Capítulo catorce

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 – ¿Crees que está bien?

 Escuché el susurro a través de la bruma y la oscuridad. Las voces de hombres se mezclaban, pero era esa voz la única que mantenía mi atención. El hombre que estaba considerablemente más cerca de mí, le contestó. –Vivirá.

 Escuché el suspiro de alivio y luego alguien aplicó algo frío sobre mi espalda. Traté te girarme e impedirlo, porque el dolor era increíble, pero él se negó a detenerse. El ardor corría por toda mi parte de atrás y parte de mis muslos, podía sentir el viento frío en la piel desnuda, mi trasero apenas cubierto por las sábanas.

 Mi mejilla estaba aplastada en una superficie suave y traté de abrir mis ojos para orientarme. El hombre cerca de mí volvió a hablar. –Mi hijo sólo la envenenó con sus alas. Ella podrá comenzar a moverse en un par de horas, las sanguijuelas que estoy colocando en su espalda, van a chupar todo el veneno.

 Ahora entendía qué era lo frío que resbalaba por mi piel. Traté de quejarme para hacerles saber que no me gustaba nada la idea de tener algún bicho asqueroso en mi espalda, pero sólo salió un casi inaudible murmullo de mí. Inmediatamente, mi mano fue agarrada por una mano más grande y caliente. – ¿Lizzy?

Reconocí la voz de Sebastián y traté de hablar de nuevo, sacando pequeños ruiditos de mi garganta. Él cepilló afuera el cabello que caía sobre mi rostro y luego sentí sus labios siendo aplastados contra mi mejilla mientras hablaba contra mi piel. –Tranquila nena, estoy aquí.

Traté de relajar mi cuerpo mientras algún imbécil, que sospeché que era Marcus, seguía colocándome las criaturas babosas sobre mi espalda. Podía sentirlas chupando y adhiriéndose a mí como si tuvieran pequeñas ventosas en su cuerpo, negándose a alejarse de la sangre que estaban extrayendo.

Poco a poco, el tiempo pasó. Sebastián continuó acariciando mi cabello y repartiendo suaves besos en mi frente y mejillas de vez en cuando, incluso se aventuró a rozar mis labios suavemente. Los bichos continuaban succionando mientras un olor horrible como a pescado podrido mezclado con humo, comenzó a llenar la habitación.

–Mierda, ¿qué es eso que huele?

Sebastián también estaba siendo afectado por el terrible olor y casi pude escuchar como las personas salían de la habitación hasta que los murmullos se detuvieron, apenas quedando Marcus y Sebastián conmigo.

–Esto alejara a mi hijo de aquí. Ese pequeño cabrón, no entiendo cómo logró meterse en mi casa sin una invitación. Voy a tener que restablecer el control parental.

Sebastián bufó en voz baja mientras trataba de cubrir el sonido dándome otro beso suave en la mandíbula. Marcus se aceró y sentí más que ver cómo Sebastián era alejado de mí. – ¿Podrías dejar de besar a mi nieta?

Sebastián se carcajeó sarcástico antes de tomar mi mano inerte de nuevo. –Ella no es tu nieta, supéralo Marcus.

Sentí como la mano de Sebastián era arrancada de la mía de nuevo y tuve que morder mi lengua cuando la risa se construyó en mi garganta. –Hombre, tiene mi sangre, ella es definitivamente mi nieta.

El suspiro de derrota de Sebastián me dijo que estaba perdiendo la paciencia, por lo que se mantuvo callado. Los minutos se extendieron hasta que pasó un par de horas y luego pude abrir mis ojos para encontrarme unos ojos rojos muy grandes demasiado cerca de mi rostro.

La sonrisa de Marcus no cabía en su cara mientras dejaba escapar un gemido de ganador.

–Excelente. Creí que ibas a morir.

–Pero dijiste que tu hijo sólo la había envenenado.

Marcus le envió una mirada molesta a Sebastián antes de mirarme de nuevo con sus grandes ojos de demonio. –No quería que estuvieras ametrallando mi culo a preguntas. Asmodeo es un poquito inestable, heredó ese carácter de mierda de su madre… cualquiera de las dos madres que estemos hablando.

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