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Mi plan era demasiado suicida. Al empezar a correr me di cuenta de ello, es decir, mi madre solo había volado una vez en helicóptero y posiblemente ni se acordaba de como el conductor había arrancado, o puede que ni siquiera llegásemos al helicóptero sin ser disparadas por esos soldados.

Vi como mi madre me adelantaba para subir al sitio del conductor, yo rodeé el helicóptero para estar a su lado. Oí disparos en el interior de bosque, al menos nadie había salido aún de el.

Al entrar eché un vistazo a Amanda, la cual estaba respirando entre cortadamente por la adrenalina. Aún así, en su cara se podía ver emoción, al igual que en la mía.

Cerré la puerta y me volteé para ver a mi madre, pero ella estaba inmóvil mirando todos los controles:

– ¿Mama, como se arranca? – pregunté aterrada.

– Càllate, no tengo ni idea...

– ¡¿Que?! – gritó Amanda.

De repente, no se que botó apretó, pero las aspas del helicóptero se pusieron en marcha. Me agarré al sillón lo más fuerte que pude esperando el ascenso, pero el helicóptero no hacía nada:

– ¡Mama, arranca o algo!

– ¡No se como se hace! – gritó ella desesperada.

– Emm, chicas...

Giré la cabeza y miré por la ventana de Amanda y vi como un soldado corrían hacia nosotras. Mi madre seguía sin hacer nada, y Amanda no paraba de gritar que corriésemos, que alguien se acercaba. Entre todo el caos decidí coger el volante y lo tiré hacia atrás, haciendo que el helicóptero se alzara.

– Mama, sigue así.

Le di el volante y ella asintió rápidamente. Me volví a girar y vi como el soldado estaba cada vez más cerca. Me fijé que Amanda llevaba la pistola en la mano, temblando de miedo. Cada vez ascendíamos más, hasta que nos empezaron a disparar.

– Oye, Amanda, tienes que hacerlo – le dije.

– ¿¡Que, que debo hacer!?

– Amanda, escucha – le dije lo más calmada posible – es un momento de vida o muerte, nos están disparando y tu eres la más cercana a hacerlo... lo haría yo si pudiera, pero Amanda...

– Oh, Diana – dijo levantando el arma y bajando la ventanilla, apuntando a uno de los soldados que nos disparaban – no necesito un discurso para saber lo que debo hacer.

Y con lágrimas en los ojos, mi mejor amiga empezó a disparar.

Solo dio dos disparos, ya que enseguida ellos nos volvieron a atacar, haciendo que Amanda bajase el arma y se escondiese:

– Vale, eso les enfadó más – dijo aplastando su espala en su asiento.

Necesitábamos un plan, algo que los distrajese. También había la opción de largarnos de allí con el helicóptero, pero mi madre no tenía ni la más remota idea de como avanzar.

Miré todos los botones, cada letra, cada color, cada tamaño que los hacía diferentes del resto, algo que nos diese un poquito de idea de como manejar el vehículo.

¿Por que no ponían algún manual de instrucciones?

El helicóptero siguió ascendiendo, pero sin avanzar ni un centímetro, allí fue cuando los nervios me atacaron.

Empecé a pulsar botones: verdes, negros, algún que otro interruptor, cualquier cosa que mis dedos alcanzaban.

Finalmente, mi madre consiguió que el helicóptero avanzase, soltando un pequeño y cortó grito de felicidad.

Pero esa felicidad no duró demasiado.

La Otra RealidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora