CAP (31). Descubierta

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Narrativa: Rose Paige

  Una historia corriente dice que las personas temen expresar sus propios sentimientos, pero yo no lo veo así. Expresar nos sale fácil, lo podemos hacer por medio de la escritura, la pintura, incluso por el baile. Lo que realmente es difícil es expresarte delante de una persona que logra provocar un huracán con tus sentimientos, mostrarte vulnerable y desnudarte ante la persona que amas. Eso es lo difícil, saber que alguien conocerá tu debilidad, que desde ese momento no serás la misma porque ya todas tus máscaras caerán y cuando te mirará, tal vez no lo hará con la misma mirada de antes.

—Qué hermosa es mi mami. —escuché la voz de mi hijo detrás de mí y sonreí justo antes de girarme.

—Gracias, pequeñito mío.—le acaricié la mejilla con amor, viéndolo sonriéndome.

Sus ojos mostraban un brillo especial, y en ese momento me sentí la mujer más hermosa del mundo. Ver que tu hijo me miraba con admiración fue un sentimiento único y definitivamente su mirada quedó grabada en mi mente para siempre.

Intente conservarme la sonrisa y fingí nuevamente. Giré la cabeza hacia la parte derecha donde había un espejo enorme y me miré por una vez más. El vestido color oro apretado se veía maravilloso. La señora Blanco se había superado a sí misma escogiéndome un vestido tan hermoso.

- -Rose, ¿podemos hablar?—dijo Natalia, apareciendo de repente y usando un tono serio.

La miré sospechosa mientras asentía con la cabeza ligeramente.

—Diego, ve por favor al baño a limpiarte los dientes—le dije a mi hijo. —A ver, dime—añadí una vez que vi la puerta del baño cerrándose.

La habitación central del departamento donde se encontraban Natalia y Diego me daba una buena vista acerca de cada rincón, así que fue muy fácil saber cuál era el momento adecuado para empezar a hablar.

—¿Hablaste con Colín?—preguntó directamente.

—No, hablaré con él después de la fiesta del jardín de Diego—suspiré. —¡Ah! Ahora que lo recuerdo, por favor pon ese vestido en esa caja que llevé conmigo hoy. —señalé el vestido que había sobre una silla, el primer vestido de niña que hice. El que le prometí a la compañera de mi hijo.

—Tu pasado no importa más que tu futuro—habló Natalia más seria que nunca. —Alex está en tu pasado, no conviertes a este nuevo hombre también en una parte de tu pasado.

—Te dije que hablaré con él en cuanto acabe con la fiesta de mañana.—repliqué molesta ante su regaño.

—Tuviste tres días para hacerlo, niña—levantó la voz. —¿No te parece raro que sepa su madre y él no? ¿Pensaste que tal vez está preocupado por no saber nada de ti?—intenté interrumpirla, pero me calló de golpe. —Ahora habló yo.—alzó la voz más fuerte que antes. —Espero que te estés dañados, cuenta que hoy acompañarás a un hombre mientras llevas por dentro el hijo del otro.

—Solo lo acompañaré, Natalia.—repliqué, lidiando continuamente con el sentimiento que hace unos días se había apoderado de mí.

—La felicidad no espera por nadie, llega y si estás allá, pues te vas con ella por el mismo tren, sino que esperas hasta que la felicidad regresa... si algún día regresa —añadió molesta, pasando por mi lado y empezando a ignorarme.

-Fuiste tú quien me dijo que él no me convenía y no sé cuántas cosas más y ahora...—negué con la cabeza, pero ella volvió a interrumpirme.

—Ahora entiendo que eres tú quien no le conviene a él. Estás echando a perder una oportunidad de cambiar tu vida, de amar y ser feliz solo por un desgraciado que hace tiempo que te está haciendo llorar.

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