Capítulo once

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Marcus se inclinó mientras levantaba mi mano al nivel de sus ojos. Sus pupilas volvían a hacer eso de dilatarse y contraerse a voluntad mientras él quitaba lentamente el alga de mi mano y observaba el tatuaje, que por alguna extraña razón, había tomado una coloración dorada en lugar de la típica tinta negra.

Él asintió con aprobación hacia mí y me sonrió. Entonces tomó la muñeca de Sebastián con brusquedad y tiró de ella. Sus ojos miraron los del Nix en busca de alguna queja, pero Sebastián simplemente mantuvo sus labios en una línea apretada de disgusto.

Marcus miró el tatuaje, del mismo tono dorado que el mío. Entonces volvió a asentir y miró a Christopher. –Quedó perfecto. Pruébalo.

Christopher asintió y entonces tomó mi antebrazo entre su musculosa mano. Lo miré levantando una ceja y él me sonrió con travesura antes de sacarme de la habitación y llevarme por uno de los pasillos. Entonces tiró de mi dentro de una habitación y antes de poder detenerlo, me encerró en un armario.

Jadeé y golpeé con mis puños la puerta mientras la oscuridad se cernía a mi alrededor. ¿Qué era lo que estaba haciendo? Él golpeó de vuelta suavemente y lo escuché hablar contra la madera.

- Estate tranquila. Nada va a pasarte, no te dejaré sola ni un segundo. Simplemente estamos probando si el Nix es capaz de encontrarte sólo sintiéndote.

Fruncí el ceño pero inmediatamente me quedé quieta y susurré de vuelta. -¿Cómo va a hacer eso?

-El anillo que Marcus les tatuó permite que sus almas estén unidas y él sea capaz de encontrarte sin importar en dónde se encuentre cada uno. Si el Nix no puede encontrarte aquí, en donde estamos en la misma casa, significa que el intento de unión fue totalmente incompatible y ustedes no pueden tener ese lazo.

Me tomé unos momentos para pensar sobre sus palabras en medio de la oscuridad y la ropa guindada en ganchos que acariciaba mis brazos. ¿Podrá ser que Sebastián no sea compatible conmigo? Siempre pensé que teníamos mucha química… al menos que…

-Ayer tuvimos una visita de Asmodeo.

Christopher se quedó en silencio unos minutos, quizás tratando de salir de la sorpresa. Lo sentí inclinarse más cerca del armario y su susurro llegó a través del pequeño espacio en el que estaba confinada. -¿Asmodaeus? ¿El príncipe de la lujuria? –Abrí mi boca para responder pero entonces lo escuché comenzar a hablar en… ¿hebreo?

-¿Él también está detrás de ti? –Salí de mi sorpresa cuando pude entender algo de lo que estaba diciendo y me apresuré a hablar antes de que volviera al otro idioma.

-Parece ser que sí. Una de las mujeres de Beelcebú tomó mi cuerpo ayer y le dijo a Sebastián que Asmodeo era quién estaba detrás de lo que estamos sintiendo últimamente. Al parecer el que pierda mi virginidad en ese momento significa un pase libre para que sea Asmodeo quién tome mi cuerpo.

Christopher volvió a quedarse callado y los minutos se extendieron. Un poco preocupada, me acerqué más a la puerta para susurrar. -¿Qué piens…?

-Shhh. –Él me habló bajito, en el más pequeño de suspiros. Me quedé callada mientras escuchaba pequeños golpes acercándose cada vez más.

-Estás en esta habitación.-La voz de Sebastián me sobresaltó y esperé atenta a que me abriera la puerta. Sin embargo, en el segundo en el que la puerta se abrió y me atreví a dar un paso afuera del armario, un peso me empujó hacia atrás y me encontré de nuevo en medio de la oscuridad. Sólo que esta vez tenía un gran cuerpo delante de mí, casi aplastándome.

-Sí, estoy aquí. ¿Por qué entraste?

Se encogió de hombros y lo escuché suspirar.-Me quité la venta y aún así sólo veo negro.

Murky MemoriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora