Capítulo trece

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 Terminé de desnudarme y me solté el cabello antes de meterme dentro de la ducha. El agua caliente inmediatamente comenzó a deslizarse por mi piel, relajando los músculos tensos y haciendo que recordara con calma todos los sucesos que habían pasado en los últimos días.

 El Arcángel Rafael se había ido hace poco más de dieciséis horas, pero el ambiente dentro del bar de Marcus seguía siendo tenso. Cuando salimos de la habitación, me había encontrado con que el exterior estaba completamente deshabitado y no había ni un ruido que rompiera el silencio. Le había a preguntado a Marcus sobre qué había sucedido con sus clientes demonios y él me sonrió antes de decir “Rafael los asustó, probablemente no vuelvan a salir de sus habitaciones en un par de años”

 Y luego de eso, cada uno de nosotros nos fuimos a nuestros respectivos cuartos, incluso aunque Marcus medio bromeó y medio habló en serio diciendo que la Accésit tenía que irse a dormir con sus perros del infierno, que estaban amarrados en el exterior.

Sebastián me había dicho que tomara un baño primero ahora que estábamos en nuestra habitación, mientras él se dedicaba a mandar mensajes en lo que parecía tener una apariencia misteriosamente parecida a un celular. Yo no me había negado y había tomado la ropa que Christopher trajo para mí.

 Y agradecía poder tomar un baño. Sentir el agua caliente en mis hombros y mi cabello era una tarea tan cotidiana que me hacía olvidar por un segundo que estoy en algo así como una posada demoniaca mitad club/mitad motel en el medio del purgatorio, tratando de luchar por conseguir mi vida de regreso e impedir que una horda de demonios poderosos se apoderen de mi cuerpo para andar por la tierra libremente, asesinando y aterrorizando al mundo.

 Aún no lo entendía del todo. ¿Por qué yo? ¿Qué puedo tener de diferente que las demás personas? La Accésit había dicho que mi cuerpo era más resistente para aguantar la presencia del demonio dentro de mí por más tiempo, pero eso no impedía que ellos pudieran tomar a cualquier otra persona.

 Sentía como si aún hubiera algo que no me estuvieran diciendo.

 Suspiré antes de tomar un poco del shampoo llamado “Heaven” (irónico, lo sé. Al parecer los demonios tienen un sentido del humor bastante negro)  y frotarlo sobre mi cabello. Un olor a lavanda y a frescura salía de la mezcla y la esparcí por las oscuras hebras hasta asegurarme de tenerlo completamente limpio.

 Entonces comencé a frotar mi cuerpo con el jabón y al terminar, cerré mis ojos y alcé mi rostro para que el agua aclarara todo mi cuerpo.

Escuché la cortina de cristal que separaba la ducha del escusado, abrirse. Cuando saqué mi cabeza del agua y me moví para mirar, unas manos calientes se posaron en mis hombros y mantuvieron mi rostro debajo del agua. –Shhh

 Fruncí el ceño y traté de apartarme, unos labios fríos comenzaron a repartir besos sobre la unión entre mi cuello y hombros y me estremecí como si cientos de corrientes eléctricas bajaran por mi columna. Un jadeo se me escapó y coloqué mis manos sobre las suyas cuando estas comenzaron a deslizarse por mi cintura. –Sebastián, ¿qué…?

 –Shhh

 De nuevo me calló antes de besar mi mejilla. Su olor era especiado, pecaminoso, definitivamente masculino acompañado de un ligero rastro a tabaco. Traté de separarme, nunca había visto a Sebastián fumar, pero de nuevo, no sería la primera sorpresa que me daba.

 El cuerpo masculino se apretó contra mí, empujándome contra las baldosas, mi mente se encontraba nublada y comenzaba a sentir como si lava hirviendo creciera dentro de mi pecho. La lujuria me golpeó con una fuerza tan demoledora que sentí como mis rodillas cedían y hubiera conectado contra el suelo si no fuera por los gruesos y poderosos brazos que me sujetaban.

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