Epilogo

20.7K 2.1K 226
                                    


Nunca tuve tiempo para contarte la manera en como brillaron tus ojos cuando naciste. Tú, mi bebé, mi razón para vivir y sobrevivir, fuiste mi debilidad más grande. Nunca imaginé que tu forma frágil llegaría a convertirse en dureza y seguridad.

—Sí, padre, aceptó.


Fueron tantas las veces en cuáles me sentí incompetente, querida hija. Cuando me quedaba mirándote sola en un mundo frío. Te grité desde aquí siempre, pero nunca me habías escuchado y hoy lo entiendo. Tú debías seguir tu camino y yo...no podría cambiarlo porque si lo hubiera hecho, tú no estarías aquí hoy.

Siempre me pregunté por qué el destino decidió alejarnos hasta que por fin entendí. Entendí que yo solamente fui el comienzo, una persona ciega que no tuvo la capacidad de mirar las hojas que caían a tu lado o esos dos ojos azules que en un par de años se convertirán en los ojos del hombre que más amas.

—Acepto, padre.

Nunca pensé que el hermoso chico de cinco años que encontré en el parque cuando tú apenas habías nacido iba a ser el amor de tu vida. Sí, querida hija, fue él quién me regaló su helado para dártelo, en su inocencia pensó que tú podrías comerlo y así dejar de llorar. Yo en ese punto no supe que tú ibas a ser el amor de su vida y que él de la tuya.

La vida me lo sacó en frente varías veces, como para decirme "míralo ahora", porque la vida sabía que yo no podría asistir al momento que tú ahora estás viviendo. El de tu matrimonio.

Te veo desde aquí, querida hija, acompañada por tu ángel guardián que apenas depositó su mano sobre tu hombro, mirándote con la misma ternura de siempre.
Ese vestido blanco te queda de maravilla.

Ahora sé que todo pasa por una razón. Siempre me peleaba con tu ángel guardián cuando él te dejaba caminar sola por las calles oscuras y hasta le grité cuando te enseño el camino del desfreno. Fui tan incrédula, tan limitada, en ningún momento pensé que esa perdición será un día tu salvación.

Siempre quise acariciarle el rostro a mi querido nieto Diego, nunca pude, pero un día un ángel me dijo que tus caricias llevan mi sangre y para sentirme cerca de ti y de mi nieto solo hay que cerrar los ojos. Desde entonces me convertí en el frío viento que tantas veces sentí de repente.

Sufrí contigo y reí a tu lado sin que notes mi presencia. Fui al lado de todos sin que nadie se diera cuenta, pude observarlos y eso me hizo feliz.

Tu vida no ha sido fácil, pero ahora, cuando tu ángel me entregó el papel con tu destino, entendí que Dios escogió lo mejor para ti, pero para esto tú deberías cargar tu cruz, y lo hiciste. Me gustaría mirarte y que me mires, que te abrace y que te hable, pero es imposible.

Hoy estoy muy orgullosa de ti, mi hija, de la mujer que eres, de la esposa en cuál te convertiste en este momento. No creas que no veo las lágrimas de tus ojos, estoy a tu lado, como siempre, borrándolas.

Ayer, hoy y mañana seré a tu lado porque este es el deber de una madre, estar siempre al lado de sus hijos aunque no esté en forma física.

Lo miro y a él, se ve tan feliz a tu lado. Yo sé lo mucho que es. Siempre quiso tener una familia, siempre dudó en tenerla, su infancia tampoco fue color de rosa pero llegaste tú para colorar su madurez.

Deslizo por un momento la mirada de ti y me fijo en Diego y Lana, de verdad que estos dos les darán muchos problemas. ¿Aún no vieron lo evidente?
No se confundan tanto, los años les enseñarán que Lana no es ni la mitad de lo que descubrieron y que Diego...bueno, Diego, ahora que tiene un padre digno de ser seguido, luchará mucho por su amor aunque esto significara romper barreras y empezar una guerra contra ustedes dos.

Y en lo último, pero no menos importante, miró a Maria que estaba entre los brazos de Natalia, sonriéndome y mirándome. Ella aún está en la edad en la cual posee la habilidad de verme, con el tiempo su racionamiento llegará y yo desapareceré de su vista. Pero ella no me mira solo a mí, a su hermano también... y no, no me refiero a Diego... si no, al que aún no se hizo notar, al que apenas lleva unos días.

Como ya no son dos sino uno, que nadie separe lo que Dios ha unido.


Ahora es hora de irme, querida hija, es hora de volar y descansar pero siempre estaré al pendiente de ti y de tu hermosa familia.

"Feliz matrimonio, hija"

Atentamente, tu madre.


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
 Millionaire   ©®   Donde viven las historias. Descúbrelo ahora