-20-

37 4 1
                                    

No recuerdo cuando mi madre perdió el control del helicóptero, tampoco recuerdo muy bien cuando empezamos a caer hacia el suelo, ni tampoco cuando el helicóptero chocó contra el.

Lo único que recuerdo es que, al abrir los ojos, lo único que podía ver era oscuridad. Sentía una sustancia líquida en mi mejilla, no supe interpretar si eran lágrimas o sangre, para mi era lo mismo. Lo siguiente que vi fue un montón de luz, con una silueta de un hombre delante que me levantaba de dentro el helicóptero y que empezaba a arrastrarme por el suelo.

Al llegar lejos del helicóptero, tan solo dejó de caminar y empezó a curar mis heridas.

Sinceramente, en eso momento no me puse a pensar en nada, solo dejé que ese desconocido curase mis heridas, sin preocuparme por nada. Al poco tiempo, ya no estaba tan aturdida, así que decidí echar un vistazo a mi alrededor.

Mire hacia mi derecha y vi a mi madre y a Amanda también en el suelo siendo tratadas por dos personas más.

Poco después, el mismo hombre que me curó me informo de que no tenía heridas grabes, ya me podía levantar del suelo si quería.

A lo lejos pude ver el helicóptero destrozado, rodeado por cuatro personas.

Miré a cada una de ellas, ninguna cara familiar, solo por una chica que me llamó bastante la atención:

– Perdona – le dije a la chica mientras me acercaba a ella, estaba de espaldas a mi – ¿te conozco?

Cuando la chica se giró, la reconocí al instante. Pelo rubio perfectamente limpio, ojos azules como el hielo, facciones muy bonitas y unos labios de color carmesí.

– Hola, me llamo Anna – dijo con una sonrisa – té salvé en el campo de refugio.

Me perdí, es decir, ¿en que momento me salvó?

– Perdona, ¿que?

– Si, cuando maté a ese hombre, te salvé la vida, estabas entre esas chicas, si no hubiese desatado el caos esos hombres nos habrían matado a todos.

– Supongo que... gracias.

– No es nada – se levantó y fue hacia sus compañeros para hablar.

Vale, ellos no eran el enemigo y les habíamos robado y destrozado el helicóptero, bien echo Diana.

Me levanté y me dirigí hacia Amanda y mama. Me senté entre las dos y vi como Amanda abría lentamente los ojos murmurando algo:

– ¿Amanda, estás bien?

– ¿Que? – dijo ella aturdida y levantando un poco la cabeza – Me duele la cabeza, estoy en el suelo y me duele un montón el tobillo, creo que me voy a morir de dolor...

Rodé los ojos por el drama de mi mejor amiga y me dirigí hacia la chica llamada Anna y todos sus compañeros:

– Perdonad, ¿tenéis algo para mi amiga? Es que le duele la cabeza y el tobillo.

– Si, – dijo el chico más alto – creo que tenemos algo en... el helicóptero...

– Bueno, lo siento chica, pero tendremos que esperar para los refuerzos – dijo Anna. – Por cierto, ¿como te llamas?

Me quedé por un momento en blanco:

– Eh... Me llamo Diana.

– ¿Y tu apellido? – me dijo una mujer al lado de Anna – no quiero sonar descortés, pero es importante.

– Me llamo Diana... Griffin – mentí – me llamo Diana Griffin.

– Muy bien, encantada de conocerte Diana Griffin – Anna me tendió la mano y se la estreché – el mas alto es Jon, ella es Teresa, Jorge y David.

– Encantada...

Me despedí con un gesto con la mano y rápidamente volví con Amanda y mama:

– ¿Traes algo para el dolor? – preguntó Amanda aturdida.

– No, debemos esperar a que llegue otro helicóptero que nos llevará a algún sitio.

– ¿Y eso es seguro? – me dijo mirándome a los ojos.

– No, pero no tenemos mas opciones.

Lo siguiente que dijo fue un montón de palabras sin sentido. Fui hacia mi madre y me senté a su lado, le puse la cabeza bajo el jersey que llevaba y le cogí de la mano:

– ¿Diana? – preguntó ella.

– Si mama, soy yo, estoy bien.

– Que bueno...

– Mama, escucha, las personas a las que robamos el helicóptero son de los nuestros, y les dije que yo me llamo Diana Griffin por, bueno, ya sabes, seguridad.

Abrió los ojos y lo primero que hizo fue mirar a los míos, sus ojos eran analíticos y azules como el hielo:

– Esta bien, entonces yo me llamo Annie Griffin – sonrió cansadamente.

Asentí con la cabeza y la ayude a sentarse. Amanda seguí agonizando (bueno, uso ese término para molestarla) en el suelo y con los ojos cerrados.

Mama tenía unas cuantas heridas, como yo, pero nada grabe, solo dolor de cabeza. Vi como Jon y Anna se acercaban a nosotras y me ayudaron a levantar a mi madre, mientras Teresa ayudaba un poco a Amanda la cual no paraba de quejarse:

– Bueno, creo que es momento de presentarse formalmente. Mi nombre, como ya deben saber o al menos Diana, es Anna. Soy miembro de las fuerzas contra ellos, una organización que se formó hace unos 6 meses para luchar contra, bueno, ya saben, ellos.

– ¿Los que nos atacan? – dijo mi madre.

– Exacto, empezaron con las bombas en las ciudades y ahora atacan los bosques, donde la mayor parte de la gente que sigue viva se refugia, son muy listos. Las fuerzas contra ellos es como el ejercito, solo que ahora estamos buscando a gente para luchar, ya que el ejercito se ha reducido rápidamente estos últimos meses. Nosotros aceptamos la ayuda de cualquiera que quiera ayudar a salvar este mundo, claro está que supere los 14 años, para los mas pequeños o gente herida tenemos recintos donde están protegidos, y estamos buscado a supervivientes y mientras tanto matando a algunos enemigos.

No esperaba que en tan poco tiempo ya se hubiese creado esa organización, y la verdad es que eso me subió el ánimo, no estábamos del todo acabados, había gente que luchaba con nosotros.

– Bien, creo que el helicóptero de rescate ya viene.

Mi madre me cogió la mano, y juntos miramos como el helicóptero se acercaba a todos nosotros.

La Otra RealidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora