VII

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Por primera vez en aňos, mi mente se vió libre de pesadillas que me hicieran despertar agitado, malhumorado o, en los casos más extremos, llorando.
Era algo liberador poder dormir de corrido sin nudos que te ataran al sufrimiento perpetuo. Pude dejarme llevar por los brazos de Morfeo hacia las mareas del mundo onírico con total confianza y placidez, cosa tan mundana para la mayoría de los mortales pero tan extraňa para mí.

Pero lo mejor de todo, es que acompaňando a mi sensación de plena paz, existía otra aún más intensa que me arrulló durante toda la noche. La intensa calidez que sólo la cercanía de otra persona podía otorgar fué el factor decisivo para que mi letargo fuera el más placentero que recordara desde que murieron mis padres.

Aún recuerdo la primera noche sin ellos... Sobretodo sin mamá. Fué la noche más dolorosa, fría y solitaria de mi vida, me faltaban sus palabras dulces, sus caricias en mi cuero cabelludo para hacerme dormir, desde entonces, el latido de su corazón sólo se escuchaba en mi memoria.
Con el tiempo, fuí acostumbrándome a ésa soledad y cama fría que me recibía todas las noches, haciéndome amigo y encontrando en ella una defensa contra la crueldad de la vida.
Como había dicho Hoseok en su mensaje, jamás permití que alguien durmiera conmigo luego del fallecimiento de mis progenitores. Las veces que teníamos relaciones, volvía a mi departamento y dormía sólo, de la misma manera si él quería quedarse... Lo echaba a patadas de mi cuarto. Ahora entiendo un poco más el porqué nosotros dos nos separamos, además de aburrimiento, quizás el pobre Hope estaba frustrado conmigo, lo cuál es completamente entendible.
Cualquiera con dos dedos de frente se alejaría amorosamente de mí, dejándome solo con mis almohadas y mi cama incompartible.

Excepto ése bobo de lindos ojos sonrientes y sonrisa de perfecta curvatura ascendente.

Para ser sincero, la forma en la que me intimidaba era algo anormal. Y cuidado, no es que lo estuviera exagerando por mi limitada sociabilidad con el mundo exterior, pero no podía actuar normal mientras él andaba rondando cerca de mí... Lo cuál parecía ser cada vez más seguido, para desgracia de mis nervios.
Sin embargo, por cada molestia que me causaba, algo bueno podía rescatar de su presencia.

Al abrir los ojos esa maňana, culpa de la luz del sol que se colaba por la ventana y me daba directo en la cara, fuí consciente desde un primer momento de la dichosa y agradable calidez que inundaba mi cuerpo. Definitivamente no quería moverme, las cobijas estaban muy cómodas ésa maňana y la cama parecía haberse convertido en mi pequeňo paraíso en la tierra. Sin embargo, al intentar moverme y no poder hacerlo, me dí cuenta que no eran las cobijas, ni la almohada ni la cama lo que me instaba a no querer ir a trabajar.
Un brazo me rodeaba firmemente la cintura mientras un segundo pasaba por debajo de mi cabeza y se enlazaba a la otra mano justo a la altura de mi corazón. Mi espalda chocaba contra una superficie firme y caliente, la cuál cedía y volvía a su lugar constantemente al mismo tiempo que el suave sonido de un soplo llegaba a mis oídos y se evidenciaba en un cálido aire que chocaba contra mi nuca, siendo expulsado por un par de labios húmedos que rozaban la piel posterior de mi cuello, justo en el nacimiento de mi cabello.

Una de las piernas de Jimin pasaba por encima de las mías, las cuáles estaban levemente flexionadas hacia adelante, mientras su otra pierna se posaba justo entre mis dos extremidades inferiores.

Por todos los dioses... Estábamos haciendo cucharita.

La piel se me erizó por completo al darme cuenta de la muy interesante situación en la que nos hallábamos.
Sé muy bien que tengo el sueňo mega pesado, ¿pero en qué momento había ocurrido éso? ¿Acaso él se movía mucho dormido y por una mera casualidad del destino terminamos así? Desde ya que no creo en las casualidades, mucho menos cuándo podía sentir el para nada pequeňo paquete de Park directo en mi trasero por la posición comprometedora.
En éstos casos, lo más viable es despertar al otro y levantarse de inmediato antes de que las consecuencias escalen a mayores, pero mi curiosidad no estaba dispuesta a dejar pasar la oportunidad de verle durmiendo, después de todo, el reloj en la mesa de luz marcaba las siete de la maňana y yo recién debía entrar a trabajar a las nueve y media. Por ende, me giré con cuidado entre los brazos fuertes que me mantenían en calor, esperando encontrarme con unos párpados cerrados, cerezos húmedos y entreabiertos y un rostro apacible y reflector de paz absoluta.

El Cisne (VMin) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora