Capítulo siete

37 0 0
                                    

Otro ogro nos abrió la puerta. Físicamente era parecido a Christopher, excepto porque su cabello era rojizo y en lugar de tatuajes tenía piercings. Sólo en su rostro, pude contar más de trece perforaciones. Sus ojos rojos se enfocaron unos segundos sobre el rostro de Sebastián antes de bufar y volver a cerrar la puerta, tirándonosla sobre el rostro.

Nos quedamos en silencio mirando hacia la puerta y hubo una parte de mí que no pudo evitar comentar.-Parece que hay otra persona en el mundo que no cayó en tu encanto.

Sebastián me envió una mirada asesina sobre su hombro y yo lo miré arrogantemente a su vez. Entonces extendió la mano de nuevo y volvió a tocar.

-¡¿Qué mierda?!

El ogro casi arrancó la puerta de las bisagras mientras que la abría de un tirón. Sus ojos cayeron sobre nuestros rostros y comenzaron a brillar. Su voz era como un trueno, ronca, grave, escalofriante.

-Hola Adam

-No hay ningún “Hola Adam” para ti, vete a la mierda Nix, no me interesa lo que qué quieras. ¡Sal de aquí antes de que decida darme un aperitivo rápido y ustedes acaben siendo mi comida!

Sebastián agitó su mano indiferentemente en el aire mientras yo estaba prácticamente cagándome de miedo. ¿Cómo podía estar tan tranquilo?

-Tsk Adam, ¿recuerdas que Dios te puso un castigo de cien eones en los que no habría carne para ti?

El ogro apretó sus labios en una línea de disgusto y escuché el sonido de sus dientes al chocar cuando apretó la mandíbula.-Eso no significa que no pueda masticarlos un rato.

Sebastián sonrió y luego metió la mano en su bolsillo. -¿Sabes lo que tengo aquí?

Adam miró fijamente el puño cerrado de Adam antes de sacudir la cabeza y fruncir el ceño. –No vas a lograr engañarme.

-¿Quién intenta engañarte? Yo sólo quiero que juguemos un poco, tú sabes, adivinanzas.

Los ojos del ogro brillaron y volvieron a dirigirse a la mano de Sebastián. – Agítalo.-Miré mientras que Adam se doblaba por su cintura hasta que su enorme oreja estaba al lado del puño cerrado de Sebastián. Éste último agitó su mano suavemente en el aire y pasaron unos segundos en silencio hasta que la volvió a agitar.

Adam se levantó con un ceño fruncido.

-No suena nada. ¿Es una cucaracha? ¿Una lombriz?

-Naa.-Sebastián bajó su mirada y miró al Ogro a través de sus largas pestañas.- Podría decirte, claro, pero eso sería si me dejaras entrar.-Una sonrisa engreída llegó a sus labios mientras le daba la espalda al ogro y se fijaba en mí. Miré su rostro y levanté una de mis cejas, entonces él se encogió de hombres y se inclinó, besando mis labios suavemente.

Gruñí y traté de alejarme, sin embargo, sus palabras susurradas contra mi boca junto a uno de sus brazos cerrándose alrededor de mi cintura, me detuvieron.-Sígueme el juego, no te muevas de donde estás. Haz como si estuvieras increíblemente interesada por lo que tengo en mi mano.

Entonces se alejó y agitó su puño cerrado cerca de mi oído. Intenté poner una expresión de felicidad y sorpresa cuando por dentro me sentía como una tonta. Hablamos un par de cosas triviales de lo increíble que era lo-que-sea que Sebastián tenía y no pasó mucho tiempo antes de que escucháramos un puño chocando contra la pared y un gruñido animal.

Me di la vuelta para mirar cómo el rojo se había tragado todo el ojo de Adam y él nos miraba como si estuviera a dos segundos de tirarse encima de nosotros. Su puño había hecho un agujero en el cemento de la pared y su respiración era agitada. Lentamente, Sebastián se volvió y lo miró sobre su hombro.- ¿Qué pasa Adam?

Murky MemoriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora