11. ALGUIEN QUE TUVO COMPASIÓN

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Me sentí como una rata.

El simple echo de llegar y comenzar a destruirlo todo me hizo sentir como una rata.

El día por fin llegó, el día en que todo cambiaría.

Todos nos empezamos a mover como lo teníamos preparado des de hace años, todo debía salir a la perfección.

Al principio nos hicimos pasar por ellos, simples ciudadanos buscando ayuda para sobrevivir, pero cuando nos empezamos a dividir empezamos con la matanza. Yo estaba en un instituto, esperando a que mi comandante me diese las ordenes. Sentía como todo el mundo gritaba, y también muchos disparos. 

"Se lo merecen, ellos son los malos, se lo merecen" no podía dejar de repetírmelo. En ese momento no podía parar de pensar en mi familia, tenía muchas ganas de volver. 

Pero antes debíamos de acabar con esto. 

– ¡Soldado, sigue al escuadrón 12! – me gritó el comandante.

– ¡Si señor! – me levanté del suelo en un instante.

Y como me ordenó seguí al escuadrón 12, nuestra prioridad era entrar en el aula 24 del segundo piso y erradicar a todo el personal, también matar a los enemigos de los pasillos, pero eso era más bien para el escuadrón 16.  Finalmente cuando llegamos tiramos la puerta abajo y todo empezó. 

"No tengas compasión, si la tienes vas a morir."

Eso siempre me lo decía Bob, el que me ayudó un poco a sobrevivir en mis días de entrenamiento. Se que no debo tener compasión pero, ¿como puedo empezar a matar a gente que ni conozco, y además, que no tienen toda la culpa? Pero el mundo en estos momentos es así, con compasión o cualquier señal de piedad, mueres, esa es la lección que aprendí. 

Volviendo al tema, todos los del escuadrón empezaron a matar a la gente que había en el aula, aunque yo no me atrevía a hacer nada, solo me dispuse a empujar a cualquiera que quisiera salir de aula.

Vi como un hombre intentaba saltar por la ventana, con todas sus fuerzas se disponía a dar un salto y caer, para luego morir.

A tales extremos hemos llegado que obligamos a la gente a elegir si morir aplastadas en el suelo des de un segundo piso o morir por una bala en la cabeza. Estaba apunto de echarme a correr con todo el panorama, llevo años preparándome para esto, pero no me lo imaginé tan desesperante. El superior del escuadrón se dio cuenta de que no hacía nada, me miró de reojo pero no hizo nada, el siguió matando a gente.

Al volver la vista al hombre que quería saltar, vi como un soldado lo cogía por el cuello y lo tiraba al suelo, seguido de un disparo en la cabeza. 

Podríamos haberle dejado elegir su muerte.

Cuando finalmente todo acabó estaba temblando: de rabia, de confusión, de miedo, de odio hacia ellos, hacia el enemigo, pero era inútil odiar a una pila de cadáveres. El superior se acercó a mi y me dio una palmada en el hombre, el trabajo había acabado por hoy, ya no más muertes que ver... pero de repente algo sonó, un sonido tan cotidiano que por un momento parecía que nada había pasado , un simple sonido que provenía de un móvil detrás de los casilleros, en un pequeño hueco, tan escondido que ni se veía, pero estaba allí, alguien estaba allí.

Debo decir que era un buen escondite.

Era una chica aproximadamente de mi edad, puede que un poco más pequeña, de unos 16 años y de un pelo castaño largo, pero sus ojos eran oscuros, seguramente por la oscuridad de el aula. Pero como a todos, había que matarla.

– Will, te toca – me dijo el superior – tienes que...ya sabes...acostumbrarte.

No sabia que decir, solo hice que no con la cabeza.

– Will...piensa en lo que nos hicieron.

En eso tenía razón.

Nos dejaron a solas a petición mía. Eramos ella y yo, mi pistola y su cabeza. Debía hacerlo, pero no me atrevía. 

"No tengas compasión" gritaba mi cabeza. Relájate, estoy en ello.

Vi como la chica iba a hablar, pero la detuve y empecé yo. 

Le dije que no quería matarla, al fin y al cabo era verdad. Ella era una entre un millón de personas en este mundo, que tubo la mala suerte de que su teléfono móvil sonase.

Pero ella no era del todo el enemigo, solo era una chica que lo único que quería hacer era sobrevivir. Así que mis sentidos se pusieron en marcha y decidí bajar el arma.

¿Por que lo hice? Ni idea, lo de "no tengas compasión" se fue a la mierda en solo unos segundos.

Pero un instante después recordé todo, el sufrimiento, el cansancio, la ira, las muertes...

Puede que en ese momento ella no fuera el enemigo, pero si la dejaba ir se acabaría convirtiendo en uno.

Así que decidí volver a levantar mi pistola.

No me di cuenta cuando la chica se abalanzó sobre mi tirándome al suelo. Me intentaba quitar la pistola y mi cerebro actuó con mucha rapidez. Le di un puñetazo en el estómago y la tire contra la pared, ella intentó escapar, pero no podía hacerlo, no debía dejarla ir. La cogí de la pierna y cayó al suelo. Decidí inmovilizarla pero ella no paraba de moverse, así que le apunté con la pistola.

– Por favor, ¡no lo hagas más difícil! – le grité, pero ella parecía no escucharme.

No podía mirarla a los ojos.

No quería dejarla escapar, pero una gran parte de mi me decía que la dejase. 

No sabía que hacer, tenía miedo y mi cabeza solo era un caos de ideas.

Pero finalmente decidí no matarla. 

Pero antes de poder hacer nada, un dolor punzante apareció en el abdomen. 

Un disparo.

Perdí el equilibrio y caí encima de ella, ya había perdido. Ese era mi final.

 Alguien me cogió y me tiro a un lado, dejándome solo. El frío recorrió todo mi sistema mientras veía como la chica se levantaba y salía corriendo.

Hasta entonces no me había dado cuenta de que estaba llorando

"No tengas compasión" 

Esa era la única cosa que se repetía en mi cabeza.

Un error tan estúpido de mi parte, y ahora iba a morir.

Es la ley de este mundo, si no matas te matan a ti. Y si matas el arrepentimiento te matará lentamente.

Solo esperaba que no me echasen de menos en casa.

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