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Jamás volveré a confiar en un conductor de helicóptero.

Es decir, ¿hacia falta hacer la broma del conductor que se desmaya mientras el helicóptero está a cientos de metros de altura? No, la respuesta és no:

– Venga chica, solo era una broma, se lo hago siempre a los nuevos – me dijo el hombre que pilotaba.

– Pues a mi no me ha echo ni pizca de gracia – dijo Amanda aún abrazada a mi.

Todos en el helicóptero se empezaron a reír, menos Anna, ella estaba muy ocupada limpiando su cuchillo.

Si, Anna tiene un cuchillo que lo aprecia como si fuese un miembro de su cuerpo, pero eso es otro tema. El caso es que, después de discusiones entre todos nosotros para argumentar que la broma no estaba tan mal, finalmente llegamos.

El edificio era gigante, como esos de las películas de acción, sinceramente parecía una base militar, aunque no estoy muy segura de si lo era.

En cuanto el helicóptero descendió y aterrizo, Amanda y yo salimos corriendo, no queríamos más bromas de parte del maldito conductor. Cuando todos estuvimos fuera, el grupo de Anna nos guió hasta donde debíamos alojarnos.

Pasamos por un montón de pasillos llenos de soldados, algunos jóvenes y otros más viejos, también pasamos por el campo de entrenamiento, donde entrenaban a los adolescentes y a todos los que se querían unir en esta lucha.

Al llegar a nuestra "habitación", dejé mi maleta en la litera de abajo y Amanda corrió a la litera de arriba gritando "¡me pido esta!".

– Bueno chicas, mañana vendré a explicarles más o menso como van las cosas aquí, y ya saben, si alguna se quiere unir para luchar por esta realidad, ya tienen a quien llamar.

– Espera – dijo Amanda – ¿que quieres decir con realidad? – no recibió una respuesta.

Anna salió del cuarto casi corriendo, dejando la pregunta de Amanda en el aire.

Miré a mama, ella estaba pensativa, con la mirada perdida. Ella savia algo, estaba 99,9% segura. De repente las luces del cuarto se apagaron, dándonos a entender que era hora de irse a dormir. Nos echamos en la cama y cerramos los ojos, como dijo Anna, mañana sería un nuevo día.

Pero yo solo tenía una cosa en mente.

¿Y la cena?

***

Desperté con un hambre terrible.

La barriga me dolía a mas no poder y no podía aguantar más, mi organismo necesitaba alimento. Por suerte, alguien escuchó mis plegarias, y las luces de la habitación se abrieron. Pude ver a mi madre retorcerse, y también escuché a Amanda quejándose y insultando a quien fuese que había abierto la luz.

Que buen comienzo.

La puerta se abrió, dejando paso a Anna, con una sonrisa en la cara y el pelo perfectamente peinado, como siempre. Creo que alguien me debe explicar que shampoo usa:

– ¡Buenos días chicas, es hora de ir a desayunar!

Desayuno. Me levanté de un salto y corrí hacia la puerta, el hambre me podía en ese momento.

Unos minutos después Amanda y mama ya estaban listas, mi madre tan serena como siempre y Amanda con un humor de perros.

Pasamos por un montón de pasillos cuando por fin llegamos a un comedor, donde mucha gente devoraba la comida que tenía en el plato.

Parecía el comedor de Harry Potter pero sin tantos lujos, básicamente eran mesas de metal gigantes, con taburetes y un montón de gente apretujada.

El comedor estaba dibidido en dos partes: una era para los soldados, cada soldado comía junto a su pelotón, y la otra era para las personas que solo estaban ahí para refugiarse.

Finalmente nos sentamos y empezamos a comer, yo como una posesa y Amanda de mala gana:

– Oye Diana... – me dijo bajito – ¿has pensado en unirte a la causa?

No lo había ni pensado. Es decir, no tuve mucho tiempo para pensarlo. Miré a Amanda, la cual me miraba fijamente a los ojos. Odio cuando Amanda me mira así, sus ojos azules me perforan el alma y me hacen sentir desnuda, como si no tuviese nada con que protegerme:

– Amanda, no lo he pensado aún...

– Yo me voy a unir.

– Espera, ¿¡que?! – susurré al igual que ella, alarmada.

Amanda seguía mirándome a los ojos, manteniendo la mirada con la mía. No pude aguantar más y miré hacia otro lado:

– Se que es de locos, pero quiero hacerlo, necesito... necesito vengar a mis padres... – me dijo bajando la mirada hacia su plato.

– Amanda, apoyo tu decisión, pero hablemos de eso después del desayuno, ¿de acuerdo?

Ella tan solo se dio la vuelta y empezó a comer. Yo hice lo mismo, mientras pensaba si sería una buena opción unirme.

Al terminar, Anna nos recogió y nos llevó a una especie de despacho para hablar:

– Esta bien, os cuento un poco como van las cosas aquí.

Luego de un rato de aburridas explicaciones y un montón de normas, fue a la parte que me interesaba a todas:

– Sobre el tema de unirse o no, yo no las voy a obligar a ninguna, todo y que pienso que, para Diana y Amanda, sería una muy buena opción...

– ¿Estas diciendo que unas niñas de 16 años entren en una guerra?

– Señora Griffin, yo lo recomiendo ya que así podrán entrenar, se podrán defender contra el enemigo. Además, la decisión es suya. Esta es su pelea.

– Yo me uno – dijo Amanda de repente.

Mama y yo nos quedamos mirando a Amanda atónitas, es decir, sé que Amanda es testaruda y cuando se propone algo lo hace sin temer lo que le pueda suponer, pero al menos lo quería hablar con ella:

– No me miren así, por favor, es lo que ha dicho Anna, yo no tengo ni idea de defensa personal, ni siquiera se como coger una pistola... bueno, eso lo se hacer, pero ya me entienden.

– Yo primero quiero hablar con mi madre... a solas.

– Muy bien – dijo Anna – a fuera podrán hablar a solas, en cambio Amanda, bienvenida.

Salimos a fuera como nos indicó Anna. Ninguna de las dos decía nada, no sabía como comenzar pero no hizo falta:

– Diana, lo estoy pensando, y... creo que debes unirte.

– ¿Enserio? – dije sorprendida.

– Si – me miró a los ojos – creo que lo mejor para ti es unirte y entrenar, convertirte en una luchadora y salvar a este mundo – una chispa casi invisible paso por los ojos de mi madre – se que esto es duro para ti, no te estoy obligando a esto, solo te digo que es lo mejor, creo... la verdad es que ya no se que es lo mejor para nadie, el mundo tal y como lo conocíamos a cambiado, Diana, creo que nada volverá a ser lo mismo. Quiero que luches, hazlo por lo que quieres y se fuerte.

– Mama, voy a luchar por este mundo entonces... por ti, por Amanda, por... ¿por papa? – dije con cautela.

Ella me miro impactada, como si de repente algo se le hubiese pasado por la cabeza, algo que no recordaba:

– S-si, supongo... – quedó en silencio durante unos segundos – se que puedes hacerlo, Diana.

"Yo se que puedes" siento las palabras de mi padre retumbar en mi cabeza, unas palabras que hace tantos años pronunció:

– Lo sé, mama, sé que puedo hacerlo.

La Otra RealidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora