Capítulo 32

55 0 0
                                    

Después de escribir la carta de desprendimiento al lunes siguiente después de lo sucedido, todo se volvió un caos, decidí desaparecer dos semanas del mundo, de las redes sociales, tomando mi vida como un espectro. Iba a clase pero era un fantasma que caminaba entre pasillos llegando al salón y desapareciendo apenas el profesor hubiera mencionado que podíamos salir, evitando a toda costa que mis amigos y compañeros cruzaran palabra conmigo, caminando directamente a casa sin detenerme a saludar a nadie. 

Estar en mi casa se volvió un infierno, los primeros 4 días me costó dormir en mi cama pues recordaba como dormías conmigo y nos arropabas, ocupando el sillón como única opción, aunque este también tenía recuerdos dolorosos. También evitaba a toda costa entrar a la cocina y al baño a menos que fuera totalmente necesario. Pero aún evitando a toda costa todo, me permití llorar, auto lesionarme mentalmente con mis pensamientos y recuerdos en un intento por sacar de mi cada palabra, cada sensación, cada momento, sin éxito alguno. 

Odiaba haber compartido tanto espacio contigo y durante ese tiempo también decidí que ninguna persona que entrara a mi casa podría avanzar mas allá del pasillo, para no volver a sufrir con los recuerdos. 

Al terminar aquellas dos semanas a sabiendas de que no podría seguir evitando mis propios sentimientos, decidí hacerle frente a mis amigos más cercanos, contándoles todo lo que había sucedido contigo, el porque me había alejado de ellos esas dos semanas y tanto Vero como Omar deseaban venganza, por haberme lastimado de esa forma, por haber sido un cobarde y no ser directo conmigo. Y aunque cada uno atravesaba un dolor diferente nos hicimos compañía y decidiendo entre los 3 olvidar, nos quedábamos todos a ratos en la barra de explanada tomándonos fotos, arreglándome para "que vieras lo que te habías perdido" haciendo que yo soltara improperios cuando me decían que venías caminando con ella. 

- ¡Qué descaro! - mencionó Vero en una ocasión - Ya pasó como 3 veces, si pasa una vez más enserio le voy a ir a dar una cachetada - decía mientras me arreglaba el cabello. 

Solté un bufido. - No vale la pena bonita, ya lo demostró - decía intentando calmarla aunque realmente cada comentario iba dirigido también a mi corazón necio. 

Y sobreviví a las ultimas semanas del cuatrimestre, evitando a toda costa tu mirada cuando nos cruzábamos por los pasillos, regresando a mi cama, comenzando a dormir con una almohada en mi espalda que me hiciera sentir un soporte a todo el peso que venia cargando en mi espalda. 

Con el paso de los días seguí la lectura del Manual para olvidar, entendiendo que la única forma de que pudiera desterrarte de mis pensamientos, era manteniéndome ocupada, por lo que retomé la escritura de mis novelas añadiendo nuestra historia como método de soltura aunque recordar fuera en exceso doloroso, me inscribí a clases de lucha mexica, donde podía sacar a golpes y machetazos el dolor, sin provocarle un daño físico y mental a nadie y siguiendo mis deseos de conocer el mundo, después de haber escrito algunos capítulos de viajes, comencé a hacer un listado de los museos y lugares de la CDMX con tal de visitarlos y hacer un proyecto donde la gente viera que podían conocer su propia ciudad y amarla, un proyecto llamado "Hablando de Museos"  

Al terminar las vacaciones, me miré al espejo por primera vez en semanas. Evidentemente no había una buena imagen mía, mis ojeras eran grandes dejando notar el cansancio que todo el desgaste emocional del ultimo mes había dejado por mi cuerpo, no había una sonrisa, mis hombros estaban caídos y mis ojos apagados, pero me animé diciéndome que este nuevo cuatrimestre estaría mejor, pues no estarías ahí para estropearlo todo con tu presencia. 

Al llegar a la escuela, me inscribí a todas las actividades que mi horario me permitió, entrando a talleres como urban dance, ritmos latinos, jazz y teatro, logrando mi cometido de mantenerme ocupada, las clases de bienvenida fueron tranquilidad y relajación, no había ningún tipo de distracción que me provocara recuerdos y por como habían explicado los profesores las nuevas clases, se avistaba un cuatrimestre genial. 

