«diecisiete»

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—¡Lola! —dice Dam agarrándome y levantándome en el aire—

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—¡Lola! —dice Dam agarrándome y levantándome en el aire—. Hace como mil años que no te veo, loca.

Milagros nos mira desde atrás de él y carraspea; Dam me suelta al toque y se va al lado suyo como perrito faldero.

Pollerudo de mierda.

—Estoy bastante ocupada. Me voy a Bariloche en un mes y estoy grabando un par de canciones, no tengo mucho tiempo libre.

Bueno, lo de las canciones es un poco mentira, onda las estoy escribiendo pero no estoy ni cerca de grabarlas en un estudio todavía.

—¿Cantás? —pregunta Milagros, sonriendo.

—Rapeo. —digo con tremenda cara de orto.

—Ah. —Y se le va la sonrisa.

Negra pelotuda.

Nos quedamos en silencio. Ecko viene al toque (SABELO QUE AL TOQUEEE) con la bandeja con la comida, y mentalmente le doy las gracias porque si fuera por mí ya me habría ido a la mierda. Hace bastante que Dam me venía rompiendo las pelotas para juntarnos porque la última vez que nos habíamos visto había sido en la joda de Duki, tres semanas atrás. Y no daba que le diga que no todo el tiempo, ya me estaba quedando sin excusas. Además no tengo razón para estar enojada con él, la pelotuda y la que tiene la culpa de enamorarse de él soy yo.

—Qué rico, man. —dice Matías mandándose 20 papas de una.

Empiezan a hablar y yo trato de parecer lo más feliz posible aunque por adentro me esté muriendo más o menos. Como rápido para no tener que pasar más tiempo con Damián y la yegua ésta, y apuro a Ecko también.

—Bueno, nos tenemos que ir yendo. —hablo parándome y agarrando a Spallati del brazo.

—¿Ya? Pensé que podíamos ir a pelotudear a la plaza un rato, qué sé yo. —dice Damián.

—Es que mamá y papá se van a Misiones en un rato y tengo que estar en casa para despedirlos. —respondo.

Me voy y ni siquiera lo saludo, y eso es lo que más bronca me da. Porque desde que está la tarada de Milagros, nada es lo mismo con Dam. Encima la idiota me mira de arriba a abajo todo el tiempo, como buscándome defectos, los cuales no tengo porque soy una queen.

—Eu, Lola, ya está, aflojá. —me dice Mati frenándome.

No me había dado cuenta de que estaba corriendo más que caminando.

—Tengo tantas pero tantas ganas de olvidarme de él, Mati. No lo quiero ver más, pero es mi amigo, y no lo puedo dejar así nomás.

—Te lo digo de corazón: para mí, necesitás hablar con él. Decirle lo que te molesta, y quién te molesta. Porque no sos solo vos, a nosotros también nos ve cada mil años por la culpa de la gila de Milagros. Y no sé si sabés, pero el otro día estábamos hablando y me tiró algo como que quiere dejar de competir porque a ella no le gusta. Casi lo mato.

tentación ❀ dam Donde viven las historias. Descúbrelo ahora