Epílogo.

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— ¿Qué tal me veo? —preguntó Darwin a su madre, Nicole sonrió mostrando las arrugas en sus cálidos ojos. 

Era  un día importante, demasiado. Darwin iba a graduarse de la universidad como el mejor de la generación, con el promedio más alto en su carrera de docente. 

Fue un gran debate por el que tuvo que pasar en esos lejanos días, se la pasaba malhumorado, le hablaba al mínimo a Gumball y se la vivía en la biblioteca estudiando para los exámenes de universidad que en ese momento se veían lejanos.

Desistió de la veterinaria cuando se dio cuenta de todo lo que implicaba, no quería ver morir animales ni darles las malas noticias a los dueños. Claro, eso fue antes de hacer una práctica social en un refugio. Era su sueño frustrado, se conformó con ir de ayudante de vez en cuando. 

Su corazón no sería capaz de soportar una pérdida así, de cualquier manera había otras formas de ayudar a los animales. 

Ajustó el extraño birrete en su cabeza, sus anaranjados cabellos se asomaban debajo del gorro, no había cortado su cabello en los últimos meses y la peluquería a la que solía ir no abrió esa mañana. 

Estaba más alto, mucho más que antes, su barbilla se notaba más afilada y su mandíbula podía notarse un poco más. Si bien su voz no había cambiado mucho esta se engrosó con el tiempo. Era como si hubiese pasado por una segunda pubertad. 

— La ceremonia va a comenzar en unos momentos, me iré a mi lugar —abrazó a su madre, en el fondo del lugar pudo ver a Richard sentado junto a una Anaís más crecida. 

La niña había dejado de peinar sus cabellos en coletas, ahora era corto y lo dejaba peinado en una media cola. Había crecido como una joven encantadora, pero seguía siendo Anaís y aún le costaba tratar con otras personas.

"No es fácil bajar mi coeficiente para que otros me entiendan", solía justificarse.

Ambos le saludaron desde sus asientos especiales, les devolvió el saludo distraído; había un rostro faltante entre ese mar de gente.

— El trafico es horrible hoy, ya sabes, tenía una junta importante —intentó tranquilizarlo.

Gumball llevaba casi una hora de retraso, por suerte hubo problemas en la organización del lugar y la ceremonia se pospuso un par de minutos. 

Algo derrotado Darwin se dejó guiar por las maestras hasta su lugar, así comenzó el nombramiento y entrega de papeles.

Fue como un duro golpe cuando desde su lugar fue capaz de ver parejas abrazarse o tomarse fotos con globos, él nunca fue del tipo que le gustaran esas muestras tan públicas pero ahora que Gumball no estaba sentía eso como una ofensa a su soledad.

Incluso cuando las cosas no iban muy bien con ellos esos últimos días. Con Gumball metido en su primer proyecto como líder, él estresado por los exámenes de titulación y las salidas sorpresa a las que era arrastrado por sus compañeros; en esos últimos dos meses sólo habían dormido juntos cuatro veces. 

Ya que tenían horarios distintos y Darwin tenía un trabajo de medio tiempo era rara la vez que estaban en el departamento al mismo tiempo. Usualmente Gumball siempre se tomaba el tiempo para decirle palabras de aliento todos los días y para ir a dejarle a la universidad o al trabajo, pero esos últimos meses fue imposible.

El pobre adulto de veinticinco años vivía al límite esos últimos días. 



Gumball dejó caer sus manos en exasperación, era el tercer arreglo que le hacía a los planos del nuevo centro comercial que se construiría y aún así varios detalles se le pasaban por alto. Estaba tan metido en los reportes que le entregaron los asistentes de su equipo, ni siquiera era consciente de la hora que era.

Una palabra: ADOLESCENCIA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora