CAP (45). Circunstancias

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   Vida, hazme el favor y dame un día de tranquilidad. ¡Un día!

Después del nacimiento de nuestra hija, María, la vida de todos tomó unos giros bastante difíciles y nuevos.
La madre de Colín se había distanciado notablemente de mí, después de haberme insistido en los últimos tres meses en seguir con mi vida e indirectamente a encontrar a un otro hombre. Así que ahora, cuando pasaba por nuestra casa, se quedaba unos minutos con los niños, después de los cuales desaparecía .

Natalia cuidaba de los niños. ¡Y vaya, qué trabajo difícil le salió!
Mi abuelo seguía con la empresa de Colín y gracias a Dios todo empezó a fluir normal, no teníamos ninguna deuda, ni un contrato sin ser cumplido y ninguna queja. Y yo, yo seguía con mi trabajo, el día me lo pasaba en la empresa de la señora Blanca, para que en la tarde me junte a mi abuelo en la empresa de Colín. Una vez que llevaba a la casa empezaba mi trabajo de madre y por las noches me dedicaba a los diseños. Llegué a dormir unas tres horas por noche, pero aún sentía que podría seguir.

—¡Este es el colmo!—exclamó mi abuelo.

—¡No es ese!—gritó Lana, golpeándose con la mano la cabeza, molesta. —Esa es otra cosa—añadió cruzándose de brazos.

—Mija, no comprendo nada de nada.

Dejé mi bolsa y me dirigí hacia ellos, quienes estaban frente al portátil. Al parecer, Lana lo enseñaba a usarlo y mi abuelo no entendía nada.

—¡Mamá!—exclamó Diego corriendo hacia mí.

—Hola, mi príncipe.—me arrodillé ante él y besé su mejilla, después de la cual me dirigí hacia Lana haciendo lo mismo.

—¿Ahora yo ya no soy tu princesa?—me miró con los ojos entrecerrados. —¿Será que ahora es María?

En los últimos tres meses, Lana y Diego se dedicaron a hacerme una escena de celos en cada minuto que me veían. No dejaban pasar ninguna oportunidad. Por las que intenté explicarles que mi amor para ellos seguía igual, no lo entendía. ¡Cómo necesitaba la presencia de Colín en ese momento...!

La puerta de mi casa se abrió de golpe y todos hemos girado hacia allá. Alex entró nervioso y agitado, poco cordial, gritando como loco.

—¿Qué es eso?—estiró un papel por delante de mis ojos.

Rodé los ojos y me crucé de brazos.

—¿Te crees muy lista?—sonrió sarcástico por unos minutos. —¡Tengo una esposa y un hijo apenas nacido!

—A ver...—pasé por su lado, lentamente. —¿A ti te importó mi situación antes?—pregunté sin darle tiempo a contestar. —¿O cuándo estuve embarazada en tu oficina suplicándote para que me ayudes con Diego o con mi esposo? ¡No contestes! Sabemos los dos que no te importó.

—Me demandaste, perra.—alzó la voz.

—¡Oh! ¿Neta lo hice?—levanté una ceja. —Ahora que estás aquí, hablemos también del efectivo que tendrás que darme mensualmente para crecer a mi hijo.

—¡Eres millonaria!—exclamó.

—Tranquilo, tranquilo, que no se te rompa una arteria cerebral.—sonreí. —Nomas pido mi derecho y por supuesto el de mi hijo.

—No necesites mi dinero, sabes que no tengo nada ahora mismo.

—No me interesa, Alex. Los procurarás, sea como sea, haz lo que debes hacer.

—Rose, ¿perdiste y la última gota de humanidad?

—No, querido, solo quiero verte arrastrado.—me encogí de hombros. -.-Debo admitir que esta vez es impresionante verte preocupado por un hijo tuyo, algo que nunca hiciste con Diego.

—Borra la denuncia que pusiste contra mí. ¡Me demandaste por tráfico de drogas, abuso, y prostitución!

—¿Acaso es algo que no es cierto, Alex?—alce la voz. —Y te me calmas, en esta casa no tienes el derecho de gritar.

—Quieres verme cómo lo estoy perdiendo todo.—negó con la cabeza. -Pero recuerda que el karma te lo devolverá por doble.

— Ahora te toca a ti conocer el karma, Alex. Yo perdí más de lo que podría perder, ahora te toca a ti.

—Rose, vamos a negociar.

La mirada de Alex estaba asustada, estaba cayendo rendido delante de mí. Sí, decidí demandarlo por todo lo que hizo en el pasado.

Poco a poco mis esperanzas en ver a Colín entrando por la puerta bajaron notablemente, así que decidí cobrarle a mis enemigos por el sufrimiento que me hicieron sentir.

—No hay nada que tú puedas ofrecerme a cambio.

—Rose...

—Vete, Alex. Mi decisión no cambiará, nos vemos en al juicio.

Alex negó con la cabeza un par de veces después de lo cual se giró y se fue echando humo. Mi abuelo me miró sorprendido, la verdad yo tampoco conocía ese lado frío y vengador que llevaba por dentro. Había cambiado, mucho.

—¡Listo!—exclamó Lana alejándose del portátil.

—A ver.—habló mi abuelo, acomodándose los lentes y mirando hacia el portátil. —Rosita...—frunció el ceño.

—¿Pasa algo?—pregunté sacándose la chaqueta.

—¿Por qué usas la cuenta de Colín cuando debes hacer transferencia bancaria?

—¿Qué?—levanté una ceja. —Yo no...

Abrí los ojos de golpe y me apuré hacia el portátil, mirando los numero, y definitivamente de ahí desapareció una buena cantidad de dinero. Busque más y quedé asombrada cuando vi un nombre que seguía metiendo dinero mensualmente en esa cuenta. Mejor dicho, dos. Christopher Hammer y Diego Gonzales.

Por mis conocimientos sabía que no existía ningún cliente con esos nombres, ¿pero quiénes son esas personas que conocían la cuenta de Colín?

 Millionaire   ©®   Donde viven las historias. Descúbrelo ahora