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"Todo parece volver a la normalidad", decía la gente del campamento. 

Pero tenía razón, todo parecía volver a lo que era antes. 

No del todo, ya que casi todas las ciudades del mundo estaban destruidas, y un 60% de la población había muerto. 

Fueron listos, colocaron las bombas en lugares con mucha gente, por ejemplo la torre Eiffel, el Empire State Building (que por cierto ya no existen), las calles más transitadas de las grandes ciudades, etc. 

Las ciudades no eran habitables, básicamente aún debíamos estar en alerta, así que la gente vivía en los bosques o campos, con grupos de gente. 

Pasaron 3 meses, y las ciudades poco a poco iban siendo construidas otra vez. 

Ellos habían desaparecido, ni rastro. Desaparecieron sin mas, nos lanzaron bombas y se fueron. 

Muchas veces recuerdo hablar con Amanda sobre el tema, mientras sacábamos mil y una teorías para lograr al menos entender un poco lo que estaba sucediendo.

Pero la única pregunta que nunca pudimos resolver fue: ¿Quienes eran ellos?

Allí en el campo había una pequeña zona que siempre estaba desierta, Amanda y yo íbamos muy a menudo a mirar el cielo y intentar olvidar el infierno que habíamos pasado.

De pequeñas, juntamente con Jack, nos sentábamos en el tejado de mi casa y veíamos el atardecer juntos.

Era algo que a los tres nos gustaba, era un momento de unión donde el sol daba paso a la luna.

Puede que algún día podamos volver a ver el atardecer los tres juntos.

***

El tiempo pasó y las cosas seguían igual, tanto que parecía que el mundo no avanzaba.

Muchas preguntas se me cruzaban por la mente, tantas que por un momento creí que me volvería loca.

En mi cabeza formulaba planes, teorías, lo que debería hacer si surgiese un ataque inminente. 

Un día estaba con mi madre, fuimos a recoger algunas sábanas para no pasar frío en las noches y por fin me decidí a preguntarle algo que llevaba tiempo guardando en mi cabeza:

– Mama – me paré – hay algo que tengo que preguntarte...

– Dime cariño – me dijo fríamente, como si con una mirada hubiese entrado en mi mente y leído la pregunta.

"Sin rodeos Diana, ya es hora de enfrentarme a esto, solo quiero saber la verdad, no será tan dolorosa, ¿no?. Adelante, solo es tu padre, solo es su esposo, solo nos abandono sin mas, no hará daño, joder, ya no eres una niña, adelante, hazlo ya".

– ¿Quien es papa?

Mi madre me miro con unos ojos vacíos, sin vida, como si estuviese muerta. Se me formó un nudo en la garganta, pero seguí:

– Es decir, yo solo quiero saber a donde fue, si crees que sigue vivo... si está metido en todo esto y el por qué... ¿Por qué nos dejó?

Cada palabra que salía de mi boca eran como pequeñas agujas que se clavaban en mi piel, dolía.

– Esta bien – dijo finalmente – supongo que ya es hora de que lo sepas...

De repente, escuchamos disparos y explosiones que provenían del comedor común, y con solo una mirada mi madre y yo empezamos a correr hacia allí para encontrar a Amanda.

La Otra RealidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora