16. EL ABANDONADO

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Estoy muerto. 

O al menso eso pesé cuando vi una gigantesca viga en llamas cayendo del techo y a punto de impactar sobre mi cabeza.

En un primer momento pensé que era muy buena idea ir a un hospital, ya saben, mucha gente, médicos, había comida y sitio para dormir... pero no fue muy bien que digamos.

Más bien, una de las únicas cosas que recuerdo a parte de la viga del techo cayendo a mucha velocidad hacia mi cabeza fue que llamé a Diana para preguntarle si estaba bien. 

Sí, fue un poco tonto de mi parte llamarla, ¿pero que más daba? Era el fin del mundo y no tenía a nadie más al cual llamar, me preocupé por ella y por un momento pensé que ella me respondería, pero no fue así.

Cambiando de tema, no es que ahora esté muerto, pero casi, ¿saben la viga de la que os hablé? Bueno, ese trozo de madera en llamas no impactó sobre mi cabeza pero si sobre mi pierna, aunque le doy gracias a una mesa que estaba al lado por freno el golpe, pero aun así dolió y me dejó un buen corte. 

Todo eso sucedió ya que unas horas después de llegar al hospital una bomba explotó en la quinta planta, haciendo que el edificio se desmoronara poco a poco. Por suerte yo estaba en la segunda y no recibimos el golpe directamente, además que solo debía bajar una planta para salir al exterior.

Entre la multitud de personas y camillas que iban de un lado a otro del pasillo pude llegar a las escaleras. 

Dato importante, jamás confíen en unas escaleras, pueden ser muy peligrosas sobretodo si el edificio se hace añicos poco a poco. 

Iba bajando rápidamente para llegar por fin a la planta baja cuando de repente las ventanas de mi lado estallaron en mil pedazos, me tiré al suelo para que ningún trocito se me incrustase en el cráneo y acaba bajando dando volteretas, lo que me produjo un gran dolor en todas las extremidades. Continué bajando y vi como un gran trozo de madera rompía los peldaños ante mi y no pude frenar. Por suerte, antes de caer hacia las escaleras de abajo, me cogí tan fuerte como pude a la barandilla y conseguí subir y estabilizarme. 

Con el pulso acelerado y la respiración agitada por fin llegué a la planta baja, pero fue allí donde al empecé a correr hacía la salida me cayó la biga encima. 

Intenté seguir corriendo esquivando personas, soldados, policías y objetos que caían por el gran alboroto. 

Finalmente llegué a la salida, pero desgraciadamente me tropecé con una silla y caí al suelo. Recuerdo como todo el mundo me pisaba y empujaba para pasar, la gente no se paraba a ayudar, ni siquiera vigilaban para no pisarme, solo pasaban por encima de mí como una manada. 

Intenté hacer lo posible para levantarme pero no podía, lo único que veían mis ojos eran piernas, sangre en el suelo y llamas.

Finalmente decidí agarrarme a la pierna de un señor el cual no paraba de darme patadas para que lo soltara, pero no lo hice hasta estar de pies en el suelo.

Cabe destacar que con las pintas que llevaba podría haberme echo pasar por un zombie.

Al fin salí del maldito hospital pero me detube, no sabía hacia donde dirigirme.

Sin pensarlo dos veces me dirigí hacia la calle de la derecha y empecé a correr, a lo lejos podía oír disparos. 

Atravesé la carretera intentando que ningún auto me atropellase y seguí corriendo sin un rumbo fijo. Mientras corría noté que la herida me estaba sangrando mucho, así que decidí esconderme dentro de un parking. 

La Otra RealidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora