El sueño repetitivo

Capítulo 11. Pareja para el baile.

  El mes de diciembre trajo temperaturas muy frías pero eso no impidió que siguiese quedando con Hermione. Se me ocurrió que podía bajar a las cocinas para así ver a los elfos, a ella le gustaría. Así pues, esa tarde, después de la última clase, me separé de Theo y los demás y me dirigí al pasaje subterráneo decorado con bodegones para ir a las cocinas, en Historia de Hogwarts, el libro favorito de Hermione, ponía que allí trabajaban elfos domésticos que hacían de cocineros. Me acerqué al frutero gigante donde hay una pera, que si le haces cosquillas, se convierte en el pomo de la puerta. Entré.
  Era una sala enorme, casi como el Gran Comedor y estaba llena de ollas y sartenes colgadas de las paredes. Me quedé mirando cuando algo bajito y cabezón se acercó chillando.
  —¡Señor Draco Malfoy! ¡Señorito Malfoy! —y la figura bajita se acercó lo suficiente para que la reconociese...
  —¡Dobby! ¿Qué haces aquí? —estaba vestido con un gorro, que en realidad era la tapa de una tetera, con insignias, una corbata con dibujos de herraduras, unos pantalones pequeños y dos calcetines, diferentes entre sí. Me alegró mucho que estuviese allí.
  —El profesor Dumbledore me ha contratado —se encogió y empezó a temblar—. Señorito Malfoy, yo le he fallado... —se le empañaron los ojos y comenzó a darse golpes con una cuchara que había por allí.
  —Dobby, ¡Dobby! Para. No me 
has fallado, me alegro de que seas libre aunque se hace raro estar en la Mansión sin ti.
  —Pero señorito Malfoy...
  —Potter hace muchas cosas que no me gustan pero, aunque le odié en el momento, hizo bien en liberarte. Mi padre es odioso y te trataba muy mal. Cuanto más lejos estés de él, mejor.
  —Gracias señorito Malfoy —dijo haciendo una reverencia. Le di una palmada en la cabeza. Y, en ese momento, se me ocurrió una brillante idea, al elfo le encantaría ver a Potter, al fin y al cabo San Potter le liberó.
  —Dobby, una amiga mía, vendrá y te traerá una sorpresa. Pero necesito que me prometas una cosa.
  —Lo que sea señorito Malfoy.
  —No puedes decirle a nadie que ella y yo somos amigos. Tampoco digas nada sobre mi padre, ya sabes que los asuntos tenebrosos son peligrosos. Tanto para ti como para mí.
  —No se preocupe...
  —Y por Merlín, nada de "señorito", ya no soy tu amo —me estaba poniendo enfermo.
  —Sí, señorito Malfoy —asintió mirándome con sus grandes ojos. Me pasé la mano por el pelo y miré hacia arriba con una sonrisa de medio lado. Este Dobby...

  La tarde siguiente, después de Aritmancia, cuando salíamos en dirección al Gran Comedor me quedé algo rezagado y cuando Hermione salió le hice una seña. Eché a andar hacia un pasillo y a los pocos minutos apareció Hermione.
  —¿Qué sucede Draco?
  —Tengo una sorpresa para ti. Debes bajar a las cocinas, ¿sabes dónde es verdad? Pues ve, ahora.
  —¿Qué sorpresa? ¿Qué ocurre?
  —No te lo voy a contar yo. Descúbrelo sola. Es una sorpresa para ti, aunque se podría decir que también lo es para Potter...
  —¿¡Para Harry!?
  —Sí, menos mal que de estas cosas no se entera mi padre... —afirmé. Ella se echó a reír.
  —Gracias Draco. Enseguida voy —me abrazó rápidamente y se marchó. Me quedé sonriente.

  A la mañana siguiente, cuando me acercaba al baño antes de comer Hermione me hizo una seña desde la escalera.
  —¿Qué pasa? —pregunté acercándome.
  —Gracias Draco. No sabíamos que Dobby estaría allí —me sonrió y se marchó tan rápido como había aparecido.

  Esa tarde, estábamos en la Sala Común cuando apareció Snape.
  —Atención —todos nos acercamos a él y guardamos silencio—. Se acerca el baile de Navidad, el motivo por el que se les pidió a los alumnos de cuarto en adelante que trajesen una túnica de gala. Es parte tradicional del Torneo de los tres magos. Sólo irán alumnos a los que se les haya pedido traer la túnica aunque estos podrán invitar como parejas de baile a alguien más joven. El baile será en el Gran Comedor a las ocho en punto del día de Navidad. No me apetece escuchar nada desagradable por parte de la noble casa Slytherin. ¿Verdad Zabini?