Sebastián estuvo pegado a mí como una lapa durante los siguientes pasos del tatuaje. Tuve que admitir que su cercanía fue útil cuando el dolor en mi mano me hacía gritar y retorcerme cada vez que la metían en una de esas vasijas. No estoy muy segura de lo que había adentro, pero definitivamente le gustaba la carne humana.
Marcus se ofreció a atender mis heridas cuando logramos terminar por fin. Las lágrimas en mis mejillas seguían los caminos de las que habían caído antes debido al dolor y la agonía. La mano que no fue tatuada, estaba fuertemente apretada dentro de la mano de Sebastián, quien no emitió ni una sola queja cada vez que estrangulaba la suya. En realidad, casi estoy segura que él me dio pequeños besos en mi cabeza cada vez que me estremecía.
Algún tipo de alga extraña de la que no quería realmente saber, fue envuelta alrededor de mi muñeca mientras me aplicaban un bálsamo refrescante. Marcus le dio todas las indicaciones a Sebastián sobre cómo cuidarme, incluso a pesar de que él recibió el mismo trato que a mí y su mano estaba quizás peor que la mía, ya que Marcus había decidido que Sebastián debería dejar su mano más tiempo dentro de los jarrones y que definitivamente no merecía alga.
Íbamos a pasar la noche en el bar. Al parecer, se necesitan veinticuatro horas para poder descubrir si el hechizo de los anillos había resultado. Estaba un poco preocupada por tener que quedarme en un lugar en donde comen humanos, pero Marcus me dijo que ya había puesto una advertencia de que si me comían, no iban a volver a entrar al bar. Al parecer, la amenaza de acabar con la fiesta fue suficiente para que además de miradas hambrientas, nadie diera un paso en mi dirección.
La mano de Sebastián era cálida contra la mía mientras me guiaba a través de los corredores, siguiendo a Christopher. El lugar era ciertamente un completo laberinto, había puertas en cada lugar que miraba y los corredores se extendían infinitos hacia otras salas en donde Sebastián, muy encantadoramente, me pidió que no curioseara.
-Es aquí. –La voz de Christopher me devolvió a la realidad. Miré la puerta roja enfrente de nosotros, la cual era enorme y los suficientemente grande para que ogros entraran por ella. Christopher me miró con sus ojos rojos, su rostro serio mientras hablaba.-No salgan solos de la habitación antes de las tres de la mañana. Los demonios saben que eres humana, pero no saben que eres la Aevum de Belzeebub, si lo descubren, esto se convertirá en un matadero.
Asentí con mi cabeza y sus ojos se levantaron de los míos para encontrarse con el Nix, el cual estaba tenso a mi lado.-Marcus dijo que no atacaran a la humana. No habló nada de ti. Te aconsejo que ni siquiera te aparezcas por los pasillos. El noventa por ciento de las personas en este lugar te odia.
-Sé cuidarme solo, gracias.-Christopher asintió con una sonrisa sarcástica, como si no hubiera creído en la habilidad de protegerse de Sebastián. Entonces se dio la vuelta sobre los talones y se fue, desapareciendo por uno de los pasadizos en los laterales.
Sebastián tiró de mi mano en silencio y lo seguí mientras abría la puerta. La habitación me recordó a la habitación de cualquier motel, las sábanas raídas y desgastadas de la enorme cama parecían estar limpias, con dos almohadas casi planas en la parte de arriba, cerca del cabecero. La alfombra en el suelo parecía haber visto días mejores, y los muebles de madera estaban llenos de líneas en donde alguien debió haber pasado sus garras.
El tirón en mi mano fue constante, por lo que no pude detenerme a considerar si decirle a Marcus que volvemos mañana, no estaba segura de poder dormir aquí. Sin embargo Sebastián no se detuvo, tiró de mí hasta que estuvimos dentro del baño, que al menos era lo suficientemente grande para que alguien con el cuerpo de Christopher cupiera por allí.
-¿Sebastián qué hac…? –Me volví hacia él, encontrándome su rostro demasiado cerca del mío. Sus ojos grises se oscurecieron al bajar su mirada a mis labios e inmediatamente di un paso atrás, tratando de recuperar mi espacio personal. -¿Sebastián?
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Murky Memories
Romance¿Cómo saber qué es real y qué no? Soy Elizabeth Marie Sobotta Jenkins. Y al parecer, soy el recipiente de Beelzebub. Toda mi vida he vivido engañada por las personas alrededor de mí. Mi molesto vecino no es quién dice ser y mi aburrida vida no es ta...