Sin embargo, ocurrieron los terremotos, haciéndome preguntar de primer momento ¿Qué habrías hecho tú de seguir conmigo? anhelando un mensaje donde preguntaras si estaba bien o algo por el estilo, pero no hubo nada, más que las interrupciones de todo tipo de actividades y un cumpleaños fatal y solitario. Dadas las circunstancias, todos me felicitaron diciendo que mínimo estaba viva..

¡Vaya forma de alentar a la gente el día de su cumpleaños un día después de un terremoto! 

Durante ese tiempo lo único que me molestaba era tu continua presencia en mi Instagram mirando todas mis historias en el momento en el que las publicaba y la razón por la que odie tener una cuenta publica en ese momento, pero no tener noticias tuyas me fue de mucha ayuda. Así que ese tiempo me sirvió para continuar escribiendo nuestra historia y terminarla, aunque decidí no publicarla aun por llevar nuestra historia íntima de por medio. 

Pero entrando a clase mi faceta de fortaleza y superación se fue al vacío, pues ese martes, durante mi segunda hora de clase, llevaste a tus amigos a su salón el cual se encontraba junto al mío e ibas con ella agarrada a tu mano. 

No pude evitar sentir el golpe en mi pecho ahogándome por segundos, pero logré controlar mi semblante para que no denotara ninguna expresión, manteniendo la vista sobre la pantalla de la computadora que tenia enfrente aunque no estuviera haciendo movimientos con el mouse. 

Sam se dio cuenta de que estabas ahí y miraba en mi dirección preocupado, y tenía motivos para estarlo, pero pareció percatarse de que todo estaba en orden y se giró de nuevo a su computadora, sin evitar mirar con molestia hacia la ventana. 

Una vez que te fuiste, se acerco a mi y me abrazo con cariño. 

- ¿Estás bien?

- Si ¿por? – mentí sintiendo como apenas comenzaba a irse la sensación de asfixia. 

- ¿No lo viste? – preguntó sorprendido, siguiendo con su mirada el pasillo por el cuál se habían ido. 

- ¿A quién? - volteé hacia la ventana deseando con todas mis fuerzas que ya no estuvieras al alcance de mi vista.

- A tu ex

- ¿Era él? – abrí los ojos con sorpresa fingida - Creí que era otra persona - bromeé por lo que Sam trato de reír un poco.

- Si.. si, era él - bajó la voz como si se hubiera quedado pensando. 

- No lo reconocí – le dije – Se ve diferente, como descuidado.. no lo sé, no le presté atención

- Ay Diana – Sam se rió, tomó sus cosas y en cuanto tomé las mías salimos de la clase platicando sobre los trabajos que tendríamos que realizar. Pero eso no quedo ahí. 

Tú me habías visto y durante 2 meses, cada martes y viernes ibas a dejar y a recoger a tus amigos a ese salón, a veces llegaban súper temprano (y a veces antes que tus amigos) tanto que tenía que aguantar verte desde antes de salir de mi otra clase, puesto que el salón donde me encontraba, la ventana daba hacia el descanso donde todos tenían que esperar para entrar a los laboratorios; o llegaban media hora tarde todos juntos, tu agarrando su mano y mirando de reojo hacia mi dirección. 

Las primeras 3 semanas me dolió que hicieras eso, pues yo era consciente que lo hacías burlándote de mi dolor, era obvio, me presumías que estabas feliz y con quién eras feliz, por lo que comencé a salirme para cambiarme 15 minutos antes y a la hora salir corriendo hacia el taller que me correspondía evitando que me vieras a toda costa, pero las últimas 5 semanas la tristeza que sentía se convirtió en coraje, y podía adivinar que Sam sentía lo mismo, pues ya era evidente que no cesabas de regodearte y lo hacías con la intensión de lastimarme. 

Yo sabía que tu novia no lo sabía ¿qué clase de novia deja que su novio se paseé por donde se encuentra su ex? 

Y en cuanto me di cuenta de que no ibas a dejar de hacerlo, comencé a faltar a mis clases hasta que Sam me dijo que habías dejado de subir, por lo que mi coraje subió más.. Realmente lo hacías con el afán de lastimarme, y me dio mucha tristeza porque yo realmente nunca te había dado motivos para aquello y por otro lado sentí lástima, porque si lo hacías por sentirte importante, claramente eras un egoísta y un cretino. ¿Qué ganabas? ¿Qué querías demostrarte? ¿Qué aun me movías el tapete?

Todas esas interrogantes fueron galopándose en mi cabeza junto con los mil porqués que de por sí ya rondaban mermando mi autoestima.

Recuerdos de TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora