Prólogo

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Finalmente el verano había llegado a la Universidad de San Francisco y como ya era costumbre, los estudiantes habían organizado una fiesta enorme para despedirse de sus obligaciones.

Pasadas las 8 de la noche, el gimnasio estaba preparado para la diversión. El comité se había encargado de despejar el lugar y disfrazarlo de acuerdo a la ocasión.

Ya no era un gimnasio, era un paraíso tropical con una enorme pista disponible para bailar y una playa olímpica, en la cual era posible refrescarse. Los postes que una vez habían servido para sostener redes, se habían convertido en creativas palmeras y la tenue luz facilitaba el trabajo de las coloridas luces que ambientaban esa sensación festiva. En torno a la pista de baile se dispersaba una serie de mesas que aguardaban en su superficie algunos bocadillos en cubetas playeras, cocos vacíos que eran utilizados como vasos y demás ingeniosos detalles.

Se había montado una tarima de medio metro de altura en la cual yacía un micrófono en el centro por el cual el animador, que era más bien el buen Billy de la Sociedad de alumnos cuyas habilidades sociales eran impresionantes, proporcionaba algunas órdenes para que los demás pudieran involucrarse a las actividades que se llevarían a cabo, baile, bocadillos, karaoke, votaciones y demás pequeñas fantasías adolescentes.

...

Los invitados no habían sido puntuales, pero nadie había llegado más de dos horas después del comienzo... El ambiente era el de cualquier otra fiesta universitaria, chicos bebiendo ponche, comiendo bocadillos, parejas bailando, grupos de amigos platicando, bromas risas, música a todo volumen y barullo irrefrenable.

¿Qué había salido mal?

Llegadas las dos de la mañana, el reluciente suelo de madera que constituía el gimnasio, estaba teñido por charcos de sangre y cuerpos muertos. La música no había parado de sonar, se mezclaba con los borboteantes chorros de sangre que brotaban de los cuerpos mal mutilados de decenas de estudiantes.

El cuerpo de Billy resaltaba porque era atractivo. Su cabello era rubio y su piel estaba ligeramente bronceada. Sus ojos eran claros, de color avellana y su dentadura era perfecta, resaltaba siempre cuando sonreía o cuando daba aquellos impresionantes discursos convincente. Cualquiera pensaría que su futuro estaba en la Casa Blanca, sin embargo no había futuro brillante que le perteneciera al desgarrado cuerpo que adornaba el centro de la pista de baile.

Esa noche Billy había sido el espíritu de la fiesta, llevaba un short playero y una camisa sin mangas que hacía juego perfectamente. Un collar hawaiano de flores y sandalias, su cuerpo estaba empapado porque al igual que todos, se había lanzado a la piscina. Su camisa estaba rota, producto del arma que había sido utilizada para acabar con su vida, su pecho y abdomen estaban heridos con furia. Eran cortes profundos, descuidados y bruscos. La sangre había brotado libremente fuera de su cuerpo, así como la vida misma, escapando para dejar vacío y muerte.

Billy ya no era el tipo atractivo que preparó la fiesta, era el cuerpo maloliente y amarillento, las pupilas dilatadas cubrían en su mayoría el hermoso iris de sus ojos. Su perfecta dentadura estaba distorsionada en una desagradable mueca de agonía y dientes manchados por sangre.

Billy estaba simplemente muerto, al igual que el resto en la tarima, en las gradas, en las mesas y en la piscina. Billy estaba muerto como todos.

El Crimen de Ailann WoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora