Capítulo 13

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La familia entera estaba reunida para la cena, Richard como siempre arrasaba con todo lo que estaba en la mesa, Anaís miraba fijamente a su madre como pensando en que podía hacer para mejorar la situación de sus hermanos.

Desde que ambos llegaron a casa (con Darwin acompañado de su madre) habían actuado de manera extraña. Gumball tenía esa aura de cuando hacía algo malo y por más que quisiera no sabía que hacer para remediarlo, por su parte Darwin echaba humo por las orejas del enojo y, aunque se veía algo decaído de igual forma, su actitud molesta hacia con Gumball la podía notar hasta su vecino.

Ninguno de los hizo intentos de las compartir miradas como siempre lo hacía, burlando la vigilancia de sus padres, Gumball hacía el intento de mirar a Darwin pero el chico menos se negaba a ello.

La lastimera mirada de perro regañado de Gumball incomodó a todos en la mesa, aunque fingieran no darse cuenta.

Y aunque Nicole quiso alegrarse de que ninguno hacía nada por estar en contacto muy en el fondo se sintió fatal.

Anaís movía su pie izquierdo bajo la mesa, estaba concentrada en seguir un ritmo específico para calmar sus ganas de irse a su cuarto y abrazar a su Daisy. 

¿Qué podía hacer? 

Nada, ella era sólo una niña. Y esos eran temas de adultos.

No pudo evitar apretar los dientes y partir su trozo de zanahoria con enojo. Todo la superaba y sabía que no era la única con esa clase de sentimientos en la mesa.

Richard era el único que ignoraba la situación, o al menos eso creían todos.

—Terminé.— anunció Darwin recogiendo su plato y casi pateando su silla.

Nicole frunció el ceño.

—¡Jovencito! ¡Nosotros no tenemos la culpa de que no sepas comportarte en la escuela! ¡Cuida como te diriges a nosotros!— le regañó casi gritando, apretaba los cubiertos para controlar su ataque de furia. Estaba descargando su enojo frustrado con Darwin.

—¿Bromean? ¡Claro que es su culpa!— gruñó Darwin, se plantó frente a su madre con enojo.

Había tenido suficiente en todo el día, era demasiado. 

—¡¿Yo te dije que hablaras así a Penny?!

Darwin golpeó la mesa, las lágrimas volvían a sus ojos.

—¡No! ¡Ustedes me separaron de Gumball con sus tontas creencias! ¡Ustedes han logrado destruirme con esa actitud! ¿No fue usted la madre que dijo que quería a sus hijos a pesar de todo?

La última oración se le clavó en el pecho a Nicole, la dejó sin habla. Buscando algo que decir empezó a balbucear.

—D-Darwin ve a--

El mencionado la interrumpió con voz apagada y temblorosa, ya que luchaba por contener el llanto.

—No hace falta.— se irguió. —Ya me iba.

Y sin darle siquiera una mirada a Gumball, que todo el tiempo se sintió como si debiera defenderlo pero no lo hizo, camino a pasó desganado hasta el ático que hacía de su habitación.

Anaís se levantó en silencio y se fue directo a su habitación, no sin antes darle una mirada de decepción a sus padres.

La mesa quedó envuelta en un incómodo silencio sepulcral, Gumball miró tímidamente a sus padres, con miedo de que él fuera el siguiente a ser regañado. 

Con cautela se levantó, incluso pensó en hacer una reverencia con tal de no enojar a la furia que seguro era su madre después de los gritos de Darwin, casi corrió a su cuarto y una vez dentro con la puerta asegurada y en la seguridad de esas cuatros paredes que limitaban un espacio pequeño se permitió respirar.

Una palabra: ADOLESCENCIA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora