Capítulo ocho

51 1 1
                                    

Me encogí de dolor cuando la aguja perforó mi piel. Sentí cada trazo, cada movimiento de muñeca, y miré la concentración en cada gesto de Marcus.

Nos encontrábamos frente a una mesa. La lámpara de techo inclinada de forma en que él tuviera más visibilidad a la hora de hacer su trabajo. El anillo amarillo de sus ojos giraba cada segundo mientras sus pupilas se distendían y acortaban en lo que supuse, era voluntad propia y no por reflejo foto sensitivo gracias a la luz. Probablemente él era como esas personas, que pueden controlar sus pupilas para poder ver más de lejos o más de cerca.

Porque esa era la única explicación que podía hallar a la obra de arte que estaba creando en mi dedo. Cada línea, cada trazo, era tan perfectamente tallado de que no tenía ninguna duda de la experiencia que tenía. Probablemente habría hecho esto miles de veces más.

Tuvimos que quedarnos allí durante tres horas antes de ser tatuados. Marcus había tomado una navaja y me había hecho quedarme quieta con sus ojos hipnóticos antes de deslizarla por mi palma y recolectar la sangre con un pequeño bote de cristal.

Con Sebastián no fue tan condescendiente, y estaba segura que su herida fue más profunda y larga de lo que era realmente necesario. La forma en la que apretaba con rudeza la muñeca de Sebastián mientras que lo miraba amenazadoramente con sus extraños ojos, también me hizo ver con qué amor estaba llevando eso.

Entonces llamó a una mujer, la cual tenía una piel blanca casi transparente y de apariencia gelatinosa. Sus ojos verde esmeralda con pupilas verticales se enfocaron con fascinación en Marcus mientras él le llamaba. Su cabello blanco se balanceaba junto a sus caderas con cada paso que daba.

Marcos le sonrió, una sonrisa que no era ni cálida ni fría. Entonces miró el camino de agua que dejaba la mujer al caminar y frunció el ceño ligeramente. Tomando la cabeza de la mujer, la hizo agacharse frente a los frascos cuidadosamente colocados. Entonces la mujer abrió la boca y de sus colmillos comenzaron a salir pequeñas gotas claras, de un color amarillento blancuzco que cayeron, mezclándose con nuestra sangre.

Tres gotas para un frasco, tres gotas para el otro. Un simple “gracias” salió de la boca de Marcus, sin embargo la mujer se fue de allí con una sonrisa tonta de adolescente enamorada, dejando enseñar sus colmillos ahora secos.

Entonces Marcos agitó el contenido de los frascos y se los dio a uno de los Ogros a sus espaldas. Él se fue de la habitación apenas iluminada y no regresó antes de tres horas después. Tiempo en el cuál comenzaron a tatuarnos.

Me enfoqué de nuevo en Marcos. Su cabello negro y lacio se agitaba suavemente al moverse. La cicatriz de su rostro completamente iluminada por la lámpara. Había algo en él, que incluso con las imperfecciones y mirándolo desde un punto objetivo, le hacían ver atractivo.

Me estremecí de nuevo cuando sentí otro pinchazo de dolor. Inmediatamente la serpiente de su brazo comenzó a moverse de nuevo, agitando su cola sobre su hombro antes de esconderse dentro del chaleco de su dueño, allí donde no podía verla. Sin embargo sacaba su cabeza unos segundos después, siseando con su lengua bífida en mi dirección. Estaba casi segura de que lo hacía para distraerme del dolor y que me enfocara en ella.

Con un suspiro, Marcus dejó caer su enorme cuerpo contra la silla, provocando que ésta crujiera. Dejó caer la pistola en un soporte y se quitó sus guantes antes de llevar sus manos a su rostro y limpiar las pequeñas gotas de sudor en su frente. –Mierda. Esto está casi igual de caliente que el infierno. Y créeme niña, he estado allí. Ve con Christopher. Él será el encargado del siguiente paso.

Su mirada se movió de mi rostro hasta poder mirar sobre mi hombro, su voz volviéndose más agresiva y ronca.-Levanta ese culo Nix de mi sillón y ven para acá. Es tu turno.

Murky MemoriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora