Capítulo 17: Los anónimos

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  La mañana siguiente fue catastrófica. Yo estaba acabando con mi tostada mientras observaba disimuladamente a Hermione y se oyó el conocido aleteo de lechuzas y búhos. Una hermosa lechuza negra se posó junto a mí y me tendió una carta. Inmediatamente supe por el sello que era de mi madre. Desaté el pergamino y le di a la lechuza un trozo del desayuno de Blaise que estaba ocupado tonteando con Astoria. Desenrollé la hoja y leí la carta:

Hola Draco, hace mucho que no tengo noticias tuyas, deberías escribirme más a menudo. Espero que estés bien.
Tu padre está algo estresado en el Ministerio y últimamente creo que algo no va del todo bien. Remarco lo que te dije la última vez: tiempos oscuros se acercan. Cuídate hijo.

  Otra vez con lo de los tiempos oscuros, mi madre me estaba empezando a asustar. Cogí un pergamino del bolsillo de mi túnica y esribí una respuesta rápida.
  —¿Ocurre algo Draco?— preguntó Theo.
  —Nada grave... —mi voz se perdió en el intenso batir que se formó en el Gran Comedor cuando una bandada de cinco lechuzas volaron hasta la mesa de Gryffindor, más concretamente al sitio donde estaba Hermione y depositaron bastantes cartas.
  Ambos observamos la escena, Theo asombrado, yo temeroso. No era normal que estas cosas pasasen. En efecto mi temor estaba justificado, algo malo debía poner en esas cartas porque San Potter, la comadreja y Hermione empezaron a alterarse hasta que Hermione se levantó llorando y con lo que parecían heridas en las manos y se marchó corriendo, supongo que a la enfermería. En ese momento me intenté levantar pero Theo me agarró para que no me moviese.
  —Suéltame, tengo que ir— susurré sin dejar de mirar como Hermione huía.
  —¡Es verdad Draco, lo había olvidado! —exclamó de pronto.
  —¿Qué has olvidado?— preguntó Pansy que había observado encantada como Hermione salía corriendo.
  —Decirle a Draco que tiene que ir ahora mismo al despacho de Snape, corriendo.
  —Pero... —intenté protestar.
  —¡Corriendo! Venga, vete— me apremió mientras me guiñaba un ojo. Comprendiendo sus intenciones salí corriendo para buscar a Hermione.

  Recorrí el camino a la enfermería a toda velocidad. Al llegar abrí la puerta con cuidado, al fondo de la vacía sala se oían sollozos. Me acerqué silenciosamente y al descorrer la cortina me encontré a Hermione sentada en una camilla y llorando mientras decenas de úlceras cubrían sus manos.
  —Hermione, ¿qué ha pasado?— pregunté preocupado sentándome a su lado.
  —¡Draco!— exclamó antes de refugiarse en un abrazo.
  —Tranquila Madame Pomfrey curará eso rápidamente— dije mientras pasaba la mano por su espalda —cuéntame qué ha pasado, desde mi mesa no se ve muy bien.
  —Pues resulta— contestó entre hipidos llorosos —que yo estaba esperando El Profeta, para que no me tenga que enterar de las cosas por tus estúpidos amigos— reí y dejé un beso en su frente —. Es verdad, son odiosos. Bueno, esperaba que llegase el periódico pero lo que me ha llegado han sido cartas de gente que ha creído a Rita Skeeter y que me envían anónimos de odio.
  —¡Qué asco más grande de señora, se podría ahogar un mes!— exclamé furioso.
  —Pues un poco sí— contestó triste.
  Giré suavemente la cara de Hermione, limpié las lágrimas que habían caído sobre su cara y deposité un beso en sus labios, ella intentó darme la mano pero hizo un gesto de dolor.
  —¿Cómo ha sucedido lo de las manos?— pregunté.
  —Uno de los sobres llevaba pus de bubotubérculo.
  —¡¿La gente no tiene vida o qué pasa!?— grité furioso.
  —¿Qué ocurre?— sonó la voz de la señora Pomfrey al vernos allí.
  —Se ha derramado pus de bubotubérculo sobre sus manos, Madame Pomfrey— contesté educadamente.
  —¿Cómo se te ha derramado eso a estas horas? Todavía no has tenido clase de pociones— preguntó mientras buscaba en el armario más cercano.
  —Hay gente que cree lo que dicen los periodistas y decide enviar sobres con sorpresa— respondió Hermione con resentimiento.
  —Oh, comprendo, he leído ese... Artículo. —la señora Pomfrey nos miró entrecerrando los ojos. En ese momento me di cuenta de la situación: yo tenía a Hermione abrazada a mí y esa no era una estampa normal
  —Esto... Madame Pomfrey... Si usted pudiese guardar discreción acerca de que yo esté aquí con Her... Con la señorita Granger, nos haría un gran favor— al decir esto Hermione se tensó y se separó lentamente dándose cuenta también de la situación.
  —No se preocupe señor Malfoy, yo soy discreta con mis pacientes. Aunque considero que usted debería irse a clase, la señorita Granger deberá, sin embargo, permanecer aquí mientras dure el efecto de esta poción que va a beber y mientras curo sus manos—le tendió un frasquito con un líquido rosa a Hermione.
  —¡Es cierto Draco! Debes irte a clase. —ordenó Hermione.
  —Pero Hermione... —intenté protestar.
  —Nada de peros. Ve a clase, no me pasará nada. Luego nos vemos.
  Renegando me bajé de la camilla y la besé rápidamente.
  —Hasta luego, cuídate— dije antes de marcharme ante la incrédula pero silenciosa mirada de la señora Pomfrey.

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⏰ Última actualización: Jun 15, 2018 ⏰

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