No esperé que el desierto del infierno fuera tan parecido al de la tierra. Exceptuando que de vez en cuando sobre el suelo se habría una laguna de lava que era el paraíso para las creaturas que nadaban allí, por lo demás, el lugar era muy parecido a la idea de desierto que tenía.
La arena cubría el lugar hasta que era lo único que se podía ver a kilómetros de distancia. El sudor corría entre mis pechos y en mis sienes debido al calor sofocante, Sebastián iba unos pasos por delante de mí pero aunque sabía que él podía ir mucho más rápido, estaba manteniéndose a mi ritmo para que yo no me alejara de su vista.
Ya habíamos tenido un intento de convertirnos en comida cuando un escorpión de más de seis metros de alto y doce de largo, salió de una de las dunas de arena y se arrastró hacia nosotros, balanceando las tenazas de su cola que goteaba el ácido, sacando nubes de polvo de cada piedra en la que caía el extraño líquido amarillo.
Sebastián había cubierto mi boca con una de sus manos para que no escapara ningún murmullo y nos había movido lentamente hasta ponernos detrás de una enorme roca, saliendo del camino del escorpión. Gracias a Dios, él siguió tranquilamente y no se percató de nuestra presencia. Sin embargo la experiencia fue lo suficientemente aterradora como para saber que si no hubiera estado junto a Sebastián, probablemente ya estaría muerta.
Traté de llevar un ritmo más rápido porque no me gustaba saber que era quién estaba atrasando, sin embargo el poco veneno de Asmodeo que seguía en mi cuerpo, me hacía sentir mareada y débil a pesar de que estaba bien hidratada. La serpiente de Marcus se movía de vez en cuando debajo de mi piel, causando un cosquilleo mientras se deslizaba hacia otros lugares en donde le pegara menos sol y estuviera más fresca. Era un poco extraño y a la vez incómodo escuchar el siseo mientras caminamos.
Levanté mi vista al cielo, mirando hacia los soles que podían verse desde allí. El purgatorio era realmente un sitio raro, antes mientras estaba en el bar de Marcus, nunca amaneció, y ahora aquí hay tres soles (dos pequeños) y podía ver desde aquí los anillos de otro planeta. Cuando le pregunté a Sebastián sobre eso, me dijo que ese otro planeta sólo era otra parte del Purgatorio, sin embargo allí en lugar de ser un desierto, era un bloque de hielo.
El calor era insoportable y lo suficientemente fuerte como para que ya pudiera sentir las llagas en mis mejillas provocadas por las quemaduras y mis labios se sentían resecos a pesar de que no llevábamos más de cuatro horas allí. Marcus nos había obsequiado una especie de cantinflora con agua que al parecer era ilimitable, pues estaba conectada directamente a un lago del mundo de los vivos y él había logrado robársela a un duende en uno de sus viajes sabáticos por el inframundo.
Sebastián la tomó de su cintura y la abrió, dejando que mojara sus labios, entonces me la ofreció a mí. Lo único visible en su rostro eran sus ojos, lo demás estaba tan cubierto como lo estaba yo. Con agradecimiento, alcancé el recipiente y bebí hasta sentirme satisfecha.
Mis piernas dolían por el trabajo de subir colinas cuando la arena atrasaba mis movimientos y mis ojos ardían por la cantidad de polvo en el aire, acompañado de la intensa luz. Aún así, evité quejarme cada cinco minutos.
–Descansaremos unos momentos allá, dame tu mano Lizzy.
Seguí la dirección en la que Sebastián señalaba para encontrarme con una enorme columna de piedra con una pequeña ranura en la base, lo suficientemente grande como para que quepa un oso. Me giré para encontrarme con los ojos grises y sacudí mi cabeza. – ¿Por qué no seguimos? Yo aún creo aguantar un poco más.
Sebastián sonrió, y a pesar de que no podía ver su boca, pude decirlo por la forma en la que sus ojos se arrugaron. Él extendió su mano y acarició la parte de mi mejilla que no tenía quemaduras antes de deslizarla por mi hombro y mi brazo para entrelazar los dedos de su mano con la mía. –Sé que puedes seguir Lizzy, pero ese lugar que ves allí es una rareza, no entiendo cómo es que pudimos encontrarlo, normalmente sólo se abren a petición de seres muy poderosos. Alguien debió haberlo debajo y deberíamos aprovecharlo.
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Murky Memories
Romance¿Cómo saber qué es real y qué no? Soy Elizabeth Marie Sobotta Jenkins. Y al parecer, soy el recipiente de Beelzebub. Toda mi vida he vivido engañada por las personas alrededor de mí. Mi molesto vecino no es quién dice ser y mi aburrida vida no es ta...