secreto —Theo asintió conciliador y entablamos conversación con Blaise y con Pansy.

  Terminamos de comer y la comida desapareció. Dumbledore se puso de pie.
  —Bien, el cáliz está casi preparado para tomar una decisión. Según me parece, falta sólo un minuto. Cuando pronuncie el nombre de un campeón, le ruego que venga a esta parte del Gran Comedor, pase por la mesa de los profesores y entre en la sala de al lado —señaló la puerta que había detrás de la mesa—, donde recibirá las primeras instrucciones.
  Sacó la varita y apagó todas las velas excepto las de las calabazas.
  De pronto, las llamas de cáliz se volvieron rojas y empezaron a salir chispas. Salió una lengua de fuego y arrojó un trozo de pergamino.
  Dumbledore cogió el trozo, lo acercó a la luz y leyó con voz alta y clara:
  —El campeón de Dumstrang será Viktor Krum.
  Una tormenta de aplausos y vítores inundó el Gran Comedor. Se escuchó a Karkarov bramar "Bravo" mientras Krum se dirigía hacia la sala.
  Los aplausos disminuyeron, el cáliz volvió a ponerse rojo y otro trozo de pergamino salió despedido.
  —La campeona de Beauxbatons es Fleur Delacour.
  Una nueva tormenta de aplausos inundó el Gran Comedor. Delacour caminó hasta la sala y desapareció tras la puerta. La tensión aumentó, venía el campeón de Hogwarts.
  El cáliz volvió a ponerse rojo y lanzó un nuevo pedazo de pergamino.
  —El campeón de Hogwarts es Cedric Diggory.
  Un estruendoso jaleo proveniente de la mesa de Hufflepuff llenó toda la estancia. Todos los alumnos de Hufflepuff se habían puesto de pie y chillaban, gritaban y pataleaban mientras Diggory se abría camino entre palmadas hasta la sala.
Dumbledore tuvo que esperar un buen rato por los aplausos.
  —¡Estupendo! Bueno, ya tenemos a nuestros campeones. Estoy seguro de que puedo confíar en que todos vosotros, incluyendo a los alumnos de Dumstrang y Beauxbatons, daréis a vuestros respectivos campeones todo el apoyo que podáis. Al animarlos, todos vosotros contribuís de forma muy significativa a...
  Pero Dumbledore se calló de repente porque el cáliz estaba rojo otra vez y escupió un cuarto trozo de pergamino.
  Todo estaba en silencio, en espectativa, hasta que finalmente Dumbledore se aclaró la garganta y leyó en voz alta:
  —Harry Potter.
  Lo sabía, sabía que San Potter haría de las suyas. Daba igual lo que dijese Hermione, siempre buscaba llamar la atención.

El sueño repetitivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora