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Mientras corría junto a mi madre para llegar a los barracones, me tropecé con una piedra y me caí al suelo.

Aturdida, me levanté y maldecí a la maldita piedra, siempre están donde no deben.

Cuando llegué al barracón abrí la puerta rápidamente para ver que no había nadie.

Observé a mi alrededor y vi que todo estaba en llamas, muchas personas corrían de aquí para allá, pero ni rastro de la pelinegra.

A lo lejos vi a unos soldados dando ordenes de evacuación mientras señalaban a unos grandes camiones donde la gente se subía como loca, pisando y dando patadas para poder subir primero.

Mama me cogió de la mano y corrimos hacia allí, intentando esquivar algún que otro golpe o patada.

Detrás de mí había dos soldados vigilando: 

– Han cogido a una rehén, una chica de unos 16 años – dijo uno de ellos.

Mierda.

Me escabullí entre los soldados y empecé a correr hacia donde estaba sucediendo la batalla, si es que se puede decir así. 

Un soldado me intento detener, pero gracias a mis dones (sé esquivar muy bien) me pude escapar. Cuando llegué, una pequeña parte de mi pedía a gritos que la chica rehén no fuese Amanda. 

Pero como no, la mala suerte me acompaña a todos lados para joderme.

– ¡Amanda! – grité asustada.

Ella solo se limitó a mirarme, la tenían agarrada con el brazo en su cuello y le apuntaban con una pistola en la cabeza. Los policías apuntaban con sus armas, pero, ¿que iban a hacer? 

No podían disparar ya que tenían a una rehén y podía morir. Por un momento se me paso por la cabeza lanzarme hacia esos hijos de puta como una loca, matarlos y llevarme a Amanda, pero descarté la idea, demasiado alocada:

– Solo buscamos a una persona. – dijo el hombre que tenía ha Amanda sujetada.

Los soldados intentaban razonar pero no había manera, ellos tenías una misión que cumplir:

– Solo sabemos que su apellido es Jhonson y es mujer, bueno, más bien es una niña.

– No sabemos los nombres de todas las personas de aquí, es imposible encontrarla. – dijo el soldado para hacerles entrar en razón.

– Eso no importa, solo debéis traerlos a todos aquí, nosotros la encontraremos. Y si no lo hacen, quiero advertirles de una cosa. Tengo amiguitos entre toda esa multitud, si les hago la señal, comenzaran a matar a todos a su alrededor, ¿acaso quieren eso?

El soldado tragó saliva, y poco a poco dejó el arma en el suelo, estábamos perdidos.

Nos arrodillamos todos en el suelo y obligaron a los soldados a tirar sus armas, pensé que el enemigo solo eran unos cuantos, los que estaban con Amanda eran solo 9, pero eran muchos, muchísimos mas, unos 30 más o menos.

A mi lado había una chica: pelo rizado y rubio, ojos azules y por cierto muy guapa, tenía un poco de envidia ya que allí todos estábamos echos una mierda por la falta de higiene, pero ella parecía impecable. En ese momento descubrí quien había gastado todo el champú de las duchas comunes esa mañana.

El hombre que tenía a Amanda la obligó violentamente a arrodillarse en el suelo como los demás, luego revisaron a todos los soldados quitándoles todas las armas y comunicándose con el ejercito, amenazando de que si venían, nos iban a matar a todos. Luego el hombre empezó a dar señales a sus compañeros. En un principio no sabíamos que iban a hacer, pero segundos después sacaron las armas y empezaron a matar o todos los soldados sin nada para defenderse. Todo el mundo empezó a gritar, queríamos correr pero el enemigo nos amenazaba con fusiles para que nos quedáramos todos quietos. Cuando hubieron acabado, empezaron ha hablar:

– Muy bien, ahora el siguiente paso es sencillo, estamos buscando a una chica, de unos 16 años llamada Jhonson, su nombre no lo sabemos... – paró mirando al suelo – así que la maldita chica se levante de una vez y salga.

No era tonta, no iba a levantarme. Si me estaban buscando, no iban a arriesgarse en matar a nadie por si acaso, ¿no? 

Todo el mundo empezó a susurrar entre ellos para saber quien mierdas era la chica. Amanda me miró preocupada y negó con la cabeza.  Busque a mi madre entre la multitud, pero no la encontré por ningún lado:

– Bueno, ya que nadie quiere salir, lo haremos mas fácil. – dijo sin preocupación – ¡que todas las chicas de mas o menos esa edad hagan una fila a la derecha! El resto a la izquierda, y no se os ocurra engañarme!

Amanda corrió a mi lado y nos pusimos en fila. El hombre caminó entre las dos filas, fijándose en cada una de nosotras, inspeccionándonos. 

Comenzó por el final de la fila, preguntando nuestros nombres. Una mujer se acercó a la última chica de la fila y le pinchó el dedo, haciendo que una gota de sangre saliese. La mujer extrajo una muestra y la puso dentro de un aparato, el cual emitió una luz roja. Ellos siguieron mientras me empezaba a poner nerviosa, las manos me temblaban y el estomago no me paraba de dar vueltas. Me di cuenta de que al final llegaron a esa chica de la que os hablé antes:

– ¿Como te llamas niña? – dijo el hombre enfadado por no encontrar aún lo que buscaba.

– Anna.

– Tu apellido – dijo seriamente.

– Oh, eso es confidencial – dijo con una sonrisa sarcástica y con tono burlesco.

– Mas vale que no me hagas enfadar, mocosa.

El hombre le dio una orden a un compañero suyo, quien la cogió por el brazo para echarla en el suelo, pero ella se negó rotundamente. 

Empezaron a forcejar, hasta el el soldado sacó una pistola.

Miré hacia otro lado, no quería ver a esa chica morir. Noté como Amanda me cogía la mano, ella también estaba temblando al igual que yo.

Pero de repente, sin darnos cuenta, la rubia que había gastado todo el maldito champú voló los sesos de ese soldado.


¡Gracias por leer!

-Hasta otra, ¡besos!

La Otra RealidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora