Capítulo 18

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— ¿Y eso en tu cuello?

— Un mosquito, ya empieza la temporada de lluvia.

— ¿Por qué caminas así?

— Me lastimé la rodilla. 

— Tu voz está ronca.

— Estoy resfriado.

Emma entrecerró los ojos, las orejas del chico de hebras naranjas se tiñeron de un rojo que se volvía más intenso entre más lo veía. 

— Mira, puedes simplemente decir que tuviste un acostón y no hubiera preguntado más —se rió, el otro chico a su lado le dio un leve empujón.

— Déjalo, se pone rojo. 

Caminaban en los pasillos con cajas en las manos, estaban ayudando a Darwin a llevar todo a su nuevo casillero. Su cambió de grado ya era definitivo, iba a terminar sus estudios un año después de Gumball. 

¿Cómo pasó esto? 

Tuvieron una larga plática el día siguiente de su noche, Gumball insistía en que Darwin viviera como un chico de su edad, conviviera con gente de su edad y, por sobre todo, actuara inmaduro de vez en cuando. Le preocupaba la rapidez con la que el menor creció mentalmente.

Eso nos lleva al presente, con Darwin intentando relacionarse con gente de su edad y tratando de no aburrirse por los contenidos que enseñaban los maestros, pues ya lo había estudiado. 

Su madre dudó al inicio, sentía que no había necesidad de retrasar sus estudios de aquella manera, pero en cuanto Gumball le explicó sus razones pareció entender su decisión, tampoco era como que Darwin estuviera en contra. 

Las cosas en casa habían cambiado de manera un tanto drástica pues aunque sus padres no habían puesto un pero más a la relación si pusieron reglas; podrían dormir juntos si querían pero la habitación de Darwin sería el oficialmente el ático; nada de sexo o cosas relacionadas a ese ámbito mientras los demás estaban en casa, especialmente si Anaís andaba cerca, además de que debían limpiar todo lo que ensuciaran y usar anticonceptivos; nada de desvelarse platicando y, por sobre todo, que su relación no interfiriera en los estudios.

— Sabes qué debemos hacer, una pijamada, podemos comer pizza y ver una maratón de lo que sea —Darwin se encogió de hombros, estaba demasiado cansado como para esas cosas.

— Pasaré esta vez, lo siento, diviértanse sin mi.

Emma rodó los ojos divertida, un par de ojos gatunos se asomaron detrás de Darwin. 

— Tú novio dice que no te diga que está aquí. 

Gumball se golpeó la frente, le arruinaron la sorpresa. 

— Sí, gracias, no es como que quería hacer una entrada romántica —rodó los ojos con una sonrisa. 

Darwin rió bajito, sus amigos se despidieron con un movimiento de mano dejándolo solo con el mayor. Con sus cabellos azulados Gumball meneó la cabeza negando, iba a extrañar a su compañero de clases, ¿con quién iba a hacer desorden? 

— ¿Te ayudo en algo? 

— Sí, busco a un chico un poco alto, muy guapo por cierto, ¿lo ha visto? —apoyó su mano a un lado del casillero nuevo de Darwin, iba a actuarle coqueto. 

— Lo estoy viend-- ¡Lo siento mucho Gumball! —en su intento de seguirle el juego el apoyó su mano en su propio casillero, pero al cerrarse por el peso esta atrapó los dedos de Gumball.

— Está bien... n-no duele —con la voz aguada Gumball retrocedió, chocando con un profesor que pasaba.

Le volcó la taza de café caliente, el profesor gritó arrojando la taza, se había quemado el estómago y parte de la entrepierna. Una estudiante mayor que ellos pasó con diversos libros, la taza le golpeó en la cara, el impacto fue tan fuerte que la derribó al piso, tiró los libros por todos lados; Gumball quiso correr a ayudarla, la taza le había hecho un ligero corte en la mejilla, pero fue tan apresurado que al apoyarse en el suelo clavó uno de los trozos rotos de la taza en su mano. 

Una palabra: ADOLESCENCIA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora