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– ¿¡Joder Diana, cómo se te ocurre?! – gritó Amanda detrás de mi – sabes que te he dicho un millón de veces que aun te estas recuperando y que no hagas esfuerzo físico, ¿y que haces? Esfuerzo físico.

– Amanda, estoy bien, en serio, ya puedo ayudaros – dije dejando el hacha en el suelo.

– Si, claro, como la última vez que te pusiste a cortar leña y caíste inconsciente...

– Amando, eso paso hace un mes. – dije frunciendo ligeramente el ceño.

– Me da lo mismo cuando fuese, ahora te vas derechita a la cama.

Es verdad que aún no estaba al cien por cien, tuvimos problemas para que mi herida se sanase, y era complicado llegar a una farmacia y coger paracetamol, ya que casi todo estaba saqueado. Como dije, la mayor parte de la población murió junto gran parte del ejercito, soldados, haciendo que lo que quedaba de la humanidad saquease todas las tiendas en busca de suministros.

Cuando llegué a mi habitación, me eche en la cama y pensé en que podría preparar para cenar hoy. En la cabaña del bosque, como yo le nombré a la casa en que estábamos, teníamos tareas cada una de nosotras, ese día a mi me tocaba hacer la comida, Amanda debía limpiar la casa y vigilar por si pasaba algo y mama cogía la pistola y se adentraba en la ciudad mas próxima para coger provisiones, esas tareas rotaban cada día. 

                    

No había mucha cosa para cocinar, solo teníamos algunas latas de sopa y pan, así que la cena estaba lista. Me levante de un salto y baje hasta la cocina, no había nadie en la casa ya que mama aún estaba en la ciudad y Amanda estaba fuera vigilando. En general no me gustaba mucho quedarme en la casa, en realidad muchas veces había insistido en ser yo quien fuese a la ciudad, pero ellas se negaban.

Finalmente mama llegó con la comida necesaria para unos 4 días y todas nos pusimos a comer. El ambiente era muy incomodo, pensé, y pasamos toda la comida calladas sin decir nada, aunque no había nada que contar. Los días pasaban cada vez más rápido, las ciudades estaban cada vez mas desiertas y el numero de muertos aumentaba cada vez más y más. Unos meses después, las cadenas de televisión que nos transmitían lo que pasaba en el mundo pararon de funcionar y, por un misero momento, llegué a pensar que toda la humanidad había sido erradicada, o al menos nuestro bando. Pensé que de verdad "ellos" habían ganado está guerra, hasta en ocasiones llegaba a soñar mil maneras diferentes de como todo a mí alrededor se desmoronaba junto a Amanda y mamá. Una de ellas, la más frecuente, era soñar como la cabaña del bosque explotaba en mil pedazos con nosotras dentro, sin poder hacer nada.

Eso jamás ocurrió, la cabaña del bosque nunca explotó.

Solo ardió hasta convertirse en cenizas junto al bosque a su alrededor.

La Otra RealidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora