Capítulo seis

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¿Es que Sebastián quería matarme?

Cierto, si quería.

Me encontraba en una cabaña, Sebastián y yo tuvimos que caminar al menos unas dos horas para encontrarla, ya que estaba casi en la cima de la montaña. Dentro, toda la habitación de madera tenía símbolos grabados en las paredes y en las puertas. Había fruncido el ceño al ver espejos de poco más de dos metros cubiertos por cortinas, sin embargo, había decidido no preguntar.

Miré a la ancianita frente a mí que debía andar por sus noventa y ocho años. Sus ojos grises se clavaron en los míos y sus manos arrugadas y llenas de manchas de la edad, movieron su cabello blanco afuera de sus ojos mientras volvía a concentrarse en mí.

Me removí incómoda mientras sentía a Sebastián a mi espalda, el calor de su pecho chocando contra mí. Él envolvió una de sus manos alrededor de mi cintura hasta que su palma tocaba mi estómago, intenté alejar su brazo y él se rió bajo en mi oído antes de pegarse completamente a mi espalda.

Escuché a la ancianita aclararse la garganta hasta desviar sus ojos al hombre de metro noventa a mis espaldas. -¿Vas a dejarme hacer mi trabajo?

-Por supuesto.

Ella volvió sus ojos hacia mí y se acercó un paso más.-Tu cuerpo es vulnerable, tu mente está concentrada más en Sebastián que en el problema real, el cuál es que no sólo Beelzebub irá detrás de ti. Hay demonios menores que están esperando cualquier señal para atacar y…

Miré como la ancianita se detenía y palidecía. Sus ojos grises giraron dentro de las órbitas y se pusieron en blanco mientras su cuerpo se sacudía ligeramente. Sebastián tomó mi espalda y me alejó un poco de ella para colocar su cuerpo entre ella y yo.

-Tú perra.

Abrí mis ojos como platos al escuchar la voz grave y agresiva salir de los labios de la anciana, miré con incredulidad como ella me señalaba con uno de sus rugosos dedos.-Te encontraré maldita, te encontraré y te voy a torturar, provocándote más dolor del que puedas sentir jamás. Te daré de comer a mis esclavos y luego regeneraré tu cuerpo para que puedas vivirlo una y otra vez. Saborearé tu sangre y me bañaré con ella mientras escucho tus gritos agonizantes sonando como la mejor música. Te convertiré en una masa de golpes y te haré suplicar por algo que nunca podrás tener.

Jadeé y retrocedí un paso, inmediatamente la mano de Sebastián llegó a la mía y la apretó. Miré como el cuerpo de la anciana dejaba de sacudirse y aunque seguía con sus ojos en blanco, la voz que salió de sus labios esta vez fue la de ella.-Aléjate de mí desgraciado. Aléjate y regresa al infierno en donde perteneces. No te atrevas nunca más a intentar poseer mi cuerpo.

Entonces una luz segadora salió de ella y escuché, más que ver, como miles de gritos se escuchaban por la habitación y cómo las cortinas caían. Mis ojos se quedaron con la imagen grabada en los espejos que acababan de aparecer. Allí estaba la creatura más monstruosa, dos metros de altura, cuernos enormes retorciéndose sobre su cabeza, piel podrida y quemada desmoronándose, ojos de un verde casi blanco.

Ojos que se clavaron sobre mí.

Puse sentir cómo el olor a azufre llenaba la habitación mientras la anciana se daba la vuelta para mirarlo en el espejo a sus espaldas.-Dile, a cualquiera que sea tu rey, que nunca van a poder tenerla.

El demonio gruñó y humo salió de sus fosas nasales, antes de que pudiera darnos una respuesta, miré cómo el cuerpo de Sebastián comenzaba a brillas y levantaba su mano, apuntándolo con su palma.

Entonces otra luz inundó el lugar y apreté mi rostro contra la espalda de Sebastián mientras escuchaba un chillido tan fuerte como cuando estás demasiado cerca de un avión y éste te ensordece.

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